Soberanía es un término que no admite silencios cerrados. Hay quien lo invoca en el nombre de pueblos y naciones artificiales. Otros (más impopulares en los últimos años) lo utilizan en un sentido amplio y abierto, atribuyéndole la capacidad de ser extensible a diversos territorios, lenguas y personas componiendo estructuras complejas pero necesarias como la Unión Europea. Es precisamente en este proceso de cesión de soberanía por parte de los Estados-Nación en virtud de entidades supranacionales donde surge una paradoja interesante: los gobiernos y las administraciones públicas más próximas a los ciudadanos son las que tienen menos “poder” para resolver sus problemas. Nos estamos refiriendo por supuesto a los Ayuntamientos.
En perspectiva comparada, nuestros gobiernos locales se encuentran entre los países de Europa con menos capacidad de gasto público y, lejos de cumplir con la inspiración de la Carta Europea de Autonomía Local, han visto reducidas sus capacidades para actuar sobre los intereses de sus ciudadanos. Sometidos a normas de estabilidad presupuestaria cada vez más estrictas, se ha puesto en duda su capacidad para transformar la sociedad y mejorar la vida de las personas. La escasa incidencia de sus políticas sobre aspectos como el empleo o la desigualdad contrasta con su papel como principal conector entre el ciudadano y la administración.
Estas evidentes limitaciones normativas a las que están sujetos los gobiernos locales podrían llevarnos a la conclusión de que apenas existen diferencias sustantivas entre los gobiernos formados por partidos de izquierdas y los gobiernos compuestos por partidos de derechas en nuestros pueblos. A pesar de que la evidencia empírica constata que los márgenes legales y políticos tienen su peso y que posiblemente el contraste entre una y otra gestión no sea tan distinta como unos y otros sugieren, sí que existen algunos elementos distintivos.
Una primera diferencia estriba en el aspecto del gasto realizado. El estudio de Oliva (2015) indica que aunque tanto los gobiernos locales de derechas como los de izquierdas tienden a incrementar el gasto público en el último año de la legislatura (lo que se conoce como ciclo político presupuestario) los segundos tienden a aumentar dicho gasto antes que los primeros generando ciclos presupuestarios más amplios. Este hecho nos sugiere algo que otros estudios sobre gobiernos locales comparados han demostrado. Los gobiernos de izquierdas (tanto a nivel estatal como a nivel local) tienden a ejecutar un gasto público superior en comparación con los gobiernos de derechas.
En segundo lugar, otra divergencia en la gestión pública en función de la ideología del incumbent (titular del gobierno) la encontraríamos en el grado de transparencia. Tal y como demuestra el estudio de Guillamón, Ríos y Oliva (2011) “los gobiernos progresistas están dispuestos a implementar mayores niveles de transparencia que los conservadores, intentando de alguna manera justificar su apuesta por un mayor sector público”. La nota media de los municipios gobernados por alcaldes progresistas en el índice de transparencia financiera es 14 puntos superior a la de los municipios gobernados por alcaldes conservadores.
Por último, podemos encontrar también discordancia entre izquierda y derecha a la hora de tomar medidas cuando se produce una pérdida de dinero que proviene de las subvenciones para el municipio. Mientras los gobiernos de orientación progresista tienen a mantener el gasto aunque eso implique aumentar la deuda, los gobiernos conservadores optan por subidas de impuestos. Así lo expone en sus conclusiones el estudio de Lago Peñas (2004).
Las elecciones de 2015 y el aumento de la fragmentación electoral en los municipios de toda España (también en los de Castilla-La Mancha) plantean nuevos desafíos para los estudiosos del gobierno local. Aunque ya tenemos datos que nos indican algunos de los efectos de los gobiernos de coalición (mayor gasto y transparencia) en el mundo local, la incorporación de nuevos actores políticos nos obliga a seguir profundizando en el estudio del peso de la variable ideológica en la gestión pública municipal. En un contexto de recuperación económica pero también todavía de crisis de representación política no todos los actores podrán dar solución a nuestros problemas. Sería bueno (para todos) que no subestimáramos el peso de la ideología en el futuro del mundo local, especialmente en una región como la nuestra, que pertenece de una forma muy particular a este mundo. Sólo aquellos que crean en el papel de los Ayuntamientos como “gobiernos” y no como meros “administradores” podrán comprender la importancia de hacer una buena gestión de lo cercano.
Ignacio Casillas Saiz
Politólogo por la Universidad de Valencia y secretario de Formación de Juventudes Socialistas de Cuenca