Si hay un día en la vida de un quiterio que suponga el cénit de la pasión por Santa Quiteria es, sin lugar a dudas, el sábado, día de la procesión. Ese día las calles del barrio de San Gil se engalanan para recibir a su patrona. Las campanas de la ermita comienzan sus tradicionales repiqueteos y los nervios comienzan a adueñarse de todos.
Agolpados frente a la puerta de la ermita los quiterios esperan impacientes el sonido de esa trompeta que inicia el himno nacional y la salida de la Santa. Unas vivas se oyen cerca, y ahora otras, y otras más. Y cientos de lágrimas resbalan por las mejillas de quienes por fin, ahora sí, ven a la esplendorosa Santa Quiteria fuera de la ermita recibiendo a todos sus fieles devotos.
Es imposible describir con palabras lo que sucede alrededor de la Santa, mires donde mires, los quiterios no paran de ensalzar a su querida patrona a golpe de vivas, poemas y lágrimas. Es el momento de los recuerdos por los que ya no están, es el instante de acordarse de los momentos pasados, de emocionarse, de sentir y de sonreír junto a los tuyos por el presente. Es el momento de mirar al cielo y dar gracias porque un año más, aquí estás, blanca paloma.
Tiempo hay por supuesto para que, antes de iniciar la procesión que la llevará por las principales calles del barrio, los más jóvenes agasajen a Santa Quiteria con las tradicionales danzas y loas para las que llevan ensayando durante todo el año.
Iniciada la procesión, se oirán diversos cánticos, poemas, vivas y algún que otro solo de trompeta desde los balcones de las casas, y también, como no podía ser de otra manera, los quiterios recién nacidos tendrán su lugar en el parque de La Chopera para montarse en andas de su santa y convertirse, de manera oficial, en quiterios de corazón.
Llegado el momento, Santa Quiteria deberá volver a su ermita donde esperará hasta el año siguiente para volver a pasear por las calles del barrio de San Gil. Antes, sin