Esta semana medios de comunicación nacionales se han hecho eco de las bochornosas pintadas en contra de la presidenta del gobierno de nuestra región; un motivo desagradable para salir en las noticias, y que ha hecho preguntarnos a los conquenses hasta qué punto la obra de un par de niñatos que han consumido demasiada propaganda averiada es motivo de tal atención.
Al analizar el hecho aisladamente, no parece tener demasiada importancia; un grupo de muchachos haciendo las pintadas, y después de que la primera línea les quedase poco llamativa, alguno de ellos decidió dar un pasito más y decir algo que todavía nadie había hecho hasta ahora, y es amenazarla de muerte. Y es precisamente en este punto donde se encuentra la relevancia del caso, porque es una muestra más de la espiral de violencia contra los políticos.
Todas las escaladas de violencia son, en realidad, graduales; es la única forma de que sean asumidas por la sociedad sin que estas chirríen, y puedan disculparse con el discurso de que son obras de unos cuantos jóvenes exaltados. De esta forma abrazan las sociedades occidentales los sistemas totalitarios.
Este tipo de protestas se nutren de un caldo de cultivo iniciado por los antisistemas a través del movimiento 15 M que, utilizando el manual del perfecto leninista, aprovechan problemas reales para dinamitar las instituciones. No hay nada de nuevo en todo ello. La Plataforma de los afectados por las hipotecas es un paso más en la consolidación de esta estrategia que ha aprovechado el vacío en el discurso del partido socialista, cuyos medios afines ven a estos grupos de presión como la única herramienta que tienen para desgastar al gobierno.
En realidad, sus pretensiones no tendrían mayor importancia si no llega a ser por las campañas de acoso a los políticos y porque el principal partido de la oposición, Izquierda Unida, comparte ideología y objetivos con estas plataformas, y gobierna en Andalucía. Si se llevasen hasta las últimas consecuencias ello supondría la quiebra del sistema financiero, que sería aprovechado convenientemente para dinamitar el sistema, un elemento que no comparten los partidos políticos de izquierdas pero que la defienden en la batalla de la opinión pública.
Lo que sí está claro es que sus reivindicaciones sí están teniendo ya un reflejo en los cambios legislativos relacionados con este asunto, y no sólo en las medidas de la Junta de Andalucía, de la cual no se espera otra cosa y avanza durante lustros en un populismo que le lleva a ser una de las regiones más pobres de Europa. Me refiero a las medidas tomadas por el gobierno y los jueces, al calor de la opinión pública.
Porque independientemente de si las medidas son o no eficaces respecto a los desahucios, y de si el ejecutivo va a poder vender unos efectos visibles a la sociedad, las consecuencias de todo ello es el cambio del paradigma a la hora de entender la vivienda por parte de la sociedad, con un sistema financiero más saneado, con menos incentivos para crear burbujas, y donde no se darán hipotecas con total alegría con una gran parte de la población viviendo de alquiler.
Estos efectos no eran lo que pretendía la PAH, aunque no podía ser de otra manera; sus reivindicaciones sobre los lanzamientos, la dación en pago o los intereses de demora tienen la inevitable consecuencia de aumentar el riesgo y el precio de la hipoteca, expulsando del crédito a los más desfavorecidos; dicho de otra forma, ya no habrán intereses de demora del 18% porque las personas a las que se lo concedían no volverán a poder acceder a una vivienda en propiedad, teniendo que vivir de alquiler como en el resto de Europa.
Claro que este efecto no lo contemplan los antisistema, de hecho, ellos pretenden que el crédito se extienda mucho más y a un menor precio, sin darse cuenta de que es la definición de una hipoteca subprime; la desencadenante de la crisis global por la que tanto protestan. Sólo puede explicarse esta discrepancia ese pensamiento cuasi mágico, en el que las decisiones no tienen consecuencias negativas, y donde existen medidas benefactoras en sí. Una inconsistencia argumental que sería hasta divertida si no llega a ser porque son defendidas con métodos totalitarios.
Pablo Muñoz Miranzo
Twitter: @pablommiranzo