Provincia

Carrascosa del Campo se llena de máscaras

Redacción | Lunes 20 de febrero de 2012

En tardes de Carnaval, cabe adoptar la piel de aquel personaje que, sea soñado o imaginado, inventado o procedente de la más irrisoria realidad, anhelamos encarnar. Se cuelan entonces piratas en tierras secas, galletas sin pizca de miga y novias de olor putrefacto, por no hablar de mucho más. Y es que en tardes de Carnaval hay cabida para la metamorfosis, si no espiritual, cual debiera ser la de un civil con sayas de monja, sí al menos de fachada. Hablamos de esa pinta que se fabrica con unos cuantos jirones de trapo o pelos de plástico, pero también de aquella otra que, en la tarde del Sábado, conformaba la imagen de una maraña humana escindida, desfilando como un cortejo dionisíaco por las calles de un pueblo que ha mucho  dormita.




Las máscaras, si no ya de cartón o escayola, de polvos de color y purpurina, avanzaban ceremoniosas. Aunque no emitieran murmullo descarriado alguno, cual hicieran tiempo atrás, interrumpían, al son de un ritmo carnavalesco, el sueño de un pueblo que anteayer vio salir en masa a sus vecinos para rendir tributo a Don Carnal. Epicentro del Municipio conformado por otros cuatro pueblos que dan nombre a Campos del Paraíso, Carrascosa del Campo o, lo que es más exacto, su Comisión de Festejos, logró que cantidad de ellos recorrieran aquellos rincones más emblemáticos para acompañar a sus máscaras, convocadas en el Centro Cultural el Silo para dar comienzo a la celebración.

 


Ojalá que la ficción de la tarde del Sábado se incremente año tras año, y el cortejo que la acompañó, cuantioso como hacía tiempo,  igualmente se doble, pues no sólo con ello entra en juego la pillería de averiguar quién se esconde tras cada personaje. Tampoco la de hacer que las calles despierten de su sueño por unas horas. Opera la perversión carnavalesca de traer a la memoria cantidad de tradiciones que, antaño, hacían que ese sueño, y el de todos los pueblos del mapa, jamás apareciese.


Así sea que el antifaz fabricado el Sábado por las gentes del Carnaval -todas aquellas que, con máscara o sin ella, disfraz o sin él, permitieron que éste tuviese lugar-, no abandone por largo tiempo a Carrascosa y a los pueblos que la acompañan, en tanto era el propio del sentir de unas gentes que siempre volvieron a ellos para avivar su ánimo, fuera el mundo al revés o lo que fuera que se celebrase.


Kepa