La procesión del Miércoles Santo conquense nos traslada desde el Cenáculo a Getsemaní, dejando desamparado al reo cuando entrada la noche y, nuevamente en Monte Sión, sea introducido en Casa de Caifás. Nos habrá dado mientras tanto tiempo para oír cantar al gallo. Ella ya es Amargura.
Largas filas de nazarenos, y un gran gentío abarrotando las calles de la zona nueva y del casco antiguo de la ciudad, con su respetuoso silencio, dieron color y calor al Miércoles Santo de la Semana de Pasión conquense.