Artículos de Opinión

Antonio Melero, un prebalance

Redacción | Sábado 28 de abril de 2012

En el año 452, todo apuntaba a que los días del imperio romano de Occidente estaban contados y se dirigían a un fin trágico. Mientras las legiones romanas se veían reducidas a una condición patética respecto de lo que habían sido en el pasado, el cristianismo se veía acosado por una serie de herejías de cierto poder, herejías que al mismo tiempo de cuestionar el mensaje de salvación de los Evangelios, pretendían minimizar la figura de Cristo.

Por si todo lo anterior fuera poco, un monarca nacido en Oriente y llamado Atila, lanzó sus hordas de hunos contra el tambaleante imperio romano. Ante la seguridad, de los hunos de arrasar totalmente Occidente, el emperador suplicó, al entonces ocupante de la Sede Pontifica, un personaje de oscuro nacimiento llamado León, que se encontrara con Atila.

En un primer momento, nada hacia indicar que aquella entrevista pudiera contener el empuje de los invasores, pero León aceptó logró interponerse entre los barbaros y el mundo civilizado. La entrevista se celebró en un lugar del norte de Italia y en verdad nunca se pudo establecer con certeza total que es lo que dijo León a aquel guerrero, el cual poseía un caballo a cuyo paso no volvía crecer la hierba. No obstante, lo cierto es que el huno decidió retirarse. No solo eso. Cuando apenas un cuarto de siglo después el imperio romano de Occidente de desplomó incapaz de contener los ataques de los barbaros, el cristianismo fue la única fuerza capaz de civilizar a aquellos invasores, de proteger a los desvalidos, de salvaguardar la cultura clásica y de ofrecer la esperanza del Evangelio en medio del caos.

Corría el año 2011, cuando el Partido Popular de Cuenca, me propusiera completar la candidatura al Ayuntamiento de Cuenca, la cual acepte con toda la ilusión que me requería, la misma ilusión con la que desde hace ya unos años colaboro en el Partido Popular, por lo que aquella proposición significo para mí, un premio hacia mi labor desinteresada en el partido. Conforme sucedían los días, puede ver con quien tenía el honor de compartir candidatura. Entre ellos, se encontraba un personaje bastante conocido en Cuenca, Don Antonio Melero Pita. Mi encuentro con aquella persona, significo un obvio cambio de timón, en mi vida política y posteriormente en mi vida personal, pues acabó por convertirse en un gran amigo y compañero.

En el PP de Cuenca, dejó claro desde el primer momento que sería fiel y que se enfrentaría sin parpadeos a todo aquello que, pretendiera erosionar el interés de todos los conquenses. A decir verdad, Antonio Melero podía seguir la línea por ejemplo de Don Diego Ventura de Mena y Cortés o el propio Manuel de Parada y Luca de Tena, Diputados por Cuenca, en las Cortes de Cádiz de 1812, donde supieron defender los interés de la Ciudad y de la Provincia a pesar de las condiciones en las que se encontraba nuestra nación.

El 25 de abril, de 2012, festividad de San Isidoro de Sevilla. Antonio Melero, presenta su dimisión como concejal del Ayuntamiento de Cuenca. Con ello Cuenca pierde un magnifico concejal, cuya trayectoria política siempre ha sido la defensa de su ciudad. Su talante, honestidad y coherencia han sido sus armas a la hora de desarrollar todas las acciones a las que le ha tocado enfrentarse.

Las palabras de San Isidoro de Sevilla, son muy claras: "Aun que seas el más alto, ten humildad", " Lo que de buen hicisteis con discreción, eso es virtud”. Creo sinceramente que son dos frases que definen muy bien al comportamiento de Antonio Melero.

Serán las generaciones venideras las encargadas de enjuiciar el paso de Antonio Melero por la política conquense y llevar a cabo el balance del mismo.

Recordaran así su incansable vocación por los demás, su vocación por el interés de los conquenses, su esfuerzo tanto personal como profesional, su tenacidad nacida de la convicción y de la honestidad, su apelación inquebrantable por la Ciudad de Cuenca, la cual ama y encarna como muy pocos e incluso su oposición a episodios históricos concretos como la reivindicación de la estación del tren de alta velocidad (AVE), su oposición a la retirada del ferrocarril convencional del centro de la ciudad o la lucha por la construcción de un nuevo hospital.

Con todo, piensen lo que piensen llegaran sin duda a una conclusión y es que si a León, aquel oscuro personaje que ocupó la silla de San Pedro, mereció para la posteridad el calificativo del "Grande", no menos acreedor al mismo ha sido aquel conquense llamado Antonio Pisco Melero Pita, que como amigo y compañero rige bajo el nombre de Don Antonio.

 

Antonio F. Alarcón Pastor