Te escribo estas palabras desde la pena y el cariño, y eso que no nos conocíamos, quizás nos cruzamos alguna vez por las calles de Cuenca, pero no tuvimos la oportunidad de conocernos, porque alguien pensó tener poder sobre ti y decidió acabar con tu vida, y con ella acabar con la vida de Laura, y a su vez acabó con vuestros sueños, destrozó a vuestras familias y seres queridos, y nos dejó a mucha gente sin la oportunidad de conocernos.
Hay quien pensará que porqué escribo esta carta, y es que me dueles, me duele que un ASESINO decidiese acabar con lo más valioso que tenemos: la vida, tu vida y la de Laura, y me duele que ahora en el proceso de juzgar al único acusado por vuestra muerte se cuestionen ciertas cosas. Yo no soy jueza, ni tengo conocimientos jurídicos, eso se lo dejo a quienes saben, y les pido que caiga el mayor peso de la ley sobre él, y se haga la mayor justicia posible. Pero soy mujer, y se lo que eso conlleva, lo que la sociedad nos deja de regalo desde que nacemos, y es la vulnerabilidad hacia los hombres que se creen que somos su propiedad y pueden hacer con nosotras lo que les venga en gana.
Se ha hablado en el juicio oficial, y en el que se hace paralelamente en las calles, corrillos y bares, de porqué no denunciaste, como si eso te hiciese de alguna forma más responsable, o menos victima; cómo si hoy en día denunciar significase que ya no podía hacerte más daño... Sólo hace falta ir a los datos, y ver que está creciendo el número de asesinadas con denuncia previa, aun tengo en la mente clavada la noticia de la chica que murió en Murcia, mientras ella denunciaba, él compraba la escalera y el cuchillo que le permitió acabar con su vida. También se cuestiona a tu entorno, quienes te dieron apoyo, cariño y soporte para que siguieses adelante, no denunciaron, pero no las hace responsables, ni hace que mirasen para otro lado, siguieron acompañándote, cosa que la justicia, por muchas denuncias que haya, no siempre hace, ellas estuvieron y hoy están contigo, luchando y apoyándote.
Pero Marina, somos mujeres y siempre se nos pone en duda a nosotras, nadie, de los que sí podían haberte salvado hizo nada. Él ya tenía una condena, hasta estuvo en la cárcel, y ya lo dice nuestra Constitución, el fin de las penas privatorias de libertad es la reinserción del condenado. Aquí es donde el sistema y el Estado fallaron. El no se reinsertó, y pudo libremente seguir sintiéndose con poder sobre la mujer. ¿Si la justicia y el Estado no pudieron frenarlo, porqué ibas a poder frenarlo tú? Nadie se cuestiona esto, es más fácil cuestionarte a ti, cuando bien es sabido que en una relación de maltrato, el maltratador anula a la persona maltratada, y eso conlleva la naturalización de la situación, además de crear miedo, y todas sabemos que el miedo nos paraliza. Tú optaste por alejarte de el, sentimental e incluso poniendo muchísimos kilómetros por medio, esperando que así la distancia hiciese el olvido.
Y cuando tú te vas reponiendo, cuando tus ojos vuelven a brillar, cuando te estás recuperando a ti misma, cuando el miedo se va disolviendo, y tu vida se va rearmando, cuando piensas que ya llega el final de esa pesadilla, él decide cómo va a ser el final.
Marina, mi niña, no, tú no eres responsable de nada, tú fuiste valiente, fuiste fuerte, sólo querías quererte, ser una persona libre, amar y ser amada con respeto, vivir, ser feliz, y es que eso es lo que tú te merecías, no lo dudes ni por un segundo, que tú merecías