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El día que el tren llegó a Cuenca

El día que el tren llegó a Cuenca

Por Redacción
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localcuencanewses/5/5/16
sábado 10 de agosto de 2019, 12:42h

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El día que el tren llegó a Cuenca fue declarado de fiesta en la ciudad. Hubo repique general de campanas para anunciar a todos el acontecimiento, el público bajó en masa a la estación, encabezado por todas las autoridades, la Banda de Música de la Diputación animó la espera con sus alegres melodías y un desbordado entusiasmo acogió la aparición de la locomotora, que llegaba tras haber hecho las pruebas de resistencia en el puente de hierro sobre el Júcar. A continuación, autoridades, funcionarios y personal de la empresa ferroviaria asistieron a un consistente refrigerio, en el que se pronunciaron encendidos discursos, para ensalzar todos “la majestuosa marcha de ese despertador de los pueblos que viene a nuestro país a inaugurar una era de ventura y desarrollo”. Era el 12 de julio de 1883 y el cándido pueblo conquense estaba convencido de que, con la llegada del tren, se habían terminado los problemas y las penurias.

Habían pasado 27 años desde que en 1856 el gobierno anunció la concesión de la línea Aranjuez-Cuenca, con la que se quería compensar del desaire cometido cuando se aprobó que la línea Madrid-Valencia sería desviada monstruosamente de su trazado natural para llevarla hacia el sur, en dirección Alcázar de San Juan y Albacete, con cien kilómetros más de trayecto, dejando marginada a Cuenca, que intentó por todos los medios corregir el desafuero, sin conseguirlo. Al final solo logró, como postrer consuelo, ese enlace en Aranjuez con la línea principal.

Los avatares, problemas, interrupciones y sinsabores derivados de las obras del ferrocarril por Cuenca ocupan los dos primeros capítulos del libro El día que el tren llegó a Cuenca (y los trenes que nunca llegaron) con el que su autor, José Luis Muñoz, continúa desarrollando cuestiones que tienen que ver con la época contemporánea en nuestra provincia. En ese arranque se incluyen los curiosos comportamientos de las dos instituciones conquenses, la Diputación y el Ayuntamiento de la capital, que formaron parte de la sociedad constructora, con muy dispar actitud entre una y otra.

Si conseguir el enlace en Aranjuez para poder llegar con cierta comodidad a la capital del reino se pudo lograr en 1883, otra historia aún más complicada fue la de rematar la comunicación hacia Valencia, para la que se presentaron tres opciones: la línea Cuenca-Utiel, el ferrocarril a las minas de Henarejos y el tren directo Madrid-Valencia por Cuenca, que aparecen entremezclados, estorbándose mutuamente, hasta que finalmente pudo prosperar el enlace con Utiel, inaugurado por Franco en 1947, en su primera y única visita a la ciudad conquense.

El libro acomete a continuación un análisis crítico sobre el abandono sistemático que la administración (primero el gobierno, luego Renfe) ha mantenido siempre hacia la línea Madrid-Valencia por Cuenca, y que se concreta en dos hechos singulares: nunca se duplicaron las vías y nunca se electrificaron, permaneciendo así en un nivel de ínfima categoría que ha llevado a una progresiva decadencia del sistema, a lo que se une la total retirada de trenes de primer nivel (Talgo, Ter, expresos) y la desaparición de los mercancías.

Un capítulo interesante es el que ofrece una recopilación de todos los proyectos surgidos para establecer otras líneas: con Teruel, con Alcázar de San Juan, con Guadalajara, incluso con Barcelona que, de haber prosperado, ofrecerían hoy un espectacular mapa ferroviario en la provincia de Cuenca.

En otro capítulo de analiza el desarrollo de la construcción del AVE, incluyendo las sucesivas polémicas suscitadas hasta definir el trazado que habría de ser definitivo, así como la conflictiva cuestión de los terrenos de la estación en Cuenca.

Por último, el libro ofrece dos apéndices, uno dedicado a la situación de la estación del tren convencional, en el centro de la ciudad, y a los múltiples intentos efectuados para conseguir la utilización de esos terrenos y otro en el que se expone la llamativa situación de la línea Cuenca-Utiel a través de la cuenca del río Cabriel, con la espectacular sucesión de viaductos que forman un paisaje único así como sobre el proyecto de remodelación y utilización de las preciosas estaciones que jalonan ese recorrido.

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