Con la colaboración de Gerardo Rueda y Gustavo Torner, en 1966 Fernando Zóbel (1924-1984) creó el Museo de Arte Abstracto de Cuenca (el 30 de junio abría “en una celebración […] con champán francés y langostinos”, según María Bolaños en El Día de Cuenca de 4 de junio de 2009). En el interior, hay una sala que tiene algo de euclidiano y disciplina espiritual. Y en su librería, hay un libro: Zóbel/La serie Blanca, de Rafael Pérez Madero, que fue secretario personal del pintor. Y de allí, me permito llevarles a ustedes hacia un I.E.S. de referencia.
Les explico: me gustan las obras de Zóbel, su forma de pintar es muy zobeliana (muchos en Cuenca colocaron ese Zóbel en su vida -bendita metonimia-, en salones y despachos), pero habría de entenderse asimismo la faceta del artista como orador y escritor y, sobre todo, en su papel benefactor. Su perspicacia se sustentaba en una base de modales muy rotundos y en una elegancia de manual (léanse, por ejemplo, los testimonios del pintor recogidos por el poeta y profesor Mario Hernández en el insuperable Fernando Zóbel: el misterio de lo transparente, de 1977). Así, las personas que le conocieron coinciden en subrayar su sensibilidad, su generosidad, sus hechuras. Zóbel agrupó a artistas como Miguel Ángel Moset, El Manchas o Bonifacio. Invitaba a comer, era muy afable, se preocupaba por sus vecinos de la Plaza Mayor, compraba helados a los críos. El catedrático de Dibujo José María Albareda, pintor y antiguo profesor de nuestro centro, me decía que lo que más le gustaba del artista era “el estudio preparatorio”, de una “meticulosidad” excepcional. “Sabía dónde quería ir”. “Ornitóptero” (1962) sería –explicó- un “ejemplo”.
En abril de 2019, Antonio Garrote, Director del Museo de Arte Abstracto, ofreció una conferencia en nuestro instituto/museo sobre Zóbel con motivo del 40 aniversario de nuestra entidad. Él, que había sido contratado por el pintor como botones en 1966, explicaba que Zóbel se volcó con nuestra entidad y que se mostró muy agradecido de que le asignasen su nombre (por encima incluso de que se lo pusieran a una calle). Y al hilo del zobelismo militante como concepto muy arraigado, la Directora del centro me acercó a la figura del pintor a través de varios documentos excepcionales que cobijamos en nuestro I.E.S. y de los que su interpretación se concibe como de obligado descargo (ella me dijo que Zóbel se gastó “50.000 pesetas” en el cuadro de Brigitte Bardot, de Antonio Saura). Y por supuesto que me gusta referirme a mi instituto con el apellido de museo: en él existe una excelente colección de obras, reproducciones y carteles, que harían las delicias del coleccionista más exigente y del ciudadano curioso de a pie.
El 19 de enero, un total de 120 alumnos de Bachillerato Nocturno y Ciclos Formativos, y 20 profesores de nuestro instituto visitaron la exposición temporal “Zóbel. El futuro del pasado”, en el Museo del Prado, de Madrid (hasta el 5 de marzo de 2023). Albareda me decía que los libros de la biblioteca del artista “están muy bien colocados”. Yo creo en ese espacio, en la biblioteca del Museo de Arte Abstracto, en la de nuestro centro, pintada como Zóbel deseó, en la correlación de las cosas. Y en la experiencia del día 19. En definitiva, al amparo de Fernando Zóbel, equipo directivo y profesorado de nuestro I.E.S. tenemos el honor y la responsabilidad de desempeñar nuestra función educativa en la institución que el pintor nos legó, ejemplo a seguir por aquellos que quieran compartir con nosotros nuestra comunidad educativa.
Fernando Sánchez