Al Pairo

Ya pasó… notas para un inicio de año

Redacción | Jueves 21 de enero de 2016

Ya pasó… el estupor de ver cómo el presidente del Gobierno de España era agredido en plena calle. Queda, no obstante, una profunda desazón al contemplar el golpe propinado por ese hijo de la necedad, de la política entendida casi como espectáculo televisivo –espoleado al abrigo del dorondón anónimo y cobardón de las redes sociales–, así como el sonrojo y el descrédito de vivir en un país en el que un acto de este cariz pasará prácticamente impune.

Ya pasó… el dichoso 20 de diciembre, el proceso electoral que ha dado como resultado una España que cree haber roto con el manido bipartidismo. Al mismo, previo paso por los forzados y tediosos debates en televisión, concurrieron un Partido Popular incapaz de explicar sus medidas –acertadas o no– de una forma clara y concisa, y acongojado por una forma de corrupción (la económica) considerada mayoritariamente como la única letal para el porvenir de nuestra nación; un PSOE en caída libre desde que decidió perder el juicio, disfrazarse de populista y dejarse dirigir por una caterva de incapaces; unos Ciudadanos que acabaron por debajo de lo esperado, sin mostrar la capacidad suficiente para concitar el respaldo necesario para una reforma a fondo de la política española; y un Podemos –con sus estrafalarios y ridículos satélites incluidos– arrogándose la portavocía de la voluntad de un «pueblo» deseoso de cambio, sólo al objeto de alcanzar su única razón de ser: el poder. A tenor del trajín de reuniones y de acuerdos, del baile de intereses partidistas iniciado inmediatamente después de los comicios, acaso todo sea un simple espejismo de ruptura, un simulado sepelio del celebérrimo poema de Machado. ¿Cuánto cambio podemos permitirnos?



 

Ya pasó… El largo ínterin en la política catalana, que pone como presidente de la Generalidad a otro radical secesionista que aboga por «expulsar a los invasores» españoles y crear en dieciocho meses la nueva república catalana. Es un constante ir asediando y socavando una unidad nacional que el presidente en funciones garantiza que no se quebrantará. La cuestión es, no obstante, el cómo impedirlo.

Ya pasó, en suma, un periodo navideño rayano en lo esperpéntico, de belenes encubiertos, de alumbrados extravagantes y de cabalgatas grotescas –con reinonas, Darth Vaders y toda suerte de seres estrambóticos desfilando–, cuyo sentido original se hace muy difícil de explicar a los más pequeños. Una Navidad que muchos consistorios se han empeñado en disimular, en no dejar ver, como primer paso para minar las tradiciones que, en buena medida, nos hacen ser lo que somos.

Pero, ¿ya pasó todo? Me temo que no.

 

Francisco Javier Fernández Curtiella.