Muchas personas no sólo se aferran al culto que las Iglesias celebran en relación a la muerte, es decir a las procesiones y a las muchas tradiciones que poco tienen de cristianas, sino que ni siquiera son conscientes del verdadero significado de los sucesos de Semana Santa. Muchos siguen creyendo que Jesús de Nazaret tuvo que ser sacrificado como chivo expiatorio para apaciguar a un Dios encolerizado. Con toda seguridad que la muerte de Jesús en la cruz no hubiera sido necesaria si las personas Le hubieran aceptado a Él y a Sus enseñanzas. Entonces el Nazareno habría podido traer el Reino de Dios a la Tierra si aquellos que se decían sus seguidores hubieran cumplido las enseñanzas verdaderas del cristianismo.
En el libro de la Editorial Gabriele “Esta es Mi Palabra, alfa y omega”, leemos lo siguiente en relación a la muerte de Jesús: “Quien piensa en el crucificado y adora al cuerpo colgado en la cruz de la resurrección, aún está colgado él mismo en la cruz del pecado. No Me ha aceptado ni acogido aún en su corazón. Es decir que quien dice que sí al hecho del cuerpo en la cruz, aferrándose aún a la cruz con el cuerpo martirizado, no ha resucitado aún en Mí, el Cristo. Da testimonio de sí mismo, de que vive aún en la servidumbre del pecado y de que se deja influenciar por lo pecaminoso. Pues los demonios quieren ver al crucificado, la cruz con el cuerpo, que para ellos significa la derrota del Nazareno, no la victoria del Cristo. Con el cuerpo muerto en la cruz, quieren inculcar a la humanidad la idea de que el Hijo de Dios ha sucumbido al pecado. Pero Yo he resucitado y he regresado al Eterno. Os he traído la Redención. La cruz sin el cuerpo muerto simboliza la resurrección y la victoria sobre las tinieblas. Por eso todos los hombres que viven en Mí, y a través de los cuales Yo vivo, se atendrán a la cruz de la victoria, que no lleva cuerpo; pues al igual que Yo conquisté la victoria sobre las tinieblas, los hombres y las almas que conscientemente creen en Mí y hacen cada día más la voluntad del Santísimo, han conquistado la victoria sobre el pecado”.
En la actualidad todavía se cuentan por millones las personas que, en la creencia de seguir a Cristo, participan en las procesiones, con ello denotan que no son conscientes de que así están dando fuerza y apoyo la imagen que el demonio quiere: el paseo público de la derrota y la humillación del Nazareno, de Jesús de Nazaret, el hijo de Dios. Además siguen apoyando a una institución, que ya abrumada por los casos de sacerdotes pedófilos, pone al descubierto quienes son y que justamente ahora por Semana Santa, vuelve a utilizar el recuerdo de Su vida para tratar de encubrir con ritos y procesiones lo ya inocultable.
Para muchas personas todo esto supone un conflicto interno, pues por un lado desean participar de la festividad pagana pero por otra parte desean seguir a Cristo en su interior cumpliendo Sus excelsas enseñanzas. De esta última forma es como únicamente conseguirán descubrir que Él, el maestro de la paz y de la humildad, hace tiempo que no está en las iglesias, ni en sus ritos ni en sus celebraciones.
Teresa Antequera Cerverón