Sentado bajo el porche de mi humilde, modesta, pero afable casita de Ruidera, intento sobreponerme a la desilusión, muy personal, de intentar comprender que los hombres y las mujeres, a cientos, que nos dedicamos, de forma voluntaria a trabajar por la mejora de la calidad de vida de las personas con discapacidad, mayores, mujeres, inmigrantes y todas aquellas que están en claro riesgo de exclusión social, somos como muy bien lo describe Anthony Mello, en su obra “El canto del pájaro” somos ricos, muy ricos, pues nos tenemos los unos a los otros; pero no tenemos dinero, y seguramente está muy lejos el día en que además de ser ricos, tengamos dinero.
Tenemos la inmensa fortuna del pescador satisfecho, pescamos poco a poco, pero nos sentimos felices con nuestra cosecha. No vamos a ganar dinero, no vamos a poder comprar una barca muy grande y ponerle un motor que nos permita pescar en aguas profundas, ganar mucho dinero y ser ricos; entonces seríamos publicados en algunos medios de comunicación, podríamos ser transparentes y claros, y describir, con nombres y apellidos, a personajes funestos y aciagos que algunos medios nos han censurado.
Debemos utilizar la astucia y la razón para no morir de amor como le sucedió al rey musulmán enamorado de su esclava, a quien quiso desposar pero no pudo; tuvo que elegir entre verla morir de amor o dejarla en brazos de su amado para poder seguir contemplándola. Preferimos seguir contemplando la vida, pero con realismo; es cierto que la gratitud en silencio no sirve de nada y por eso somos agradecidos y ponemos en valor las muchas cosas que se han conseguido en estos últimos años; nuestro colectivo ha avanzado, y mucho, en la certeza, certidumbre y seguridad a la hora de normalizar nuestros pagos y garantizar los servicios y el salario de nuestros trabajadoras y trabajadores; es un avance vital en nuestro sector; aun así muchas compañeras y compañeros piensan que los recursos pueden ser insuficientes; pero, seamos serios, que alguien me diga cuándo los recursos no son insuficientes ante el crecimiento y la adaptación a las necesidades de los tiempos; la economía es eso, la administración de los recursos escasos; la economía social es la justicia de esa administración de recursos escasos. Es decir, que los recursos lleguen de forma regular a todos, pero especialmente a quienes más los necesitan.
No busquemos árboles embrujados, ni voces misteriosas que nos prometan los siete tarros de oro y nos hagan infelices por hacernos perder el tiempo intentando, a costa de lo que sea, rellenar el único tarro que se encuentra medio vacío. No dejemos de compartir la felicidad de nuestros usuarios y usuarias perdiendo el tiempo en buscar el oro suficiente para rellenar el único tarro que no está lleno del todo. Si nos empeñamos conseguiremos, tal vez, rellenar ese tarro, pero nos daremos cuenta de que el oro no se nos dio para ser gastado; serán otros quienes dispongan del `poder que les hemos otorgado. Recuperemos, mis queridos compañeros, la unión con todas las organizaciones y sigamos repartiendo de forma social, pero justa, los recursos de los que disponemos. Avancemos, pero por el camino adecuado; recuperemos la memoria y no demos ni un paso atrás.
No existe la manzana perfecta. Nasruddin al mostrar la manzana del jardín del Edén a los presentes la mostró buena por un lado y mala por otro; ¿Cómo es posible que una manzana celestial no sea perfecta? Nasruddin argumentó de la siguiente manera:
¿Puede un hombre callar cuando es silenciado por denunciar la prepotencia, la arrogancia y el abuso porque algún medio prefiere ver la manzana medio sana y no medio podrida? Puede, sin duda, pero no debe.
En momentos como este en los cuales intentamos ser modestamente correctos; intentamos defender lo mejor para nuestro colectivo e intentamos ser audaces y atrevidos, pero no temerarios, siempre recurro a mi poeta preferido, Mario Benedetti, para que me eche una mano.
Sigamos defendiendo la alegría como una trinchera, defendiéndola del escándalo, la rutina y la miseria. Defender la alegría como un principio, defenderla del pasmo y de las pesadillas, de las dulces infamias y de los graves diagnósticos. Defender la alegría como una bandera, defenderla del rayo y la melancolía, defenderla de los retóricos y de los canallas. Defender la alegría como un destino, defender la alegría como una certeza.
En este objetivo estaremos siempre con los que comparten la alegría y el gozo de construir una sociedad lo más justa posible, ayudando a quienes más lo necesitan y huyendo de aquellas personas que ponen el interés personal, muy por encima del interés de los más débiles y los más necesitados.
Defendamos la alegría y sigamos construyendo la “Plena Inclusión” de todas y de todos aquellos por los que trabajamos; hagamos una casa cada día más grande, más feliz, más solidaria y llenémosla de esas maravillosas sonrisas que son, como nubes de algodón que nos enseñan el camino más directo a la felicidad; la autopista hacia el cielo que nos mostraba mi recordado y admirado Michael Landon; no perdamos la fe, no olvidemos las obras y no abandonemos la autopista de la felicidad.
Jesús Fuente Serrano
Presidente de Aspadec Cuenca