Cuenca

La Real Academia Conquense de Artes y Letras muestra su disconformidad sobre el uso final de la Casa del Corregidor

Redacción | Lunes 13 de junio de 2022

La asamblea general de la Real Academia Conquense de Artes y Letras ha hecho público un extenso comunicado mostrando su disconformidad con el destino finalmente dado a la restaurada Casa del Corregidor, un edificio en el que en un principio se pensó en su día ubicar el Archivo Municipal. En ese comunicado, redactado precisamente en la fecha en que –el pasado jueves– se celebraba el Día Internacional de los Archivos la corporación académica considera que el destino dado al inmueble volvería a poner en evidencia, dice textualmente su comunicado, “el habitual desentendimiento y la absoluta indiferencia, si no desprecio, hacia el Archivo Municipal, puestos de manifiesto por el conjunto de las sucesivas administraciones municipales del último medio siglo al menos, sin que su adscripción política concreta haya establecido diferencia alguna”. La RACAL afirma que así “persiste y se agrava la injustificable situación que afecta al servicio público que el Archivo Municipal de Cuenca ha de prestar” a un servicio que no sólo guarda “pergaminos venerables o papeles amarillentos de siglos pasados” para el trabajo de estudiosos sino también “documentación reciente, originada en los distintos organismos municipales, asiduamente demandada por numerosos usuarios con harta frecuencia desatendidos ahora.” Y es que, sigue diciendo el texto, aunque pueda resultar “más o menos aceptable la ubicación de la sala de trabajo destinada a la consulta de los interesados, un enorme problema afecta sin embargo a la ubicación de los fondos, dispersos en tres depósitos distintos, muy inadecuados dos de ellos y bastante alejados entre sí además” ya que aunque la documentación más antigua adecuadamente guardada y con instrumentos de referencia que permiten localizar con facilidad los documentos esté radicada en el Centro Cultural Aguirre, “otro depósito, provisional” desde hace más de veinte años, se encuentra en los sótanos del Teatro Auditorio, inmediato al cauce del río Huécar, cuya ubicación no parecerá a nadie la más idónea” y “por otro lado, no hace mucho se ha producido el traslado de los fondos más recientes, procedentes en su gran mayoría de la Oficina de Urbanismo, desde un local perteneciente al antiguo grupo escolar Astrana Marín, en el barrio de las Quinientas, hasta una nave situada en un polígono fuera de la ciudad, propiedad de la Diputación Provincial” lo que les haría “inaccesibles sin que importe la urgencia de su consulta.” A todo esto la RACAL suma “la preocupante dotación de personal de este servicio. Tras haber trabajado en él tres funcionarios, después reducidos a dos, desde 2016, una sola persona lo atiende.”

En su comunicado la corporación académica afirma que “resulta chocante que una ciudad como Cuenca que se enorgullece de su condición de Patrimonio de la Humanidad se desentienda, ignore y hasta ponga en peligro la conservación del más que notable legado documental que atesora” ignorando “los preceptos de la Ley del Patrimonio Histórico Español que obliga a instituciones y particulares a preservar los documentos centenarios de cualquier género poseídos”, originando una situación que los académicos consideran que hace imposible el ejercicio del derecho de los ciudadanos a que “los fondos documentales de todo género estén a su disposición sin obstáculos y que éstos se guarden y preserven con todas las garantías”, y a que se les facilite “aquella información que el Ayuntamiento posea tocante a urbanismo, empadronamiento o simplemente proceda de la especial gestión de los asuntos propios de la administración local”. El comunicado se cierra aludiendo asimismo a la apreciable colección artística del Ayuntamiento conquense que no se exhibiría “adecuadamente aunque orne en parte las paredes del Consistorio”

A continuación reproducimos en su total integridad el comunicado de la Academia:

“Aunque, a todas luces, lo que fue una promesa remota se había venido concretando en la ejecución de un proyecto completamente ajeno a ella, la reciente inauguración formal de la llamada Casa del Corregidor de nuestra ciudad nos obliga a realizar las reflexiones que siguen.

En primer lugar, queremos señalar la muy discutible legitimidad y el escaso fundamento de ciertas decisiones de absoluto carácter político finalmente adoptadas desde diversas instancias administrativas, yendo de la estatal a la local. Nos permitimos recordar que los fondos estatales destinados a la restauración del inmueble citado, remontándonos hasta las previsiones hechas para las conmemoraciones de 1992, tuvieron siempre como destino manifiesto su adecuación como sede definitiva para los fondos documentales propios del Ayuntamiento de Cuenca. Vino luego ser beneficiario del llamado uno por cien cultural, la intervención de una Escuela-Taller de titularidad municipal y alguna otra inversión para su mejora hasta que, de manera arbitraria e injustificada, se optó por variar del todo los sucesivos proyectos de restauración trazados hasta entonces, realizándose una transacción incalificable. El Consorcio de la Ciudad de Cuenca iba a disponer de la planta noble de esta casa palacio para instalarse en ella a su anchas a cambio de una contribución económica encaminada a la conclusión de las obras de acondicionamiento, tiempo atrás interrumpidas, que el Ayuntamiento no estaba en condiciones de acometer.

Como resultado final, algunas decisiones ministeriales conservacionistas hasta subrayar sin más lo pintoresco en detrimento de la acertada funcionalidad del edificio, la permanente demanda de espacios administrativos respaldada con arbitrarias prioridades y hasta el reclamo vecinal, sin duda plausible pero también oportunista a veces, han terminado poniendo en evidencia una vez más algo que viene de muy atrás: el habitual desentendimiento y la absoluta indiferencia, si no desprecio, hacia el Archivo Municipal, puestos de manifiesto por el conjunto de las sucesivas administraciones municipales del último medio siglo al menos, sin que su adscripción política concreta haya establecido diferencia alguna.

La consecuencia es que persiste y se agrava la injustificable situación que afecta al servicio público que el Archivo Municipal de Cuenca ha de prestar. Conviene recordar que este archivo, como cualquier otro, no es en absoluto un almacén polvoriento al que, de tarde en tarde, acceden estudiosos raros, preocupados por problemas anacrónicos. Tampoco se custodian sólo en él pergaminos venerables o papeles amarillentos de siglos pasados. Hay además documentación reciente, originada en los distintos organismos municipales, asiduamente demandada por numerosos usuarios con harta frecuencia desatendidos ahora.

Más o menos aceptable la ubicación de la sala de trabajo destinada a la consulta de los interesados, un enorme problema afecta sin embargo a la ubicación de los fondos, dispersos en tres depósitos distintos, muy inadecuados dos de ellos y bastante alejados entre sí además. Radica en el Centro Cultural Aguirre la documentación más antigua adecuadamente guardada y con instrumentos de referencia que permiten localizar con facilidad los documentos. Sin embargo, otro depósito, provisional desde hace más de veinte años, se encuentra en los sótanos del Teatro Auditorio, inmediato al cauce del río Huécar, cuya ubicación no parecerá a nadie la más idónea. Por otro lado, no hace mucho se ha producido el traslado de los fondos más recientes, procedentes en su gran mayoría de la Oficina de Urbanismo, desde un local perteneciente al antiguo grupo escolar Astrana Marín, en el barrio de las Quinientas, hasta una nave situada en un polígono fuera de la ciudad, propiedad de la Diputación Provincial. Carentes antes ya de orden, el embalaje, la instalación presente y la distancia, los hacen del todo inaccesibles sin que importe la urgencia de su consulta. Y conviene añadir que no sólo son inaccesibles ahora; al no haber instrumentos previos de descripción de los mismos, ni tampoco estar al alcance del actual responsable del archivo la posibilidad de realizarla, no hay manera de recuperarlos por el momento ni tampoco de aprovechar en consecuencia la información que estos papeles contienen, sin duda imprescindible para muchos ciudadanos.

A lo dicho cabe añadir la preocupante dotación de personal de este servicio. Tras haber trabajado en él tres funcionarios, después reducidos a dos, desde 2016, una sola persona lo atiende. Un archivero, promocionado al grupo A desde el grupo B de la administración local al que se hallaba adscrito, con muy escasa cualificación profesional demostrada. De esta singularidad se deriva una absoluta desatención a los posibles usuarios, justificada en alguna ocasión por la obligada itinerancia a que la mencionada dispersión de fondos obliga, pero puesta de manifiesto en el día a día del servicio: no hay un horario preciso al que atenerse a la hora de intentar realizar consultas ni tampoco respuesta cuando se acude al teléfono para concertar una cita y asegurarse la continuidad en el acceso a la documentación. De todo ello son numerosas y reiteradas las quejas aunque no parece que estas hayan trascendido más allá del comentario privado. Tampoco parece que a la actual corporación municipal ninguno de estos pormenores parezca preocuparle, dada la indiferencia y despreocupación con que los considera en la misma línea negligente de sus predecesoras.

Resulta chocante que una ciudad como Cuenca que se enorgullece de su condición de Patrimonio de la Humanidad se desentienda, ignore y hasta ponga en peligro la conservación del más que notable legado documental que atesora. Se ignoran sin más los preceptos de la Ley del Patrimonio Histórico Español que obliga a instituciones y particulares a preservar los documentos centenarios de cualquier género poseídos. Conviene recordar, siquiera en el plano posibilista y poco real, que dicha ley prevé la incautación por parte del Estado de los fondos mal conservados y considera la subsidiariedad de éste a la hora de otorgarles una instalación correcta.

Los documentos son la piedra de toque sobre la que asentar en muchos casos la conservación y mantenimiento de los inmuebles de carácter histórico protegidos y hasta de los espacios naturales que constituyen nuestra singularidad urbana. Conocer el pasado es un derecho de la ciudadanía y de ahí la necesidad de que los fondos documentales de todo género estén a su disposición sin obstáculos y que éstos se guarden y preserven con todas las garantías. Tiene además el ciudadano derecho a que se le facilite aquella información que el Ayuntamiento posea tocante a urbanismo, empadronamiento o simplemente proceda de la especial gestión de los asuntos propios de la administración local. La situación presente de los papeles del Archivo Municipal de Cuenca hace imposible el ejercicio de tal derecho constitucional y no cabe duda de que la resolución de este asunto reclama una actuación urgente que remedie la plural negligencia que en estas líneas destacamos, acentuada por la despreocupada pérdida ahora de una ocasión más de remediarla.

El Ayuntamiento posee una colección artística apreciable en parte almacenada y que, por razones materiales de espacio y debido a la incompetencia funcionarial, no exhibe adecuadamente, aunque orne en parte las paredes del Consistorio. Una ciudad estimada Patrimonio de la Humanidad puede dar cuenta de su devenir histórico para hacer comprender a propios y extraños la oportunidad del galardón. Ambos propósitos habrían de coincidir con lo dicho acerca del fondo documental del archivo y la atención que merece. Rechazamos por todo ello cuantos truculentos proyectos han sido aireados hasta aquí por políticos poco advertidos y charlatanes rampantes, encaminados a convertir la Casa del Corregidor en un recurso turístico de impacto populachero, abandonándose la posibilidad de ofrecer una imagen seria y coherente de nuestro pasado en clave actual, proyecto al que prestaríamos todo nuestro apoyo y oportuna colaboración llegado el caso.”

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