Cuenca

Terán, el artista chileno, vuelve a la Cuenca después de 12 años con una selecciòn de más de 50 pinturas de su serie más reciente: Tributo a los genios

Redacción | Lunes 02 de agosto de 2021

Una selección de la serie Tributo a los genios ha sido presentada en el 2021 el salón de arte moderno de Madrid , en la Feria de arte Antik Almoneda y en la Galería Pilares de Madrid.
En la muestra que se podrá ver hasta el 30 de septiembre en la casa Zavala, gracias a la fundación Antonio Saura, se presentan mas de 60 obras de la serie que actualmente la componen 100 obras y que está en plena

En su serie Tributo a los genios Terán plantea el retorno de la pintura como estrategia simbólica. A diferencia de Warhol, Terán es un pintor-pintor que no se eclipsa tras su obra ni mantiene una actitud

indiferente y fría hacia ella, sino que comparte con Leonardo da Vinci la fe inquebrantable en que todas las cosas caben en el universo de la pintura, siendo ella misma un universo. Sus tributos, que adoptan la forma de pastiches, pero no lo son. El amor y no la ironía mueve su pincel. Los artistas que elige para rendirles tributo son admirados por él (Francis Bacon, Banksy, Marc Chagall, Jean Dubuffet, Lucio Fontana, Francisco de Goya, Lucian Freud, Keith Haring, David Hockney, Robert Indiana, Jaspers Johns, Yves Klein, Yayoi Kusama, Diego Velázquez, Roy Lichtenstein, René Magritte, Roberto Matta, Joan Miró, Pablo Picasso, Jackson Pollock, Joaquín Sorolla y Andy Warhol). La lista no puede ser más heterogénea. No sigue ningún orden. Rinde homenaje a aquellos artistas a quienes admira, aun cuando su propia obra no guarde relación alguna con la de ellos. La heterogeneidad de sus preferencias es patente y viene a darle la razón a E. Gombrich, para quien no hay arte sino artistas. Este nominalismo a ultranza le lleva a saltarse las categorías estéticas así como las cronologías. La única nota común de los destinatarios de sus tributos es el hecho de pertenecer al arte del siglo XX; aunque tampoco respeta estrictamente el marco cronológico. Otro tributo singular es el que rinde al Shunga, arte erótico japonés que se popularizó en un periodo que abarca desde el siglo XVIII hasta principios del siglo XX. Terán no trabaja con la categoría de lo original, sino con la de la copia, aunque lo que hace no es, propiamente, una copia. Hay un eco en su obra de una tendencia llamada apropiacionismo que se desarrolló en el periodo posmoderno, durante los años ochenta y noventa del siglo XX, siendo el crítico Donald Crimp y la fotógrafa Sherrie Levine sus adalides. La denominación denota, precisamente, el sesgo irónico de tales creaciones, que cuestionaban la idea de autoría y autenticidad. Se trataba de realizar obras a partir de imágenes pertenecientes a otros artistas, de ahí el uso del término. La renuncia a ser originales es, paradójicamente, lo que estos artistas posmodernos postulaban. No había interioridad o metafísica en sus obras, tampoco encontraremos estas categorías estéticas en los tributos de Terán . Sin embargo, la negación del mundo interior no se formula en Terán como un recurso irónico o conceptual. La idea misma del tributo implica admiración y amor, como dijimos anteriormente. Tampoco afloran rasgos narcisistas o autoexpresivos en su obra. Lo que sí se advierte en ella es un poderoso antinaturalismo de inequívoca raíz moderna. No es una casualidad que antes de realizar esta serie pintara paisajes urbanos. Antiguamente se decía que el arte era una imitación de la naturaleza; luego, que la naturaleza imitaba el arte (Oscar Wilde). Pero lo que Terán plantea es otra modalidad de mimesis: el artista imita al artista. Pero no a la manera medieval, como exenplum, sino estableciendo una distancia con el objeto de la representación, la cual le permite mantener el control sobre el acto creativo, evitando que la mera semejanza sea el eje de su propuesta estética.

El secreto está en los detalles que el artista introduce en la composición, los cuales funcionan como si fueran pistas o instrucciones de uso que nos indican cuál es el significado de sus tributos. Pondré algunos ejemplos. Véase la relectura que hace del perro enterrado de Goya. Hay en este tributo un detalle que resulta enigmático: el manojo de llaves que alude a la Quinta del Sordo. Terán nos está diciendo que el perro no es otro que el propio Goya, puesto que las llaves son las de su casa. Al asociar la imagen del perro inmovilizado con las llaves de su casa, está planteando la idea de que las penas que padecen los seres humanos tienen que ver, acaso, con el hecho de que saben donde están las llaves que pueden abrir la casa-cárcel que ellos mismos se han construido. Lo saben, pero no consiguen acceder a ellas. Así es como el perro contempla angustiado las llaves que pueden liberarlo. Es una alegoría de la impotencia.

En otra ocasión vemos al autor de El Guernica de espaldas, mientras contempla ensimismado una obra de Antonio Saura, el Retrato de Dora Maar, que es una versión de un cuadro suyo del mismo título. El juego que plantea es sutil, porque obviamente Picasso no está contemplando el retrato que él mismo hizo de Dora Maar, su compañera de entonces, y cuyas lágrimas constituyen el verdadero sujeto del mismo, sino que se encuentra ante el “tributo” que Antonio Saura, picassiano confeso, hizo del mencionado retrato de Picasso. Se trata, por consiguiente, de un tributo de un tributo. A saber: Saura rinde un tributo a Picasso, éste lo reconoce como tal, y al contemplar la obra del pintor aragonés establece probablemente una comparación de este retrato de Saura con el suyo. Picasso, el gran creador es ahora espectador de una obra que, al mismo tiempo, fue pintada como un tributo hacia su obra. Tal vez pensara entonces en Dora Maar y en las causa de su llanto. Finalmente, Terán, asumiendo el papel de un testigo o notario, asiste a este encuentro y rinde así un homenaje a ambos creadores.

Fernando Castro Borrego

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