La conmemoración del 25 de noviembre nos llega, una vez más, con el asesinato de otra mujer a manos de su pareja o expareja. Por desgracia, no es difícil si tenemos en cuenta que, solo durante este año, se han asesinado a 45 mujeres. Y ese número solo refleja las muertes, si ampliáramos el dato a violaciones, abusos, malos tratos o discriminación, nos echaríamos las manos a la cabeza.
Y esa imagen es la que nuestra sociedad debe adoptar. Debemos echarnos las manos a la cabeza como sociedad ante una lacra que nos persigue y que no conseguimos erradicar. Un tumor que no extirpamos. Una enfermedad que puede matarnos como colectivo, como sociedad.
A estas alturas ya prácticamente nadie duda de que existe una raíz en este problema que no está en esos datos, sino en la discriminación diaria de una sociedad creada alrededor del hombre y que éste sigue ejerciendo un control sobre ella y todo lo que la compone, incluida la mujer.
Debemos actuar sobre nuestros jóvenes y debemos hacerlo con la máxima celeridad. No podemos consentir que acepten un orden social que defiende la supremacía de un sexo sobre otro. Es una desigualdad inexplicable, insostenible y que debemos erradicar desde la más tierna infancia. En estos días, por desgracia, hemos caminado hacia el lado contrario cuando, se pone el foco en una niña violada, en sus actuaciones personales, en su vestimenta u horarios… El foco de la violencia está en el emisor de la misma y todo lo que no sea mirar hacía ese lado para buscar la solución es tergiversar interesadamente, es confundir para mantener el sometimiento.
Por ello, creemos que este 25 de noviembre debe tener los actos institucionales oportunos y trabajar porque este problema se siga visualizando con la agudeza necesaria. Pero debemos también saber que estos actos no resolverán el problema. Que las palabras, sin hechos, quedarán vacías y que si sabiendo esto no actuamos de manera diferente, seremos cómplices.
Necesitamos un verdadero pacto de Estado contra la violencia machista y necesitamos, sobre todo, que tenga un calendario de aplicación de todas y cada una de sus medidas y los medios económicos y recursos humanos suficientes. A nivel rural, la recuperación –en ciertos casos donde la crisis ha hecho mella- de los centros de la mujer y de todas las y los profesionales que en ellos trabajan y, por supuesto, la ampliación de todos sus recursos para mejorar los servicios que se prestan son, a día de hoy, imprescindible.
Como lo es también identificar todo tipo de violencia contra la mujer, no aceptando la más mínima de ellas y empezando, por supuesto, por todo tipo de discriminación, por ejemplo, en el mundo laboral.
Los ayuntamientos, unidos a todas las instituciones del Estado, deben tener la financiación necesaria para actuar con rapidez cuando es necesario –cosa que hoy, con las leyes antiayuntamientos, no sucede- y para fomentar, con partidas específicas y suficientemente dotadas, la lucha contra el machismo social.
Es otro 25 de noviembre y la tarea que tenemos por delante nos hace pensar que no será el último que haya que conmemorar, pero debe servirnos para marcar un punto de inflexión, para coger el camino a la solución y no al mantenimiento del problema.
Jéssica Mínguez Delgado y Jacobo Medianero Millán
IU Mota del Cuervo