El 29 de mayo de 1108 tuvo lugar la famosa batalla de Uclés, también conocida como la batalla de los Siete Condes. En dicha batalla, el hijo del rey Alfonso VI, Sancho Alfónsez, se enfrentó al ejército almorávide dirigido por Tamim ibn Yúsuf. Su desenlace fue funesto para Alfonso VI, pues su único hijo varón Sancho Alfónsez perdió la vida.
A mediados del siglo XI, nuestra península se hallaba dividida entre las dos grandes religiones monoteístas: Cristiandad e Islam. En el año 1085, siguiendo la estela reconquistadora de sus ancestros, el rey de León Alfonso VI (1065-1109) rindió la ciudad musulmana de Toledo. Dicha conquista supuso un paso significativo al trasladar la frontera de la Cristiandad hasta el río Tajo. Por añadidura, esta ciudad había sido la capital del antiguo reino visigodo antes de la invasión islámica. En Al-Ándalus, hacía tiempo que el poderoso Califato de Córdoba se había desintegrado en numerosos reinos de taifas, dejando tras de sí una gran inestabilidad política. Estos reinos vieron con peligro el avance imparable de los cristianos, por lo que pidieron ayuda a sus vecinos del norte de África, los almorávides. El caudillo Yúsuf ibn Tasufín acudió a la llamada de sus correligionarios y consiguió derrotar a las tropas de Alfonso VI en Sagrajas (1086) y Consuegra (1097). A su vez, casi todo Al-Ándalus quedó bajo el poder del imperio almorávide en muy poco tiempo. Sin embargo, una nueva batalla entre cristianos y musulmanes se habría de librar en tierras conquenses, concretamente en la población de Uclés.
En 1106, el hijo de Yúsuf, Alí ibn Yúsuf quiso continuar el legado de su padre atacando al reino de Castilla. Eligió para su campaña el enclave de Uclés, sumamente estratégico. Encargó el mando de su campaña a su hermano Tamim ibn Yúsuf, gobernante de Granada. Tamin ibn Yúsuf reunió tropas procedentes de Granada, Córdoba, Valencia y Murcia. Cuando los espías cristianos se percataron de la presencia del ejército almorávide, el joven hijo de Alfonso VI y la princesa musulmana Zaida, Sancho Alfónsez convocó a los nobles castellano-leoneses para hacer frente a la amenaza musulmana. Entre sus hombres se encontraba el capitán Álvar Fáñez, el conde García Ordoñez junto con otros muchos nobles y caballeros.
Los dos ejércitos se encontraron cara a cara el día 29 de mayo de 1108 al suroeste de Uclés. El ejército cristiano cargó primero contra la vanguardia cordobesa con su potente caballería pesada. Sin embargo, a pesar de las numerosas bajas musulmanas, esto fue aprovechado por los flancos del ejército almorávide integrados por las tropas de Valencia y Murcia, para efectuar una maniobra envolvente contra el ejército cristiano. Esto produjo el acorralamiento de las tropas cristianas que trataron de huir sin éxito del campo de batalla. Los hombres de Sancho Alfónsez y de Álvar Fáñez se dividieron. La potente caballería pesada no era idónea para escapar en comparación con la caballería ligera bereber, más rápida y eficaz. Álvar Fáñez se dirigió a Toledo mientras que Sancho huyó al castillo de Belinchón, a 22 km de Uclés. Sin embargo, Sancho fue víctima del ataque de los musulmanes de Belinchón, encontrando su muerte junto con la de todos sus hombres. Cuando los hombres de Álvar Fáñez llegaron a Toledo, Alfonso VI les preguntó por su hijo, pero no obtuvo respuesta. Alfonso VI había perdido a su único hijo varón, además de un gran número de soldados. Nunca se recuperaría de aquella derrota sin paliativos.
Un año más tarde, Alfonso VI falleció dejando una compleja sucesión dinástica. Su hija Urraca I de León (1109-1126) se convirtió en la primera reina europea tras la muerte de Alfonso VI sin heredero varón. Su otra hija Teresa de León, había heredado el condado de Portugal y su hijo Alfonso I se convirtió posteriormente en el primer rey de Portugal. Por otro lado, aprovechándose de su reciente victoria en Uclés, los almorávides trataron sin éxito de reconquistar la ciudad de Toledo en 1109. El arrojo de las tropas al mando del capitán Álvar Fáñez, superviviente de la batalla de Uclés, consiguieron aguantar el asedio. A pesar de sus éxitos militares, el poderoso imperio almorávide entró rápidamente en decadencia dejando paso a los temibles almohades. Todavía quedarían muchos siglos de lucha entre cristianos y musulmanes hasta culminar con la conquista de Granada en 1492 por los Reyes Católicos.