Redacción | Martes 30 de abril de 2019
Entre 1925 y 1930, la firma Loty realizó miles de fotografías de todo el territorio español. Les interesaba, sobre todo, edificios artísticos y paisajes originales. En Cuenca encontraron suficiente material para recoger más de cien imágenes que resumen de manera global cómo eran muchos aspectos de la capital (Carretería, San Pablo, la Catedral, la Bajada de las Angustias, las Casas Colgadas, el monolito a las víctimas del 15 de julio, la carretera de Palomera y el puente de San Pablo, los rascacielos de
Santa Catalina, el parque de San Julián, la ermita de Nuestra Señora del Socorro), pero también de la Ciudad Encantada, Uña, Tarancón y la fiesta de la virgen de Rus, en San Clemente.
Ese centenar de fotografías de Cuenca ha sido recogido ahora por José Luis Muñoz en un libro titulado precisamente Cuenca años 30, vista por Alberty y Passeporte, que sale a la luz pública estos días.
El inspirador del proyecto fue el francés Charles Alberty, que en su país natal comenzó a desarrollar un negocio vinculado con material fotográfico: negativos, cámaras, papeles de positivado, etc., técnicas que fue desarrollando de manera sorprendente hasta convertirse en un auténtico especialista. En cierto momento de su vida, a mediados de los años 20, se afincó en España, país que ya conocía, y trasladó a Madrid su actividad comercial, bautizada como Casa Loty (de Consuelo López, su socia y mujer y de Charles Alberty), que fue ampliando y desarrollando. Debía ser un espíritu inquieto e innovador y por eso decidió incorporar al negocio una variante de sumo interés. Concibió la idea de formar un enorme archivo fotográfico que debería recoger cuanto de interés había en España en el terreno de las edificaciones artísticas y los paisajes naturales. Para ello, encomendó a su agente comercial que, a la vez que visitaba las ciudades para vender los productos, hiciera fotografías de todo aquello que encontrara de interés. El agente era un fotógrafo portugués, Antonio Passeporte, probablemente responsable de la mayor parte de las imágenes, aunque es imposible diferenciar si todas se le deben adjudicar o si el propio Alberty también ejerció esas tareas.
Una cierta cantidad de esas imágenes se comercializó como postales de tipo turístico, aprovechando la moda del turismo viajero que entonces empezaba a desarrollarse. Siguiendo las instrucciones del empresario, bien él mismo o su agente comercial llegaron a Cuenca y aquí quien quiera que fuese el fotógrafo cumplió bien el encargo, recorriendo la ciudad y plasmando más de un centenar de fotografías, en placas de cristal. El conjunto ofrece una valiosa impresión de cómo era Cuenca al borde de los años 30 del siglo pasado, a través de muchos aspectos urbanos de la capital y algunos otros de la provincia.
El libro incluye un centenar de fotografía, seleccionadas y ordenadas por José Luis Muñoz, que acompaña un texto de introducción en el que se explican las circunstancias del trabajo realizado por Loty, las características de la colección y los avatares sufridos por aquellos miles de negativos.
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