El ferrocarril regional Madrid-Cuenca-Valencia es un bien patrimonial y un servicio público esencial, para una provincia tan desfavorecida como es Cuenca. Permitir o colaborar en su cierre, produciría más exclusión y aumentaría la marginalidad de la provincia. Por razones de justicia, las autoridades autonómicas, provinciales y locales, que actúan en representación de la ciudadanía, deberían procurar, en interés general, no olvidarse de la gente que vive en los pueblos. Sin embargo, quienes no quisieron impedir la degradación de un servicio público fundamental, que beneficia la comunicación de los pueblos de la provincia, están participando en su desmantelamiento. ¿Cómo entender que, en un Estado social y democrático de derecho, las autoridades elegidas por el pueblo no lucharan para impedir el abandono del ferrocarril y ahora estén colaborando en su destrucción?
Quizá porque estas autoridades democráticas están muy alejadas de la ciudadanía y hacen una interpretación perversa del lema “Cuenca es única”. En efecto, quienes mandan en la Diputación y el Ayuntamiento, entienden como Cuenca única, que Cuenca no es más que la capital. Una peculiar manera de definir la provincia que sirve para justificar el famoso Plan con la Junta y el Ministerio de Transporte, Movilidad y Agenda Urbana, para la destrucción del ferrocarril. Esta estrategia indecente contra el tren Madrid-Cuenca-Valencia, contribuirá a que disminuya la población y promoverá la desaparición de pueblos de la provincia. Pero a quienes mandan en Toledo y en la capital, la existencia de los pueblos les importa poco.
No obstante, a medida que se acercan las elecciones, quienes ejercen el poder en las instituciones del Estado, la comunidad autónoma, la provincia y el ayuntamiento tendrán que esforzarse por convencer a la ciudadanía de los pueblos de que con sus políticas les están beneficiando. Entre sus injustificables argumentos no podrán incluir la mentira de la rentabilidad económica, porque se decidió que el tren de media distancia es gratis. Obviamente, tampoco podrán argumentar descalificando a los nostálgicos del ferrocarril, porque hoy más que nunca las orientaciones políticas de Europa proclaman que el futuro está en el tren.
Por lo tanto, lo que tendrán que mostrar quienes detentan el poder es, por qué el ferrocarril Madrid-Cuenca-Valencia no debe participar de las bondades de la nueva era de inversiones ferroviarias, promovida por Renfe con cargo a los fondos europeos.
En segundo lugar, tendrán que convencernos de que la decisión de cerrar el ferrocarril es un acierto, porque favorece a los pueblos por los que pasaba el tren y contribuye a fijar la población de los núcleos rurales.
Además, deberán persuadir a la ciudadanía de la provincia de que disponer de una línea de ferrocarril gratuita, que conecta dos de las ciudades más pobladas de España, no es una buena opción para promover el desarrollo del turismo rural, en los pueblos de la provincia.
Así mismo, tendrán que convencer a las familias de los pueblos de la provincia de Cuenca (con una inflación del 8,5 por cien) que, para hacer frente a la subida del precio de los carburantes, motivada por la crisis energética, lo mejor es que Cuenca no se beneficie de la gratuidad del tren.
Pues bien, para recordar a nuestras autoridades que en democracia están obligadas a rendir cuentas y a justificar sus decisiones ante la ciudadanía, haremos el plante vigésimo tercero (23) en la acogedora estación de la ciudad de Cuenca, el próximo martes, 24 de enero, a las seis de la tarde.
Fernando Casas Míguez