De un modo ciertamente inesperado (al menos hasta hace un par de semanas) se ha producido el reencuentro de Cuenca con uno de esos personajes (tantos ya, docenas) sumidos en el olvido cuando no la incomprensión o el desapego. Alicio Garcitoral (Gijón, 1902 / Quincy, Massachusetts, 2003) tuvo una corta, pero en verdad muy intensa, relación con Cuenca en los meses iniciales de la República, cuando fue nombrado gobernador civil el 26 de agosto de 1931, cargo en el que permaneció apenas cuatro meses y medio, pues fue cesado el 18 de enero de 1932. Tan escueta presencia refleja con claridad, aunque sea un caso anecdótico, el profundo drama institucional, político e incluso personal en que estuvo sumida la República y que habría de conducir finalmente a la desintegración del régimen y la guerra civil.
Pues, en efecto, Garcitoral, republicano convencido hasta el punto de actuar como un misionero activista, dispuesto a convencer a todo el mundo y a toda prisa de las bondades del sistema, sin tener en cuenta las limitaciones de una provincia agraria, rural, analfabeta y conservadora y, lo que es peor (fue peor para él y para el régimen) sin tener en cuenta que ni siquiera sus presuntos compañeros de viaje estaban convencidos de la bondad del sistema. Zancadilleado desde el interior, boicoteado por otras instituciones (singularmente por el obispado) e ignorado por el pueblo, la pretensión del gobernador civil de imponer la República a toda costa chocó con un muro infranqueable y fue destituido de inmediato por los mismos que le habían nombrado. Aún ocupó algunos otros cargos, de escasa relevancia, en el gobierno antes de que, nada más iniciarse la guerra civil, emprendiera el exilio a Buenos Aires y luego a Estados Unidos, donde se radicó de manera definitiva hasta morir cuando tenía ya 101 años, manteniendo incólume en la firmeza de sus ideas republicanas a través de una obra literaria muy fecunda aunque mínimamente conocida en España, a través de ensayos políticos e históricos en los que siempre buscó una interpretación del modo de ser y estar de los españoles, a los que intentó comprender aún desde la distancia.
En su obra literaria narrativa ocupa un lugar excepcional la novela “El crimen de Cuenca”, calificada por los estudiosos como relato político-social y testimonial necesario para un mejor conocimiento de lo que fue (intentó ser) la República, sus circunstancias y los motivos del fracaso colectivo de un intento que apenas si consiguió alcanzar niveles de mínima consolidación. Escrita de una manera desgarrada, apenas en cuatro meses, sin concesiones estilísticas de ningún tipo, con una expresión directa en la que las descripciones ambientales dejan paso a un lúcido análisis de la situación de la provincia, la obra refleja con trazos enérgicos la situación de la provincia de Cuenca, la actuación de los grupos de poder, los obstáculos impuestos a la consolidación de las ideas democráticas y participativas, la resistencia del estamento caciquil, la incomprensión de las clases populares y, en fin, la existencia de tensiones frente a las que el joven y animoso gobernador pretendió imponer sus criterios, chocando con un auténtico muro que finalmente dio al traste con su propósito.
La novela fue publicada inicialmente en 1932 y de ella se hizo una edición facsímil en 1981 por Editorial Ayuso, con estudio introductorio de José Esteban. Pese a estas dos versiones, puede decirse que “El crimen de Cuenca” es una de esas extraordinarias joyas literarias que pululan por los anaqueles de lo desconocido, de donde los recupera ahora Juan Carlos Peñuelas, autor de un nuevo estudio que ayuda a situar con perspectiva moderna y nuevos datos la obra de Alicio Garcitorial que de esa forma renace de sus cenizas para volver a vivir un nuevo periodo de actualidad. El estudio a que nos referimos resulta singularmente brillante en la manera en que produce un acercamiento directo y profundo a las circunstancias de la época, ayudándonos a conocer los entresijos, ciertamente complicados, de la sociedad conquense, apenas dispuesta a admitir de buena gana el nuevo régimen republicano y menos aún a aceptar dócilmente el proselitismo militante y activo desarrollado por su joven y animoso gobernador.
Peñuelas, que ha realizado su tesis doctora sobre aquella época en Cuenca, acomete la difícil tarea de intentar descifrar las clases que Garcitoral incorpora al relato, en forma de apelativos ficticios con lo que se ocultan los nombres reales y con referencia directas a situaciones concretas no siempre bien localizadas. Se trata de un trabajo brillante y esclarecedor que nos ayudará a comprender mejor lo que pasó y por qué pasó. Y que, además, nos permite recuperar, siquiera momentáneamente, la olvidada figura de Alicio Garcitoral, gobernador civil de Cuenca.
José Luis Muñoz