Mayo. Nunca una palabra ha significado tanto ni ha traído tantas emociones como ésta. Mayo, el mes de las flores, de las emociones, del dulce olor a hierba reciente y, sobre todo, el mes de los optenses. En Huete, el mes de mayo, es el símbolo de la nostalgia, la alegría y la pasión. Es difícil describir con unas simples palabras el significado emocional que las fiestas de Huete suponen, no sólo para sus habitantes, sino para toda aquella persona que se acerca a conocerlas durante esos días. Sin pensarlo, sin remediarlo, es imposible no caer rendido ante el esplendor y la pasión que desprenden los optenses ante sus fiestas en el mes de mayo. San Juan y Santa Quiteria están clasificadas de Interés Turístico Regional, y no es de extrañar. Sus danzas ancestrales, “galopeos”, costumbres culinarias, loas, acérrimos sentimientos…todo ello se agolpa de manera brillante durante los días de la fiesta, e incluso días antes, desde el comienzo de las novenas. Si hace un par de semanas eran los juanistas quienes festejaban por todo lo alto su fervor a San Juan, ahora es el turno de los quiterios, y de su amada Santa Quiteria.
Es por ello, que el jueves 24 de mayo es un día muy especial. Desde muy temprano se empiezan a notar esas mariposas revoloteando por el estómago de todos los quiterios. Saben que sus días de honor a su patrona se acercan, ya se pueden casi tocar con las puntas de los dedos y están muy palpables en el ambiente. De repente, el sonido de un cohete se oye en la lejanía. Y al rato, otro. Y otro más. El corazón del quiterio se agita y acude rápido a poner el himno de Santa Quiteria en su equipo de música, para proseguir con las marchas militares y casi, de manera ferviente, como si de un ensayo se tratase, acabar en el salón de su comedor ‘galopeando’ o bailando al son de la dulzaina y el tamboril. Durante la tarde, se pueden ver a los más jóvenes del barrio recorriendo nerviosos sus calles terminando de decorar el camino que su amada Santa recorrerá el sábado, día de la procesión. Todo debe quedar perfectamente engalanado para la ocasión.
A la hora de la cena, los quiterios se juntan para conmemorar juntos y ya sentir lo que en los próximos días será una realidad. Todos en comunión, llenan la cena de vítores con vivas y cánticos, ‘galopeos’ alrededor de la mesa, y algunos, sin poder contener la emoción, sueltan ya la primera lagrimilla de las muchas que saldrán a lo largo de las fiestas. Alrededor de la medianoche, cuando la aguja marca el comienzo de un día nuevo, se produce el pregón de la fiesta, siempre a cargo de un quiterio distinto cada año. De este modo, da oficialmente el comienzo a la esplendorosa fiesta de Santa Quiteria.
La gaitilla empieza a sonar, el tamboril hace el primer repiqueteo, y los pies de los quiterios, irremediablemente empiezan a bailar. Ha dado comienzo lo que se conoce como ‘noche de las banderas’. Ésta consiste en terminar de adornar con banderas un trozo de la calle principal por la cual, dentro de unas pocas horas, comenzará el primer galopeo de la fiesta. Banderas rojiblancas teñirán el barrio de San Gil y cientos de corazones.
Alberto Martínez Bonilla