Durante estas fiestas, multitud de personas ultiman sus compras para la gran ocasión. Juguetes, adornos, tarjetas, turrones, regalos… Todo puede parecer poco para conmemorar el nacimiento de Cristo, independientemente de cuáles sean nuestras creencias religiosas.
En los últimos años, hemos sido testigos de eventos tales como la salida de Reino Unido de la Unión Europea, la pandemia de Covid-19, el estallido de la guerra de Ucrania o el deterioro paulatino de la economía mundial. Estos acontecimientos bien podrían hacernos recordar con más fuerza si cabe la verdadera esencia de las festividades navideñas.
Pero, ¿acaso Occidente está perdiendo el espíritu de la Navidad? ¿Nos estamos volviendo cada vez más egoístas e individualistas? Estas son preguntas que vienen resonando de cuando en cuando, sobre todo cuando se aproxima este período tan emblemático. Muchos afirman que existe una grave crisis de valores en la sociedad occidental, más preocupada por lo meramente material.
En esta diatriba, puede que nos venga a la memoria la entrañable historia del escritor británico Charles Dickens (1812-1870), “Cuento de Navidad” (A Christmas Carol), publicada por vez primera allá por el lejano año de 1843. Esta famosa obra tiene lugar en el Londres de la época victoriana, en unas fechas más oscuras que brillantes en las que no todos podían permitirse la celebración de unas fiestas por todo lo alto.
Cuento de Navidad, por Charles Dickens
El protagonista de esta historia es Ebenezer Scrooge, un hombre de negocios bastante malhumorado que desprecia la Navidad. Además, mantiene en régimen de semi-esclavitud a su fiel empleado Bob Cratchit. En el día de Nochebuena, tras despachar de forma descortés a su sobrino, quien le invita a pasar las fiestas con él, y a unos amables señores que le piden dinero para la caridad, el anciano se marcha con su habitual actitud arisca a su casa.
Pero es aquí cuando se le aparece el fantasma de su antiguo socio Jacob Marley para advertirle del cruel destino que le acecha de no cambiar su actitud. Scrooge observa como pesaba sobre su compañero una larga cadena fruto de su inmisericordia y avaricia. El espectro le dice que eso no es nada comparado con lo que le espera a él en la otra vida y por ello recibirá la visita de tres fantasmas como última oportunidad para no ser condenado por siempre jamás.
Estos tres fantasmas (pasado, presente y futuro), van mostrando diferentes episodios en la vida de Scrooge. El primero de ellos, el de las Navidades pasadas, le enseña como era antes de convertirse en el hombre egoísta que es ahora. Scrooge rememora su infancia y juventud con cierto pesar y nostalgia. Es aquí cuando se le aparecen imágenes de su antiguo jefe Fezziwig, quien le trataba como a un hijo, o de su fallecida hermana Fan, con quien mantenía una estrecha relación. Pero también hay otras vivencias más tristes como la ruptura con su prometida Belle cuando el amor por el dinero va apoderándose lentamente de su alma.
El siguiente espectro, el de las Navidades presentes, le enseña el hogar de su sobrino Fred, que siente compasión por su tío a pesar de su carácter, y el de su empleado Bob, cuyo pequeño hijo Tim le aguarda una muerte segura debido a su precaria salud, si no cambia pronto su situación económica. Esta imagen es la que más conmueve al viejo Scrooge. Además, viajan a otros sitios como un barco, un faro o la casa de un minero. En todos celebran las Navidades con alegría. Antes de que se marche este fantasma, aparecen debajo de él dos niños de aspecto harapiento que simbolizan la Ignorancia y la Necesidad, una escena que atemoriza sobremanera al anciano.
El fantasma de las Navidades presentes y Scrooge
El último fantasma, el de las Navidades futuras y el más aterrador de todos ellos, le muestra al anciano el fallecimiento de un hombre al que todo el mundo desprecia. Sus compañeros de profesión no desean asistir al funeral, a no ser que se ofrezca comida gratis. Sus sirvientes le roban todo lo que pueden incluso estando de cuerpo presente. A raíz de los comentarios, el anciano Scrooge poco a poco se va dando cuenta de que podría tratarse de él mismo. Visiblemente afectado, le pide al fantasma que le enseñe a alguien que profese algún tipo de emoción hacia aquel hombre y entonces aparece una familia que se alegra por su muerte, ya que eso significaba que el pago de sus deudas se retrasaba antes de que se revolviera la situación.
Scrooge quiere ver algo ternura y el espectro le muestra la muerte del pequeño Tim, quien no había podido salvarse. Por último, el anciano contempla su propia tumba resquebrajada y olvidada por todos con la inscripción Ebenezer Scrooge. Esta visión le perturba tanto que jura enmendar sus acciones. A la mañana siguiente, el día de Navidad, Scrooge decide visitar a su sobrino y realizar generosas donaciones a los pobres. También le aumenta el sueldo a su empleado Bob para así costear el tratamiento médico de Tim. En definitiva, se convierte en una nueva persona, dispuesta a compartir sus bienes. Esta conocida historia ha sido llevada en incontables ocasiones al teatro, radio, televisión o cine. A pesar de que hayan transcurrido tantos años desde su publicación, su mensaje es más actual que nunca. Quedará por ver si todavía somos capaces de recordar lo que verdaderamente es importante.
Alberto Menéndez