El Teatro Auditorio de Cuenca celebró el concierto "De Cuenca a Viena", un diálogo musical entre Santiago de Pradas y Mozart. La Orquesta y Coro de la SMR interpretaron el "Miserere" de Pradas y el "Requiem" de Mozart, destacando la fusión de patrimonio local y música universal, cautivando al público.
Anoche, el Teatro Auditorio de Cuenca acogió una de las veladas más esperadas de esta edición de la Semana de Música Religiosa (): el concierto “De Cuenca a Viena”, un diálogo musical entre dos compositores contemporáneos del siglo XVIII, Santiago de Pradas y Wolfgang Amadeus Mozart, que compartieron época y que anoche fueron reunidos en un mismo programa que quedará para el recuerdo como atestigua el gran y cálido aplauso del público al acabar.
Bajo la batuta del director artístico Andoni Sierra, la Orquesta y Coro de la SMR Cuenca, la formación del festival firmó un concierto de gran impronta musical y también simbólica. Una producción propia que enlaza lo local con la recuperación patrimonial con una obra universal del repertorio sacro, en una muestra de la vocación del festival por fortalecer su labor comprometida con la recuperación histórica y el patrimonio conquense.
El Miserere de Santiago de Pradas vuelve a ver la luz en Cuenca
El concierto se abrió interpretando por primera vez en la época moderna el recuperado “Miserere” de Santiago Pradas quien fuera maestro de capilla en la Catedral de Cuenca desde 1797, aunque al principio de manera interina, con veinte años tras la jubilación de Pedro Aranaz. La partitura fue compuesta un año después, en 1798 y hay quien dice que cautivó el corazón de la reina Victoria de Inglaterra. Esta joya musical ha estado oculta durante dos siglos en los archivos de la catedral hasta que ha sido rescatada gracias al riguroso trabajo del musicólogo conquense José Luis de la Fuente Charfolé. Gracias a su gran labor, esta obra ha logrado resonar de nuevo en la ciudad que la vio nacer.
La música de Pradas es de un estilo de incipiente neoclasicismo que fusiona la escritura vocal española de la época de coros a ocho voces. El grupo vocal que presenciamos en el concierto estaba compuesto por destacados solistas que deleitaron con su interpretación llena de sensibilidad:
Los intérpretes fueron: Ainhoa López de Munain (tiple I), Lucía Gómez (tiple II), Haizea Lorenzo (tiple III), María Izaga (alto I) Mirari Pérez (alto II), Aitor Garitano (tenor I), Jesús García Aréjula (tenor II) y Javier Cuevas (bajo).
El trabajo de dirección alcanzó un equilibrio perfecto entre la precisión y la expresividad de la obra. Un gran trabajo polifónico que sonó lleno de color. Un “Miserere” realmente emocionante por su calidad musical y también por su valor de gran simbolismo para con el público y el patrimonio conquense.
La octava vez del Requiem de Mozart en la SMR que nunca se repite
La segunda parte del programa estuvo dedicada a una obra ampliamente representada en Cuenca, octava interpretación en el festival, pero que sigue provocando una emoción difícil de igualar: el Requiem en re menor K.626 de Mozart. Mozart escribió esta obra en Viena en el final de su (breve) vida. Era 1791, sólo siete años antes de que Santiago Pradas escribiera su Miserere en la Cuenca de finales del siglo XVIII.
Desde los primeros compases del Introitus, quedó claro que esta no iba a ser una interpretación más. La Orquesta y Coro de la SMR Cuenca ofreció una lectura con una profundidad emocional arrolladora. La formación, compuesta por extraordinarios intérpretes nacionales, muchos de ellos habituales en los mejores conjuntos nacionales, mostró una compenetración y musicalidad sobresalientes.
El excelente cuarteto solista estuvo formado por Ainhoa López de Munain (soprano), Lucía Gómez (mezzosoprano), Aitor Garitano (tenor), Jesús García Aréjula (barítono) y destacó por su claridad y equilibrio.
En los grandes números corales la formación tuvo un gran poder expresivo: el Dies irae sonó maravilloso con una fuerza contenida, sin manierismos. El Confutatis alternó luces y sombras con magistral control y el Lacrimosa, con un tempo medido y un fraseo conmovedor, logró crear uno de los silencios más sobrecogedores de la velada.
Este proyecto de orquesta y coro propios, al estilo de festivales europeos, permite programar con libertad, como explica el propio Andoni Sierra: “La idea de la creación de una formación propia surge del convencimiento de que es la mejor forma de programar a la carta, sin tener que pasar por ciertas imposiciones de programadores o grupos que estén de gira con un repertorio que no es el que queremos programar”.
Con “De Cuenca a Viena”, la SMR ha conseguido ofrecer un extraordinario relato sonoro de dos obras que encajaron perfectamente en sonoridad y unidas sin miedo, de tú a tú. El legado histórico de la ciudad con la historia de la música universal. Una noche para el disfrute musical y también para el orgullo. El patrimonio volvió a la vida y el arrebatador Mozart volvió a conmover, con toda su fuerza, o más aún, en un público entregado que aplaudió la valiente y magnífica propuesta con entusiasmo. Una velada para el recuerdo.