La población de la mitad de los municipios que hay en España cabe en media ciudad de Madrid. Es uno de los síntomas de "la sangría demográfica" que viene sufriendo el país desde hace años y que está vaciando las zonas rurales y las localidades de 1.000 habitantes.
Concretamente, en Castilla-La Mancha, en el tránsito de 2015 a 2016, Cuenca ha perdido un 1,24 por ciento de población y Ciudad Real un 1,11 por ciento, según el informe "Población y Despoblación en España 2016" de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP), que pone cifras a la "crisis demográfica" que de modo imparable y progresivo viene sufriendo España desde hace años y al que ha accedido Efe.
Un ritmo contumaz de pérdida de población que ha convertido a Soria, Cuenca y Teruel en "desiertos demográficos". Las lesiones en los sectores laboral, industrial, económico o agrícola se deducen fácilmente: sin gente, el dinero no se mueve.
Si algo producen las cifras del informe es preocupación. Algunas como ejemplo: actualmente hay unos 4.000 municipios "en riesgo más o menos severo de extinción a medio o largo plazo" (en España hay en total 8.125), en 36 de las 50 provincias ha caído la población durante el último año o un total de 358 localidades han pasado a tener menos de 100 habitantes desde los 90 hasta hoy.
Tres muestras numéricas de lo que es un problema político de primer nivel.
Gracias al empeño de Castilla y León, Galicia, Asturias o Aragón, autonomías especialmente azotadas por la despoblación, la reciente Conferencia de Presidentes incluyó entre sus acuerdos la redacción en 2017 de una Estrategia Nacional sobre el reto demográfico.
Para ello, Mariano Rajoy ha creado un comisionado que se encargará de asegurar que dicha Estrategia ve la luz y que las medidas se cumplen.
El Consejo de Ministros designó el viernes para este cargo a la senadora gallega del PP Edelmira Barreira, y seguro que el estudio de la FEMP caerá en sus manos por cuanto ilustra una de las consecuencias más palpables de la crisis demográfica: que más de la mitad del país se está vaciando.
Con el último censo del Instituto Nacional de Estadística como fuente, la Federación precisa que las 4.955 localidades de menos de 1.000 habitantes que se desperdigan por España (más de la mitad de todos los de España) suman una población algo inferior al millón y medio de personas.
Gráficamente, es como juntar a todas esas personas y reunirlas en la mitad de Madrid, ciudad con un censo a julio de 2015 de 3.153.937 personas. Aun y así, sobraría espacio. O sobrarían pisos vacíos.
La situación es desoladora en muchas provincias, aunque si una comunidad tiene motivos más que suficientes para torcer el gesto, ésa es Castilla y León: seis de sus provincias están entre las diez que más habitantes pierden.
Zamora, en el tránsito de 2015 a 2016, ha perdido un 1,57 por ciento de población, la que más porcentualmente hablando de toda España; Ávila y Cuenca (ambas con 1,24 por ciento menos), Ourense (-1,22), Ciudad Real (-1,11) y León (-1,10) son las otras provincias que lideran esta "sangría demográfica". Un poco más abajo se ven Segovia, Soria y Salamanca.
La despoblación tiene dos caras: la del envejecimiento (y fallecimiento) y la del éxodo a la ciudad. Los pueblos españoles se acercan a la extinción.
Ambas han provocado lo que el informe denomina "minifundio demográfico". En Soria, Burgos, Ávila, Zamora, Salamanca y Teruel, por este orden, el 90 por ciento de sus municipios no llega a los 1.000 habitantes.
Guadalajara y Palencia se asoman también a ese porcentaje, en tanto que Zaragoza, Valladolid, Segovia, Huesca y Cuenca superan el 80 por ciento.
La FEMP recalca que en estos momentos hay 1.286 municipios con menos de 100 habitantes, cuando en 2000 había 928. Sumados los habitantes de estos pueblos, se juntarían 74.943 vecinos, una densidad inferior a la de todos los distritos de Madrid menos dos, Vicálvaro y Barajas.
Son municipios "en situación crítica", a los que la Federación añade a otros 2.652 con entre 100 y 500 habitantes y a los 1.017 de entre 500 y 1.000, todos ellos con unas perspectivas de color negro.
El vacío expansivo de estas zonas contrasta con la aglomeración creciente de las grandes ciudades.
Baleares (gracias al tirón de Palma) es la que más sube en población entre 2015 y 2016, por delante de Madrid y Almería. De hecho, recuerda el estudio, en las 143 ciudades con más de 50.000 habitantes se cuentan casi seis millones de empadronados.
Una política de Estado. Es lo que pide la FEMP a través del informe para atajar la crisis. Para parar la sangría.
El nuevo comisionado del Gobierno tiene mucho trabajo por delante. EFE
Ángel A. Giménez