Opinión

El mejor amigo del político

Redacción | Domingo 20 de mayo de 2012

Ni el perro, ni el gato, ni siquiera un hurón, el mejor amigo del político es el chivo espiatorio.

 

Y es que no hay nada más útil para un gobernante que una buena excusa, una coartada que permita de algún modo justificar una decisión que choque entre sus intereses y el del resto de los ciudadanos.



 

 

Entiéndanme, no quiero decir que sean unos egoístas que sólo piensan en sus intereses, simplemente que existen las mismas diferencias de intereses entre los directivos de una empresa y sus accionistas; ambos quieren que la compañía prospere, pero ambos defenderán maneras distintas de distribuir los beneficios y protegerán sus parcelas de poder, a esto se le llama la Teoría de la Agencia.

 

La mayoría de los políticos quieren llegar al poder para cambiar las cosas de acuerdo con unas ideas, el problema surge cuando esas ideas mutan para mantenerse en el poder, convirtiéndose éste en un fin y no un medio, bastardeándose por tanto las intenciones de estos; y es en este punto donde su mascota favorita, el chivo espiatorio, entra en acción.

 

No hay más que acudir a las hemerotecas para comprobar cómo han cambiado los discurso de los principales partidos dependiendo de si están en el gobierno o en la oposición, aunque, por una simple razón de preparación y eficacia política sumado a un leve sustrato ideológico las reformas de este gobierno son más contundentes y acertadas, mientras que las del anterior era un juego de trilerismo destinado a intentar engañar a la Comisión Europea.

 

Porque si hay un ejemplo de chivo expiatorio es precisamente el de la Unión Europea, o dicho de otro modo, el utilizar de excusa una administración superior con el fin de tomar medidas que ellos mismos saben que son imprescindibles. Esto ocurre continuamente en el gobierno, pero hay ejemplos en las administraciones inferiores.

 

Esta parece ser la táctica empleada por el señor Ávila para blindar una futura política de reajuste en las arcas del ayuntamiento con una excusa: en vez de presentar un duro plan de ajuste, hace uno para completar el expediente, y hace que el estado se vea obligado a tomar las medidas reales por él. El esslógan de la próxima campaña será el de que ellos no querían tomar esas medidas, pero es el gobierno del PP el que les ha obligado. La única verdad es que tienen un agujero tremendo en el ayuntamiento y no quieren solucionarlo.

 

En un terreno más cercano podemos ver cómo nuestro alcalde apela a las exigencias del ministerio de Hacienda para hacer recortes, y muy probablemente nuestro anterior presidente regional tenía esa táctica en mente. Porque es cierto que parte de la gravísima situación económica que dejó se debiese a la ineficacia y nulidad en la gestión, como dejaba entrever el informe del Tribunal de Cuentas, pero para alcanzar ese nivel de ruina hacía falta una intención premeditada.

 

La única explicación que se me ocurre es que hizo el mismo planteamiento de Griñán en Andalucía: echar el resto con el gasto público antes de las elecciones, entonces, en caso de ganar, apelo a razones ideológicas y electorales para no tomar medidas hasta que el gobierno central las imponga; y en caso de derrota, la situación dejada al próximo ejecutivo es tal que este tiene que tomar medidas tan impopulares que le dejan en una situación precaria de cara a las siguientes elecciones.

 

Lo más curioso de todo es que este chivo puede ser incluso beneficioso para los españolas, este instrumento mediático está sirviendo para que las autonomías se coordinen y hagan esfuerzos como nunca antes lo habían hecho, dando un paso decisivo para alcanzar la credibilidad ante los mercados, muy machacada desde hace años. En este aspecto, vuelvo a citar al filósofo Homer Simpson cuando dijo que para ser querido hay que hacer el bien todo el tiempo, y que para ser odiado no hay que hacer nada de nada.

 

Pablo Muñoz Miranzo
Twitter: @pablommiranzo