Querido hijo (querida hija):
Esta semana tienes una decisión difícil, quizá una de las más importantes que puedas tomar por ti solo: qué carrera elegir, qué universidad, cuál será tu futuro profesional.
Tu vida cambiará: en septiembre tus amigos de la infancia y de pupitre se dispersarán, cada uno con sus propias decisiones; algunos serán cada vez más extraños y otros, sin embargo, seguirán siendo, si los cuidas, tus compañeros durante toda la vida. Como también podrán serlo las personas inesperadas que encontrarás en tus nuevos estudios. Como ves, después del verano te espera un nuevo horizonte que, por encima de todo, tienes que sentir como tuyo.
A pesar de la dificultad para elegir, piensa que eres un privilegiado: solo un 40 % de la población mundial tiene acceso a la universidad, en un mundo cada vez más polarizado donde, según la UNESCO, el 77% de las familias ricas tendrán hijos universitarios, algo que solo sucederá en el 10% de las familias más pobres. Esto quizá te haga ver que la universidad crece sobre la desigualdad y que no es un reflejo de la sociedad, aunque sí, quizá, el lugar más adecuado para poder cambiarla.
Tu carrera de “ciencias” no será más prestigiosa que una carrera de “letras”: la dignidad la dará solo la responsabilidad y el esfuerzo con el que cada cual aborde sus estudios. Cada carrera será un rincón importante desde el cual concebir y transformar un mundo que no parece ser el mejor que podamos tener. No será una sudadera de la que puedas desprenderte en cualquier momento: será, probablemente, una segunda piel que te identificará ante los demás y conformará, en este nuevo periodo, tu modo de ver las cosas.
Por eso, antes de decidir, pregúntate desde dónde quieres mirar al mundo. Esa será tu vocación y el lugar desde el cual cuestiones y discutas cuanto ahora te parece injusto. No pienses en cuánto vas a ganar cuando acabes si tienes que alinearte con quienes mantienen el techo de cristal de tus compañeras o dedican sus esfuerzos a acrecentar un obsceno margen de beneficios sobre otros trabajos invisibles y precarios. El fin de tu carrera no debe de ser nunca un escalón más en esta desigualdad creciente, sino antes bien, la lucha por el mundo que tú y tus amigos merecéis. ¿Trabajarías en una empresa que se sirviera de la explotación de quienes hace años jugaban y compartían su tiempo contigo?
Sin duda irás a la universidad para encontrar respuestas, aunque lo esencial es que levantes la mirada y halles nuevos interrogantes. Si quieres ser ingeniero o filólogo, en ambos grados podrás preguntarte sobre ti, sobre nuestra realidad actual y nuestra historia: y cada pregunta será una herramienta eficaz para construir el mundo que quieras dejar a tus hijos.
Las cartas de un padre no deben ser demasiado largas, si quiere que su hijo las lea. Sé que hay muchas presiones en la decisión que has de tomar. Como padre sabes que quiero que seas feliz. Pero la felicidad no es un regalo en el bolsillo, sino la historia de un largo asedio. Elijas lo que elijas y conociéndote, estoy seguro de que decidirás por un nuevo camino lleno de interrogantes que te ayudarán a defender un futuro más justo en el que tú, tu generación y tus hijos avancéis en la conquista de la felicidad que merecéis.
Juan José Pastor Comín
Catedrático de Universidad.
Universidad de Castilla-La Mancha