Esta reflexión va dirigida al patronato de la Semana de Música Religiosa (SMR) de Cuenca del año en curso (a quien corresponda), y a todo aquel ciudadano de este bélico planeta que haya tenido la fortuna de asistir a alguno de los 17 conciertos, 18 si incluimos el senderismo musical.
La Semana de Música Religiosa (SMR) de Cuenca, desde su inicio en 1962 en tiempos de D. Eugenio López y López, D. Antonio Iglesias y D. José Luis Alvarez de Castro, por citar sólo algunos, ha presentado en cada programación anual lo que viene a denominarse Música Religiosa o en sus albores Música Sacra (dentro de la polémica entre lo que según los filósofos y críticos musicales sea o no cada una de las dos denominaciones) en su práctica totalidad. Por descontado, la obra encargo, estreno absoluto de cada año, lo era.
Los escenarios clásicos consolidados se limitaban a la antigua Iglesia de San Miguel, al hoy Espacio Torner entonces Iglesia de San Pablo (P.P. Paules), y a la Iglesia Románica de Arcas, siendo los dos primeros los que albergaban la mayoría de los conciertos. Una vez construido, el Teatro Auditorio José Luis Perales engrosó el número de escenarios sustituyendo en parte a la Iglesia de San Pablo.
Misas, Pasiones, Requiems, Oratorios, Sinfonías, Villancicos, Motetes, Cantatas etc. fueron puestos y siguen poniéndose en escena en estos sublimes marcos con una acústica envidiable, con prestigiosas orquestas y músicos internacionales del máximo nivel que con una calidad difícil de superar hicieron que las SMR no tardaran en alcanzar merecida fama mundial, dando a conocer a Cuenca aquende y allende los mares.
Eran tales la unción y el recogimiento en los asistentes, que los primeros años no se aplaudía al acabar cada performance. Sencillamente, no se podía aplaudir. El aplauso estaba suprimido por considerarlo como algo superfluo y convencional. Simplemente, el público se levantaba de los asientos y permanecía en pie con respetuosa actitud. Por fin en el año 1979 desaparecen de las salas de conciertos los carteles de “Por favor no aplaudir”.
Poco a poco las programaciones fueron evolucionando aumentando el número de “profanas”, haciéndose más transversales en cada nueva edición. Pero este año, acaso la 59 SMR ha dado un salto de calidad no sé muy bien hacia dónde, ¿hacia lo intimista?, programando una variedad de obras en una diversidad de
marcos que han hecho dispersar los conciertos y ampliar los contenidos hacia lo que difícilmente podemos denominar música religiosa, por más intimista y profunda que pueda ser.
Veamos, por orden cronológico y sin ánimo de polémica, algún ejemplo:
El concierto inaugural celebrado el jueves 7 con la actuación de María Rodes y la Compañía Nacional de Danza, para una jornada de aquellos históricos “Festivales de España”, muy bien. En una SMR no las veo.
Mayte Martín, esa excelente cantaora catalana programada para el martes 12 por más que nos diga que nunca encontró un término que definiera mejor su relación con el flamenco que “sagrado”, construye su bella música, intimista y profana, pero en ningún modo religiosa. En resumen , tiene gran nivel, pero en la programación de una SMR de Cuenca no acaba de encajar.
Por su parte Mozart, quizá por su condición personal, tiene un considerable acervo de música religiosa en la que, en rigor, no sé si podemos incluir su última sinfonía programada para el miércoles 13 en el Teatro Auditorio. Sí podemos, por supuesto, la Misa en Do mayor “Coronación”, KV 317, misa ya programada y ejecutada por la Orchestra of the Eighteen Century y el Netherlands Chamber Choir, en la SMR del 2006, concierto conmemorativo del 250 aniversario del nacimiento del monstruo que nos ocupa, y que cerraba la SMR Teatro Auditorio (Domingo de Pascua 16 de abril). Pero bautizar a la última sinfonía de Mozart con el nombre de la suprema divinidad de la mitología romana parece que no le otorga condición de pertenencia a música religiosa.
Para no cansar más, dos últimos ejemplos relativos a los cuartetos programados para el jueves 14 y quinteto matutino del viernes 15, y una consideración sobre el senderismo musical. Escucho y escucho en casa el cuarteto en Fa mayor de Ravel, y sobre todo el nº 15 en La menor de Beethoven, Op. 132, éste último, por cierto, ya programado y ejecutado magistralmente en estas SMR por el Cuarteto Brodsky en la XLIV semana (concierto 2 del año 2005, Sábado de Pasión 19 de marzo, antigua Iglesia de San Miguel) y no alcanzo a encontrarles la religiosidad. Como no sea que esté en que los músicos los interpretan ciñéndose “religiosamente” a las partituras… o tal vez mi condición de pecador convierta la búsqueda en misión imposible. Aplíquese lo propio al mañanero concierto del viernes 15, el quinteto para clarinete y cuerdas en La mayor, KV 581, uno de los más exquisitos de Mozart. No cabe en una SMR por más que escuchando su 2º movimiento te veas a veces en el “séptimo cielo”. Por útimo en cuanto al senderismo musical, solamente añadir que, ya puestos, había sido más completo de haber incluido en él una tabla de gimnasia y/o un cuarto de hora de pilates.
En fin, ésto ya no es lo que era, valga el vulgarismo. De seguir así, tal vez habría que cambiar el nombre de SMR por SMI (Semanas de Música Intimista), o SMP (Semanas de Música Profunda).
¿Hacia dónde van la SMR?. Yo no lo sé, pero sí sé que de seguir así las programaciones, con gran dolor de mi corazón (y con mis disculpas por hablar de un servidor que a nadie salvo a sí mismo representa), dejaré de asistir a uno de los eventos musicales que desde joven me ha llamado cada Semana Santa, salvo alguna excepción en la que la SMR fue programada la semana contigua.
¿Acaso con tanto organizador y tanto patronato hay demasiado criterio enfrentado o contradictorio?. ¿Quién decide en última instancia el programa, los intérpretes el escenario y el tipo de cada concierto?. Pero no se trata de buscar bronca. Bronca no, por favor. Las SMR de Cuenca no son un evento artístico musical al uso, susceptible de ser gestionado por alguien extraño a la ciudad que con muy buena voluntad “pasaba por allí”. Tampoco es imprescindible en el hipotético candidato virtuosismo alguno. Las SMR de Cuenca son otra cosa. Son un prestigioso festival mundial de música religiosa; prestigioso porque se ha ganado el prestigio a lo largo de muchos años, festival porque la música es fiesta, mundial porque es conocido mundialmente, y de música religiosa porque así se concibió y parió para esta noble y brava Cuenca. Nunca será lícito perseguir el buen fin de atraer a nuevos públicos ampliando el espectro musical con nuevos lenguajes musicales si éstos se alejan explícitamente de lo que se considera música religiosa. Eso sería muy saludable, pero no SMR de Cuenca. Años costó elevar al máximo el nivel de excelencia para que ahora, de súbito, caiga por tierra con músicas equivocadas en nuestra SMR. Me permitiré otra vulgariedad: para experimentos, gaseosa.
¿Llegaremos a buen puerto con todo este entuerto?.
Las SMR de Cuenca tienen merecido reconocimiento universal. Por ellas han pasado espectadores y músicos de toda España, U.S.A., Alemania, Inglaterra, Escocia, Francia, Italia, Irlanda, Hungría, Austria, Polonia, antigua U.R.S.S., Escandinavia, Japón, diversos países de Sudamérica y un buen número más de países.
Si “París bien vale una misa”, con las interpretaciones de la Misa en Sí menor de Bach, BWV 232 y de la Misa en Do mayor “Coronación”, KV 317, de Mozart, programadas este año entre otras obras, hemos conseguido mantener el gran nivel artístico que todavía tenemos; todo ello sin dejarme en el tintero el magistral concierto de clausura a cargo de La Ritirata, haciendo primorosamente el Oratorio de Scarlatti “Il Giardino di Rose”, que ya están tardando en grabar.
Javier Roldán