Se notaba que este jueves, por fin, no era laboral. No eran ni las cuatro de la tarde y el barrio de San Antón ya comenzaba a notar esa población flotante típica del Jueves Santo, con nazarenos de aquí para allá y de espectadores que querían coger el mejor sitio posible para disfrutar de una de las procesiones grandes de la Semana Santa de Cuenca.
Y es que, desde la iglesia de la Virgen de la Luz, han salido los 9 pasos que conforman el cortejo procesional de Paz y Caridad, encabezado por el Cristo de las Misericordias y detrás de él el Huerto de San Antón, el Amarrado, Jesús con la caña, Ecce Homo de San Gil, Jesús Caído y la Verónica, El Auxilio, Jesús del Puente y, cerrando, la Soledad del Puente.
Todas las hermandades cruzaron el puente de San Antón como si de algo angelical se tratara, enfilaron Calderón de la Barca y Carretería de forma espléndida, y comenzaron una subida hacia el Casco única, cada vez con más nazarenos que se iban incorporando a las filas hasta el punto de que el Jesús del Puente y la Soledad tuvieron que doblar sus filas.
Mismo ocurría con el público: a cada golpe de horquilla que sonaba se unían nuevas miradas desde el otro lado de las tulipas, deseosas de contemplar las tallas de Paz y Caridad que, desde hace 4 años, no se veían por las calles.
Y eso se notaba, mucho. Bastante. El fervor de cada bancero golpeando sus horquillas, nazarenos empuñando su tulipa con ganas –aunque más de una salió de casa, pero no volverá– y unos ojos que no paraban de admirar la riqueza escultórica de la tarde-noche del Jueves Santo conquense.
Con todos estos ingredientes llegó el cortejo hasta la Plaza Mayor, en donde no se podía andar por según qué partes, todo lleno de conquenses que ansiaban ver Paz y Caridad, turistas que no se querían perder aquella procesión de la que todo el mundo habla.
Era claro identificar quién era turista o no en el ambiente de la Plaza Mayor, ya que cuando la banda de cornetas y tambores dio el último golpe al tambor, se llegaron a escuchar unos ligeros aplausos, que rápidamente fueron apagados por esos conquenses que siguen la tradición histórica de guardar en todo momento el silencio y el respeto hacia nuestro Padre que ya ha comenzado su camino hacia el Calvario.
La bajada no pudo ser menos. Ese adjetivo brillante que he adjudicado a la subida, fácilmente es aplicable a la bajada. El desfile dejó momentos únicos, llenos de fervor y pasión, y ya con algún tambor de turba que empezaba a colarse entre el ambiente musical de la noche del Jueves Santo.
Ambiente musical que, este año, ha vivido el estreno de dos bandas de música que nunca antes habían estado en la Semana Santa conquense. Ese es el caso de las bandas de Iniesta y La Alberca de Záncara, así como el regreso de la agrupación musical de Munera (Albacete).
Un desfile en el que también se han vivido varias novedades, como la clámide de Jesús con la Caña, que ha desfilado con la decimonónica tras haberse restaurado con motivo del 75 aniversario de la hechura de la talla.
En una procesión de Paz y Caridad brillante para el recuerdo no pudo faltar por parte del Jesús del Puente un acto de recuerdo frente a la iglesia de San Esteban, en donde se ha recordado a todos aquellos hermanos que estuvieron y que la pandemia se les llevó al cielo.