Pedro Cifuentes, conquense y bombero en Madrid y apasionado alpinista, combina su trabajo con la escalada. Ha vivido experiencias extremas, desde el 11-M hasta ascensos en Himalaya y Patagonia. Reconocido por sus hazañas, su vida será llevada al cine. Planea aventuras tras su jubilación en 2030, mientras sigue apagando incendios.
En la vida del conquense Pedro Cifuentes, de 55 años, anida una dualidad: su pasión, el alpinismo, y su deber, garantizar la seguridad de los madrileños como bombero de Madrid. Del horror del 11-M a la soledad de la Patagonia chilena, de las llamas del Windsor al hielo del Himalaya, tuvo claro que para subir paredes tenía que apagar incendios antes.
“Siempre digo que mi profesión es alpinista y en mis ratos libres soy bombero”, bromea, o no tanto, en conversación con EFE. Ahora, una exposición con motivo de las festividades de San Juan de Dios, el patrón de los bomberos, rinde homenaje a su figura como escalador y profundiza en la simbiosis entre esas dos facetas de su vida, dos mundos que, lejos de enfrentarse, se retroalimentan.
“Hay mucha similitud. Son situaciones de mucho peligro en las que tienes que tomar decisiones muy rápido. Con las decisiones que tomes vas a salvarte o te vas a meter en problemas. La preparación mental a la hora de tomar estas decisiones me ayuda mucho en mi trabajo como bombero. En un accidente o en un incendio hay que ayudar, hay que hacer algo. Tienes que estar muy implicado”, analiza en conversación con EFE.
Alpinista por convicción, bombero por necesidad
Su entrada en el cuerpo de Bomberos del Ayuntamiento de Madrid no fue por vocación. Fue más bien una consecuencia, una vía para desarrollar su pasión, el alpinismo. Necesitaba un trabajo que no fagocitara todo su tiempo.
“Yo quería tiempo libre para hacer escaladas y expediciones. Tuve claro que tenía que ser bombero para ser alpinista”, explica. Estuvo preparándose las pruebas durante seis años hasta que entró en el cuerpo en 1999. A partir de entonces, combinando su labor en Madrid, empezó a entrenar y a dedicarse profesionalmente al alpinismo.
El año 2003 fue el embrión de su trayectoria alpina, con algunas vías relevantes de escalada en el parque nacional de Yosemite (California), incluidas varias en el temido ‘El Capitán’, una monstruosa pared de 914 metros que, en esencia, se erige como el bautismo de piedra de los escaladores más ambiciosos.
Allí coincidió con algunos de los que han sido referentes de una pasión arriesgada y, desde su concepción, solitaria, como los hermanos Hoover, el fallecido Dean Potter o Alex Honnold, la figura más mediática de la escalada mundial, conocido entre el público general por ser la primera persona que llegó a la cima de ‘El Capitán’ en la modalidad de ‘free solo’, es decir, escalada sin cuerdas.
Casi 30 días colgado de una pared en la Patagonia chilena
En 2013, Cifuentes se propuso un reto hasta entonces inédito en la disciplina que le remueve: encadenar en solitario las Torres del Paine de la Patagonia chilena en una travesía integral, tres dientes de granito con una altura máxima de 2.884 metros sobre el nivel del mar en los que el alpinista se encuentra a merced de las violentas tormentas y rachas de viento.
No sólo lo intentó: lo logró. “Estuve 29 días colgado de la pared en solitario. Me llevé material y comida, pensé en hacerlo con estilo pesado. Hizo mal tiempo, estuve muchos días metido en el portaledge (la hamaca que usan los escaladores para dormir colgados de la pared) para que no me pillara el viento y las tormentas. Fue una aventura de las buenas”, rememora.
Su hazaña le valió una nominación para el Piolet de Oro, el equivalente al Balón de Oro en el alpinismo. También recibió la Medalla de Plata al mérito deportivo. El año pasado, además, fue nombrado Hijo Predilecto de Castilla-La Mancha.
Pero no era suficiente. Pedro Cifuentes siempre ha querido “un poquito más”. Por eso, dos años más tarde, cogió un avión a Pakistán, a la cima del mundo: la cordillera del Himalaya, la más alta del planeta.
Llenó la mochila de cuerdas, arneses y mosquetones y se fue al norte del país en busca de la Torre Sin Nombre, de 6.500 metros de altitud, no sin antes realizar una aproximación de cuatro días a pie hasta la gigantesca base de la pared, situada a la espalda del colosal monte K-2.
Pasó 20 días suspendido en el aire hasta que no pudo más. “Me quedé a cien metros. Cogí comida para 15 días, pero lo veía tan cerca que me decía: voy a aguantar, voy a aguantar… Y me tiré para arriba. Lo dejé todo, fui en un estilo alpino, con el saco de dormir y algo de ropa, y al final me pasó factura. Estuve dos o tres días sin comer, tuve congelaciones. El día que me quedaba poco dije: o me doy la vuelta o me muero”, relata.
Del parque de bomberos a la gran pantalla
Entre expedición y expedición, Cifuentes ha participado en 2.600 intervenciones como bombero. En su carrera al servicio de la ciudadanía madrileña, ha estado presente en algunos de los acontecimientos más trágicos de la capital, como los atentados del 11 de marzo, la furgoneta bomba en la terminal T-4 del aeropuerto de Barajas, el hundimiento del Palacio de los Deportes o el incendio del edificio Windsor.
Ahora, su vida y una de sus expediciones, la travesía del Fitz Roy, llegarán a la gran pantalla de la mano del director de cine Rubén Crespo, quien le reconoció al coincidir en una de sus aventuras. El trailer del film, ‘Del fuego al hielo’, fue uno de los doce elegidos entre más de 200 para reproducirse el año pasado en el Festival de Cine de San Sebastián.
A cinco años de cerrar su capítulo como bombero, Pedro Cifuentes ya proyecta algunas aventuras para el día en que se jubile: recorrer América desde Canadá hasta Chile en una furgoneta y llegar a Europa desde Asia con el mismo método de transporte. Pero eso será a partir de 2030. Mientras tanto, todavía quedan unos cuantos fuegos por apagar.