El viernes, día de la víspera, es uno de los días más emocionantes del año, al menos para los quiterios. El retumbar de los primeros cohetes de la mañana, el sonido a lo lejos de la gaitilla que lleva la brisa y acaricia los oídos, la puesta a punto que supone ponerse la camiseta con la imagen de la santa, los nervios al escuchar en la lejanía los pitos de los coches que acompañan al autobús de la banda de música, y cómo no, el sabor de la primera nota de la trompeta que anuncia el comienzo del primer ‘galopeo’. Es ese momento en el que un quiterio siente que algo muy grande está a punto de empezar. Y empieza.
El primer ‘galopeo’ supone un estallido de energía y alegría. Pronto se escuchan los primeros vivas, los primeros cánticos, las primeras sonrisas, y también, las primeras lágrimas de emoción. El ‘galopeo’ recorrerá toda la calle Nueva hasta acabar en la Torre del Reloj. Durante su trayecto, se realizan varios descansos en los que se da una tregua a los músicos y quiterios, invitándoles a una de las bebidas más típicas de estas fiestas, la limoná.
Pasada ya la media tarde, se realiza un nuevo ‘galopeo’, esta vez más corto y de menor duración, que acabará en el parque de la Chopera. Da comienzo de este modo, la verbena que amenizará la tarde, y posteriormente toda la madrugada, hasta el comienzo de un nuevo ‘galopeo’ a las diez de la noche.
Una vez concluido éste, los quiterios, comienzan el baile al son de la gaitilla y el tamboril por las calles del barrio. Y mientras van bailando, tras un día plagado de emociones, es inevitable mirar al cielo y pensar: todo esto va por ti Quiteria, la del Barrio de San Gil.
Alberto Martínez Bonilla