Miro la pintura de Juan Genovés en las paredes del edificio donde he enriquecido, durante estos años, mi condición humana para con mis adversarios. Es La definición de esos cuerpos extendidos al futuro, sin rencor, la que me sugiere la idea de la gran elasticidad que tiene nuestra democracia. Como un presagio de todos los escollos que el futuro nos habría de deparar, el pintor, sobre los sólidos cimientos del dolor superado, establece en la blancura del horizonte, el rechazo al desencuentro.
En ese mismo escenario, actores de reparto de un fracaso anunciado, han arrojado la pintura de Genovés al almacén del olvido, a la sala donde se representa la mentira de un drama que sólo ha conseguido el engaño del espectador. Nuestros votantes no se merecían semejante estafa. Nuestro país no encuentra palabras para lo acontecido y lejos de justificarlo, lo sufre muy en silencio.
Nuestra memoria nos convierte en lo que somos, personas que dignificamos el trayecto de los que nos precedieron con sus errores y aciertos. ¿No hemos, por tanto, ahora de reconocer los errores y aciertos que nos precedieron? ¿No es este el camino para evitar errar de nuevo?
Ahora más que nunca necesitamos esa reconciliación entre los españoles como símbolo de convivencia democrática .No todos estamos en el mismo saco, ni acabamos en el mismo fango. Somos artífices de un momento histórico, profesionales designados a ejecutar con voluntad de diálogo una forma de hacer política que procure la estabilidad que demandan la mayoría de nuestros conciudadanos.
Hemos construido una sociedad más justa e igualitaria, mucho más de los que algunos, sin el aval de su memoria, piensan desde su osada inexperiencia, provocando de este modo la división de nuestra nación. Hemos construido un modelo que, aún con sus fallos, es fuerte y aguarda en sus aristas el producto de nuestro mejor trabajo.
Frente a este proyecto de modernización y equilibrio, un hombre, un gobernante, un político de principios, Mariano Rajoy, que recibió un testigo maltrecho en una carrera difícil de resolución .El reto le hizo crecer aún más en su condición de político de altura y de ser humano y, no exento de difíciles momentos, su fortaleza y su honradez impulsaron sus movimientos. Él decidió obrar con mesura y prudencia, virtudes que dotó de contenido y valía .Sin prisa pero sin pausa, la Historia le situará en el merecido lugar de los grandes .Hasta entonces necesitamos que, como hasta ahora, continúe liderando esta España tan rica y diversa.
Basta ya, no destruyamos con la confianza que los que esperan con ilusión, nos han concedido. Dispongámonos a escuchar, a conciliar posturas, a construir puentes, a unir voluntades, a reconocer esfuerzos. ES TIEMPO DE ABRAZOS.
María Jesús Bonilla
Diputada nacional por la provincia de Cuenca