Los datos presentados por ENRESA demuestran que, incluso cumpliéndose todos los estándares de protección y seguridad, y sin que exista ningún tipo de accidente en toda la vida útil de la instalación, el transporte y almacenamiento de residuos nucleares en un ATC no son tan inocuos y seguros como aseguran.
El pasado jueves 16 de marzo tuvimos la ocasión de asistir en la localidad de Tarancón a uno de los pocos actos en los que ENRESA se ha dignado ofrecer cierta información sobre las características del Cementerio Nuclear a la ciudadanía. El evento no fue planteado como un debate abierto y plural con igualdad de posibilidades para la defensa de ambas posturas sino como acto de exaltación de la seguridad de una instalación de este tipo, pero al menos se permitió la participación de un miembro de la Plataforma contra el Cementerio nuclear y se facilitó la posibilidad de un breve debate con los ciudadanos que decidimos acudir al acto.
Por parte de ENRESA se invitó a Rafael Herranz, Jefe del Servico de Radiooncología del Hopsital Gregorio Marañón. Seguramente por su dedicación profesional, el Dr. Herranz derivó en exceso su ponencia hacia los beneficios para la salud en el tratamiento del cáncer de las radiaciones ionizantes de la radioterapia, lo que hizo que parte del debate posterior se centrase en exceso en intervenciones personales de pacientes tratados con radioterapia sobre los riesgos y complicaciones de esta técnica terapéutica. Un debate sin mucha relación con los riesgos de la radiación de los materiales transportados y almacenados en un ATC. Por lo demás la charla del Dr. Herranz fue muy correcta y muy didáctica en la explicación sobre el mecanismo de acción por el que las radiaciones ionizantes son causantes directos de alteraciones congénitas y de cáncer. Sin embargo, dado el motivo por el que el Dr. Herranz había sido invitado al acto, se vió obligado a realizar, de forma muy discreta, dos afirmaciones que sabe perfectamente que son absolutamente falsas: que los riesgos de la radiación no son acumulativos y que no está demostrada la relación de un aumento de la incidencia de cáncer con dosis de irradiación inferiores a los 100 mSv. Como bien apuntó Javier González Bayón, licenciado en Ciencias Físicas y miembro de la Plataforma, el error en tales afirmaciones no es atribuible al desconocimiento sino a una clara intencionalidad. De hecho las pruebas que desmienten ambas afirmaciones no es necesario buscarlas fuera (algo tremendamente sencillo) sino que fueron desmentidas por los mismos datos que el Dr. Herranz proporcionó a lo largo de su presentación, como (entre muchos otros) el aumento de la incidencia de melanoma y otros cánceres epiteliales por efecto acumulativo de las radiaciones ionizantes de origen solar que suponen una dosis anual inferior a 0,2 mSv/año. O el riesgo acumulativo que supone la realización de pruebas radiológicas, insistiendo el mismo Dr. Herranz en la importancia de evitar exploraciones radiológicas como las mamografías en casos en los que no esté claramente indicados sus potenciales beneficios, precisamente por el efecto potencialmente cancerígeno de la irradiación de estas exploraciones, todas ellas muy inferiores a los 100 mSv.
El otro ponente invitado por ENRESA, Pablo Zuloaga, proporcionó otro dato interesante: el compromiso por contrato de que la dosis de radiación ionizante originada en el Cementerio nuclear recibida por la población de las localidades próximas, incluidos niños y embarazadas, no supere los 0,1 mSv/año. Una dosis similar (como el mismo ponente presentaba en su diapositiva) similar a la recibida con la realización de una radiografía de cráneo o de tórax o una mamografía. Es decir, el compromiso de seguridad del que tanto presume ENRESA con los habitantes próximos al Cementerio nuclear es que, si todo funciona a la perfección y se cumplen todos los estándares de calidad, sin ningún tipo de fuga, incidente o contratiempo, es que la dosis de radiación ionizante sea similar a la de la realización de una radiografía cada año, desde antes de nacer y durante su infancia (momento en el que la radiosensibilidad es 10 veces superior a la de un adulto) y toda su vida adulta. Exploraciones que el mismo Dr. Herranz consideró, con buen criterio, una temeridad comenzar a hacerse bianualmente desde los 20 años por antecedentes familiares de cáncer de mama.
Otro dato interesante proporcionado por el Dr. Herranz, que hasta ahora ENRESA había negado repetidamente, es la irradiación producida por el transporte de residuos. Según sus propios datos la dosis anual acumulada por los profesionales del transporte de sustancias radiactivas es tres veces superior a la del resto de trabajadores de la industria nuclear o de puestos de trabajo sometidos a riesgo de radiación ionizante como los radiólogos (2,23 frente a 0,72 mSv/año). El mismo Pablo Zuloaga aceptó que la radiación recibida a varios metros del contenedor de los materiales radiactivos es próxima a 0,1 mSv cada hora y que con doce horas en la proximidad del contenedor se alcanzarían las dosis máximas permitidas de radiación para un año.
También argumentó en su defensa que los cálculos de muertes provocadas por esta radiación en la población general próxima a la ruta de transporte son de un rango de 10-6, es decir, de algunas muertes por cada millón de expuestos. De hecho la mortalidad causada por la dosis de irradiación que ENRESA se compromete a no exceder se estima en 0,5 por millon/año lo cual hace que, si se cumple la poco probable ausencia de accidentes durante toda su vida útil, el riesgo de que algún vecino de la comarca muera de un cáncer producido como consecuencia directa de la instalación del cementerio nuclear (suponiendo la exposición sólo de adultos), dada la escasa densidad de población de la zona, sería de tan solo un 5%, un riesgo que la industria nuclear considera insignificante y que lleva a ubicar este tipo de instalaciones en lugares despoblados. Pero el transporte, que debe pasar junto a grandes ciudades como Madrid y Valencia, afectará en cada viaje a unos cinco millones de personas. Según los datos manejados por la propia ENRESA (impactoradiologico.com) el riesgo (sin ningún tipo de accidente) es de 0,1 a 1 por cada 100 millones de expuestos en cada viaje (1 x 10-8). Si tenemos en cuenta esa población de cinco millones y un total de unos 650 viajes, la propia ENRESA, cuando asegura la absoluta seguridad del transporte, está asumiendo que el transporte de los residuos nucleares desde las centrales nucleares a Villar de Cañas va a ser el responsable directo en esos 20 años de la muerte por cáncer de entre 30 y 300 personas. A diferencia de ENRESA consideramos inadmisible estas cifras por mucho que sea una cantidad pequeña en proporción al millón de personas de esa misma población que acabará muriendo de cáncer por otras causas, o que los estándares de seguridad de la energía nuclear consideren esa cifra como insignificante, o que esos cientos de ciudadanos, asesinados por la avaricia de la industria eléctrica, sean incapaces de demostrar (e incluso de sospechar) cual ha sido la causa de su cáncer. Lo consideramos inadmisible sencillamente porque esos cientos de muertes (una mortandad similar a la de la violencia machista o bastante superior a la de ETA) son sencillamente evitables e innecesarias.
En cualquier caso, agradecemos a ENRESA que, aunque de forma tardía y sin paridad en las discusiones, organice este tipo de actos de información a los ciudadanos en los que si los asistentes llevados por el Partido Popular no hubiesen ido con la indicación de jalear a los ponentes invitados por ENRESA sino de escucharles, seguramente saldrían con una opinión muy distinta sobre la seguridad de este tipo de instalaciones. Aunque es difícil de asegurar en aquellos cuya conclusión tras la charla y el debate posterior era simplemente "qué más da, si de algo hay que morirse".
Dr. Guijarro Ponce, Joseandrés
Doctor en Medicina y Cirugía
Especialista en Obstetricia y Ginecología
Miembro de la Plataforma contra el cementerio nuclear en Cuenca