La exposición que Laura Lio presenta en la Fundación Antonio Pérez, titulada “Mapas sonoros y otros lugares”, está formada por dibujos y esculturas realizadas durante los últimos años.
En la primera sala se exponen tres series de obras sobre papel relacionadas con dibujar el sonido. Tituladas “alas sobre partituras”, “cosas mínimas” y “pare/turas”.
Sobre este conjunto de obras sobre papel la artista escribe lo siguiente:
“Dibujar escribiendo sobre pentagramas trazados con lápiz. La partitura es el lugar donde se anotan música y silencio. Decir a través de un hilo de voz que atraviesa la punta de los dedos, su elocuencia aflora en forma de dibujo. Buscar una escritura sonora a través de la consonancia en imagen.
El fluir del tiempo a través de nuestra piel tal vez produzca un sonido inaudible. Las reglas de este juego consisten en crear, sobre hojas pentagramadas, ritmos, sonidos y silencios. Una de las pautas importantes es visualizar/sentir/transmitir el transcurso de la vida. Otra es crear espacio para que algo acontezca, para comenzar una narración, o para que comience a sonar una canción”.
En el centro de este espacio hay dos esculturas sonoras de comienzos de los años 90, época en que la artista trabajó en esculturas que sonaban por percusión, obras que pueden ser tocadas por los visitantes. Y que le pareció oportuno exponer junto con estas obras sobre papel que han hecho en los últimos años
En las salas siguientes se muestran obras realizadas en los últimos años.
La exposición estará acompañada de un catálogo editado por la Fundación Antonio Pérez y en el que se incluye un poema de la artista Eva Lootz, realizado con motivo de esta exposición, y un prólogo del crítico de arte Vicente Jarque, quien escribe de la artista:
[…] Laura Lio compone sus dibujos –como también sus esculturas- con un criterio que, desde el principio hasta el final, resulta absolutamente específico y, por tanto, impecable desde el punto de vista formal. Por supuesto, que esa destreza no le habría servido de nada sin el aporte de una imaginación tan delicada como poderosa.
Tanto sus cosas mínimas (acaso las más sutiles) como las pare-turas (variaciones sobre fondo negro) aprovechan los pentagramas como una suerte de base compositiva de cara a la articulación de unos dibujos que, si fueran música, serían Lieder, pero que también podrían ser entendidos como poemas visuales en los que la artista ha dejado la huella de un diálogo entre unos trazos que, en cuanto que signos, no son otra cosa que notaciones formales, y una materia (cabellos, por ejemplo, o hilos de coser) que las conduce más allá de sí mismas.
En la serie rumor de voces hallamos igualmente elementos que nos hacen pensar en algo más que la música. Son imágenes en donde dominan las alas de los pájaros, que en efecto generan ritmo, aparecen aquí –digamos- como un motivo de contrapunto, o como abrupta superposición, y en ocasiones como literal borrado de lo inscrito en las hojas de partituras. Por otra parte, estas referencias recuerdan el permanente interés de la artista por el esfuerzo constructor de los animales, a cuyas arquitecturas dedicó hace años toda una tesis doctoral. Lo cual nos conduce al universo de la naturaleza, que es el que domina claramente en las esculturas: una especie de cuna de madera con nutrientes pechos femeninos, una procesión de hojas caídas (alguna a punto de desaparecer), una casa con raíces pero colgada a modo de nido, y otras sobre el suelo unidas por puentes… […]
La muestra podrá visitarse en las salas de exposiciones temporales de la Fundación Antonio Pérez de Cuenca hasta el próximo día 16 de marzo.