Los conquenses no han querido faltar a la ermita de San Julián, situada en el cerro de la Majestad, y desde primera hora de la mañana han sido muchos los que se han acercado a este paraje de la capital.
Desde muy temprano los devotos al santo se han encargado de que no falte nada para la celebración, incluidos los panecillos de caridad.
San Julián fue nombrado como tal por Celestino III, a requerimiento del rey Alfonso VIII en 1196, cuando tenía 68 año de edad, y era Arcadiano de la ciudad de Toledo.
Desde primeras horas del día los conquenses quisieron cumplir con la tradición de subir al santuario de San Julián El Tranquilo para ver al patrón y asistir a algunos de los tres oficios que había previsto a las once de la mañana, al mediodía, y a la una de la tarde, tras la última eucaristía se llevó a cabo la procesión con la imagen del Santo por los alrededores del santuario.
La gran afluencia de conquenses y visitantes a la ermita no restó, ni mucho menos, la asistencia de feligreses a la Santa Iglesia Catedral Basílica de Santa María en honor del Patrón de la ciudad.