Hace un tiempo, ya bastante, un amigo profesor y director de su centro educativo me contaba que cuando llegaba un profesor o una profesora nuevos a pedirle consejo sobre el oficio de enseñante, él les repetía de memoria el primer mandamiento que había escrito el compositor Strauss sobre cómo ser un buen director de orquesta: «Recuerde que no está haciendo música para su propio placer, sino para quienes le escuchan». Quizá las palabras no fueron exactamente esas, pero así permanecen en mi memoria y, desde entonces, en torno a este primer argumento de su decálogo, revolotean multitud de emociones y sensaciones.
El oficio de enseñante es pura generosidad: de conocimientos y de valores. ¿Cuánto docente -cuando tiene un mal día- se lo guarda para que su alumnado disfrute de ese rato de clase? ¿Cuánto docente, gremio que sabe tanto, escoge solo aquello que aventura que entenderán sus chicos y chicas, y se reserva lo demás para más adelante? Esto también es generosidad, y sacrificio.
El oficio de enseñante es preocupación por el futuro: por su alumnado, por los hijos y las hijas de quienes pasan por sus aulas y por los hijos y las hijas de estos; y también por el planeta que habitan y el que les espera a las generaciones venideras. Su labor es una inversión a largo plazo.
Este precioso oficio es más que un aula y un tiempo, es todas las aulas y todos los tiempos, porque si hay un oficio en la Historia de la Humanidad que permanece desde sus orígenes y que continuará existiendo, es éste.
Hoy, 5 de octubre, celebramos el Día Mundial del Docente. Estas escuetas palabras que hoy escribo quiero que sirvan de homenaje a todas las personas que se dedican a enseñar, desde las primeras letras, números o colores, a aquellas que enseñan Astrofísica o Literatura Medieval, porque todo aprendizaje es básico e importante, solo lo diferencia el momento y el lugar de cada estudiante. Gracias profesores, gracias profesoras, gracias maestras y maestros. No me cansaré de repetir que sois el pilar básico de nuestra región y de la sociedad.
Emiliano García-Page
Presidente de Castilla-La Mancha