El Colegio Oficial de Arquitectos de Castilla La Mancha (COACM) ha querido celebrar el Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo de 2022, con un homenaje a la trayectoria vital y una exposición de su trayectoria profesional a su colegiada más veterana en la actualidad, la número 63: Carmen Cabrerizo Martínez de Baroja.
Sin embargo, la primera colegiada, con el número 38, fue Concepción Maestro Díaz, titulada en 1969 por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid y fallecida en 1992. Concha desempeñó diversos cargos en la Junta Directiva en diferentes períodos y realizó numerosas obras, estando activa durante más de 20 años hasta su muerte, debiendo ser finalizadas por otros arquitectos. La primera obra de autoría femenina en solitario en Castilla La Mancha se le debe a Matilde Ucelay Maórtua, la primera arquitecta española. Es la casa para Marta Segovia de Oswald en el embalse de Entrepeñas, Chillarón del Rey, Guadalajara, del año 1964.
Correspondió a la decana del COACM, Elena Guijarro, y el presidente de la Demarcación de Cuenca, Juan José Ramón, glosar la figura de Carmen Cabrerizo, mientras que fue Elia Gutiérrez, representante del COACM en la Comisión de Género del Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España (CSCAE), quien se encargó de presentar el evento y dar la palabra a los intervinientes, además de haber recopilado, de manera previa, los datos biográficos y profesionales de la homenajeada, en una magnífica labor de documentación en la que contó con la ayuda de numerosos colaboradores.
Juan José Ramón, presidente de la Demarcación de Cuenca del COACM, destacó, sobre cualquier otra, la faceta humana de Carmen. “Carmen nos ha acogido a todos, con su afabilidad, con su buen talante, siempre con palabras de ánimo para todos, y colaborando en todas las actividades. Siempre ha estado para todos nosotros. Carmen disfruta de tu homenaje y muchas gracias”, señaló Ramón.
“Carmen es un ejemplo para todos los arquitectos de Castilla La Mancha, no solo por su determinación para ejercer una profesión que cuando ella empezó era prácticamente masculina, sino también por su dimensión profesional y magnificencia, puesto que el acto que hoy celebramos, en esta maravillosa sede conquense del COACM, tiene mucho que ver con su generosidad personal. Estamos en su casa, nunca mejor dicho”, señaló la decana, quien también es la primera mujer en ostentar el cargo desde la creación del COACM, en 1985.
La propia Carmen Cabrerizo, emocionada, afirmó que “me siento agradecida al comprobar que mi aportación modesta y entregada a esta profesión, que no solo consiste en la edificación pública o privada, sino el urbanismo o implantación de la arquitectura en el territorio (…), me ha reportado tantas vivencias positivas y, a la postre, la tranquilidad que produce el deber cumplido”, señaló, para terminar dando las gracias a quienes “me han hecho un regalo inestimable, ayudándome a transitar por el recuerdo de una vida profesional siempre imbricada con la vida personal, como tantas mujeres hacen cada día”, terminó.
Al respecto de la celebración del 8M, Día Internacional de las Mujeres, Carmen no ha sentido una especial discriminación en su vida profesional por ser mujer, sin embargo piensa que las mujeres son más de la mitad de la población mundial y que no existe igualdad ni en retribuciones, ni en el reparto de puestos relevantes en las empresas e instituciones. Hay países en los que la situación de la mujer es sangrante y en otros, que se consideran avanzados, existen rebrotes de machismo impropios de una sociedad madura, a veces entre los más jóvenes, lo cual es preocupante, y por ello mismo está bien pararse un día al año, el 8 de marzo, y recordarlo.
Después de siglos de discriminación por razón de género, en todos los ámbitos de la vida, no está de más plantear esta cuestión para que la sociedad comprenda que desperdiciar el potencial de más de la mitad de la población es inadmisible, también en la arquitectura.
Carmen cree que existe una percepción distinta del espacio entre arquitectos y arquitectas, pero que, en vez de propiciar enfrentamientos o discusiones infructuosas, los profesionales de la arquitectura deberían centrarse en las coincidencias para buscar una arquitectura y un urbanismo más empáticos con las necesidades actuales de este planeta y para abordar los retos a los que se van a enfrentar nuestros hijos y nietos.
Correspondió a la decana del COACM, Elena Guijarro, dar lectura al laudatio de Carmen Cabrerizo, reconociendo el enorme trabajo desarrollado por Elia Gutiérrez en la preparación del homenaje y localización de datos profesionales y biográficos.
Para finalizar el acto, la colegiada más joven del COACM, Isabel Navarro, le hizo entrega a Carmen de un ramo de flores y del distintivo del COACM que reconoce su dimensión humana y profesional en la arquitectura, antes de que la propia Carmen hiciera una visita guiada por la exposición de su trayectoria profesional, y que puede visitarse hasta el 31 de marzo en la sede de la Demarcación de Cuenca del COACM, en horario de 9 a 14 horas de lunes a viernes.
Sobre Carmen Cabrerizo
Carmen Cabrerizo nació en Madrid el 22 de marzo de 1946. Su padre, Guillermo Cabrerizo Botija, fue arquitecto municipal de Soria.
Carmen fue una niña sin amigas de su edad, pero tenía los amigos de sus hermanos y también, muy pronto, la responsabilidad de su cuidado, pues eran ocho. Recuerda su adolescencia rodeada, por la misma razón, de muchos adolescentes y de nuevo los veranos se le aparecen como algo fantástico y más cuando su padre amplió el jardín de su casa y construyó una gran piscina que se llenaba de amigos de sus hermanos, sus amigos.
En 1963, para estudiar Arquitectura, antes había que hacer un selectivo de ciencias y un curso de iniciación. Carmen empezó haciendo 1º de Química en la Facultad de Ciencias. Afortunadamente, en 1964 se implantó un nuevo plan y se abrió la matrícula para Arquitectura, carrera en la que, en Madrid, se iniciaron 3.000 estudiantes en 6 grupos de 500 cada uno.
Las asignaturas que entonces denominaban ‘teóricas’ (matemáticas, física…) y que ahora se llaman ‘propedéuticas’, no le gustaban. Prefería el dibujo y, luego, los proyectos donde tuvo la suerte de contar, entre sus profesores, con Antonio Fernández Alba en 2º o Javier Carvajal en 3º. Le parece que fueron años muy creativos descubriendo a los grandes maestros de la arquitectura. En 3º, junto con su novio Manuel Berlanga, consiguió un sobresaliente en proyectos. Las relaciones con sus compañeros eran buenas. Había unas 4 o 5 mujeres en cada grupo de 500 estudiantes y no percibían ninguna diferencia de trato por parte del profesorado respecto a los hombres. La relación con los profesores también era buena y mejor aún en los últimos cursos. La única profesora que recuerda era María Luz Rokiski Lázaro, en la cátedra de Historia del Arte de Chueca Goitia, quien, curiosamente, ha publicado un buen número de libros sobre la arquitectura conquense del siglo XVI lo cual le ha valido, entre otros reconocimientos, el de Mujer y Cultura del Ayuntamiento de Cuenca el 8 de marzo de 2018.
Carmen terminó la carrera en 1973 y su proyecto fin de carrera fue un centro cultural en el solar del ‘Campo del Gas’ en Madrid.
Vida profesional
Comenzó en el ejercicio liberal de la profesión en Madrid, haciendo un proyecto de vivienda unifamiliar para un hermano de su padre y un informe pericial sobre el estado de ruina de una corrala, encargo recibido por formar parte de la lista de peritos del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid. Asimismo colaboraba con Manuel Berlanga y Vicente Chiva, por ejemplo, en una hermosa vivienda unifamiliar en Alarcón que no se ha mostrado en la exposición por no aparecer ella entre los firmantes del proyecto, a pesar de que llevó la obra.
Ya a finales de 1974 y siendo que la plaza de Soria había sido ocupada por su hermano, decidieron trasladarse a Cuenca, donde la agenda de relaciones de su entonces marido les ofrecía expectativas de encargos profesionales. Estuvieron varios años en un piso de alquiler hasta que se trasladaron al edificio en el que se celebró el homenaje, su entonces casa y estudio y ahora preciosa Demarcación en Cuenca del COACM. Constituyeron una empresa para poder contratar personal que, más tarde y ya sola y no sin mucho esfuerzo, canceló.
Se abrió entonces una etapa de ejercicio profesional en solitario dedicada a hacer proyectos para la administración, sobre todo la Consejería de Cultura, y en la que compartió estudio, a efectos de recursos y gastos, con tres compañeros que hubo de abandonar por falta de encargos rentables. Continuó haciendo proyectos y obras pequeños (muchos viajes y pocos honorarios), tasaciones, peritajes… incluso dio clases contratada por el Ayuntamiento de Cuenca en proyectos de inserción de colectivos desfavorecidos. Asimismo en el Monasterio de Tejeda en Garaballa con un proyecto de Escuela Taller.
En 1998 la Consejería de Cultura convocó plazas de técnico del patrimonio y a partir de ese momento estuvo en puestos de arquitecto con un intermedio en la Consejería de Bienestar Social. En 2007 aprobó las oposiciones en Cultura como Jefa de Sección de la Unidad Técnica de Patrimonio, cargo que desempeñó hasta su jubilación en 2013.
Precisamente para mostrar su compromiso con el patrimonio, en la exposición que se inauguró ayer, se recogen dos trabajos muy significativos al respecto: la rehabilitación y acondicionamiento interior de la Sala ‘Clemente de Aróstegui’ del Seminario Conciliar de San Julián, de 1998, donde es muy interesante observar las propuestas de color; y toda una serie de dibujos sobre iglesias conquenses en las que después, en mayor o menor medida, se intervenía. Este rasgo de su perfil profesional, el vinculado con el patrimonio y conectado con su vocación social, es muy característico de la actividad de las mujeres arquitectas de su generación, hasta el punto de que se puede decir que las identifica.
Pero no estaría completo este repaso de su trayectoria sin hacer mención expresa de su constante vinculación con el COACM: primero como vocal de cultura, luego formando parte de la junta presidida por Sonia Saiz y siempre activa, colaborativa y participativa en cuantas actividades se desarrollaban.