Redacción/ EFE | Lunes 13 de abril de 2020
La empresa pública de gestión ambiental de Castilla-La Mancha (Geacam), dedicada a la prevención y extinción de incendios forestales, ha reorganizado la actividad de sus trabajadores para luchar contra el coronavirus en el medio rural, donde llevan a cabo intensas labores de desinfección para reducir el riesgo de contagio y facilitar la labor de los sanitarios.
Cerca de 400 personas de la plantilla de Geacam integran el dispositivo extraordinario de lucha contra el COVID-19, que persigue aportar su granito de arena para ayudar a los profesionales que se están “dejando la piel” en los hospitales.
Lo cuenta Jorge Zapatera, técnico de formación en la provincia de Guadalajara, quien relata a Efe cómo ha cambiado la labor de estos empleados desde que el pasado 20 de marzo se constituyó este dispositivo.
Habitualmente, Geacam divide su actuación en dos periodos diferenciados: el de alto riesgo de incendio (del 1 de junio al 30 de septiembre) y el resto del año, cuando se llevan a cabo tratamientos preventivos y, además, cuenta con personal dedicado a la formación y a las emergencias en el medio rural, como nevadas o inundaciones.
Pero a raíz de la crisis sanitaria se ha reorganizado para realizar tareas de desinfección de exteriores en los diferentes municipios.
Para ello se han puesto en marcha seis patrullas por provincia que intervienen, fundamentalmente, en zonas comunes, como accesos a consultorios médicos, centros sociales o consistorios, donde se aplica “una mezcla de agua con lejía”, explica Zapatera.
A estas patrullas se han sumado después los denominados ‘tándem’: dos unidades de nueve personas cada uno, por provincia, cuya labor es la desinfección completa de interiores, principalmente de residencias, aunque también actúan en casas tuteladas o farmacias rurales.
Asimismo, también se han puesto a disposición del Servicio de Salud de Castilla-La Mancha (Sescam) diez vehículos no medicalizados, dos unidades por provincia, que conducen trabajadores de Geacam para el traslado de respiradores o de enfermos leves, porque como remarca este técnico de formación, “no son ambulancias”.
“Nos estamos moviendo a todos los pueblos, ayudando en todo lo que podemos”, asegura Zapatera, quien añade que todo el personal ha recibido formación previa, siguiendo los protocolos marcados por la Consejería de Sanidad.
Resalta que se ha hecho especial hincapié en la protección individual, para lo cual riesgos laborales ha marcado qué equipo deben llevar y, en base a ello, se les ha explicado cómo ponérselo y quitárselo y “los pasos a seguir para evitar tocarse con las manos”.
Remarca que “si entras en una residencia, es posible que toques una superficie que está contaminada” y que, aunque van “completamente equipados”, maximizan la desinfección propia rociándose “por completo” con el producto cuando terminan su intervención y después se quitan los elementos de protección: monos y guantes desechables, mascarillas y gafas, “con toda la precaución del mundo”.
También incide en que en todo este proceso “hay una línea roja” y es que “jamás” entran en una estancia donde haya una persona, con síntomas o sin ellos, para evitar que al echar el desinfectante alguien se resbale y se caiga.
Geacam ha habilitado un correo electrónico al que los ayuntamientos deben dirigirse para realizar la solicitud del servicio, que se mete en una base de datos y se remite a la Consejería, indica este trabajador de la empresa pública y agrega que, con ese listado, les informan de los destinos del día siguiente.
La jornada comienza a las ocho de la maña y termina a las siete de la tarde, aunque a las seis todos los empleados tienen que estar en sus respectivas bases para realizar también la desinfección de los vehículos.
Destaca que el personal está trabajando “a destajo, como auténticas bestias” y subraya el “valor humano” de sus compañeros, que “roban minutos al reloj” para poder ir a otro pueblo.
“Si el alcalde les solicita que por favor vayan otro día, se quedan pendientes de ello”, enfatiza, y se muestra “orgulloso” porque han respondido “de maravilla”, a pesar de las circunstancias y de la situación personal de cada uno.
“Imagínate un pueblo con cuatro o cinco familias, no tienen ningún medio”, apunta, y destaca que cuando van a desinfectar, los vecinos lo valoran con gestos como el que hace unos días tuvo “una abuelita” en Sacedón (Guadalajara), que les llevó unas magdalenas porque “era lo único que tenía” para darles las gracias.
Sostiene que su objetivo es “ayudar a las personas del mundo rural” y que la implicación de los trabajadores es “máxima”, pues son conscientes de que en los hospitales están “desbordados”.
Y reflexiona acerca de que, a pesar de la situación, la moral de la tropa está “alta” porque ve reconocido su trabajo, con agradecimientos y hasta con lágrimas en algunos casos y eso, concluye, “es un subidón dentro de esta locura”.
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