Cuenca

Camino del Calvario iluminara la madrugada conquense

Redacción | Jueves 13 de abril de 2017

Comienza la trilogía del día más importante de la Semana Santa: la celebración de la Muerte de Nuestro Señor Jesucristo. En la madrugada, al rayar el alba, a las 5,30 horas y desde la Iglesia Parroquial de El Salvador, se inicia la procesión Camino del Calvario.



 

La portada del Templo se abre ante las numerosas turbas que, con clarines destemplados y roncos tambores, esperan al Nazareno de El Salvador que inicia su camino hacia la Crucifixión. La imponente salida precedida por las simbólicas Turbas inicia la procesión. Tras el guión morado de la Real, Antiquísima, Ilustre y Venerable Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno de El Salvador el grupo escultórico de Nuestro Padre Jesús Nazareno ayudado por el Cirineo tallado por Marco Pérez. En perfecto orden desfila esta Hermandad con un segundo Misterio, el de La Caída, descendiendo por Alonso de Ojeda y Puerta de Valencia hacia la ciudad moderna. Tras los pasos del Nazareno realiza salida la Venerable Hermandad de San Juan Apóstol Evangelista. Un soberbio conjunto es su paso procesional, obra de Luis Marco Pérez, las andas rococó elevan sobre una nube la imagen del Apóstol sobre capuces verdes de terciopelo.

Tras él la severa Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad de San Agustín cierra uno de los más bellos cortejos procesionales de la Ciudad. Dos pasos componen esta Venerable Hermandad: El Encuentro del Señor con la Virgen y la Titular de la Cofradía, el Paso de Nuestra Señora de la Soledad. Es digno de contemplar su paso por la herrería de la calle Alonso de Ojeda desde la que se canta a la Stma. Virgen el motete “Oh Soledad”, entre los sonidos de los martillos sobre los yunques. La procesión discurre por Las Torres y Carretería hasta llegar a las ya famosas Curvas de la Audiencia y ascender, por Andrés de Cabrera y Alfonso VIII a la Plaza Mayor.

No se puede destacar ningún punto del recorrido procesional porque todo él es muy interesante y plástico. Tras el descanso inicia este inigualable cortejo su descenso a la Iglesia Parroquial de procedencia. A la altura del Oratorio de San Felipe Neri el canto del Miserere a las Sagradas Imágenes produce una intensa emoción por el silencio de la turba cuando se interpreta este popular canto, que vuelve a ser contrastante con el canto del Stabat Mater a la Soledad. Tras su paso por Peso y Solera es digno de admirarse el encierro de la Procesión que finaliza con la entrada del palio a la penumbra eclesial.

 

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