Cuando la oscuridad invada la vieja ciudad castellana de Cuenca, la bulla de la madrugada se habrá tornado en mutismo total. Propios y extraños estaremos absortos acompañando el Santo Entierro, siendo compañía de Soledad y escolta del Yacente en el trayecto desde el Gólgota hasta el Santo Sepulcro.
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