El historiador romano, Tito Livio relató una vez lo siguiente: “En la Roma del año 390 a. J.C, la vigilancia de la ciudad corría a cargo de un personaje llamado Marco Manlio. Era él quien debería de ocuparse de que la ciudad de Roma se viese libre de contratiempos y sucesos imprevistos, y por lo tanto sobre él recaía la responsabilidad directa de lo que pudiese acontecer. Sin embargo, una noche, Marco Manlio se quedó dormido. Ante tal acto de negligencia, los Galos llegaron a Roma y la invadieron. Tan desprevenidos encontraron a los romanos que podrían haberla destruido completamente. Pero no fue así, se debió a que unas ocas, que tenia Marco Manlio en la colina Capitolina, comenzaron a producir sus sonidos característicos despertando al pueblo de Roma”.
La ola de frio y la nevada de los últimos días parece haber puesto de manifiesto las señales de incompetencia propias de Marco Manlio. Aunque - todo hay que decirlo - sin que hayamos tenido la suerte de contar con unas ocas que reparasen sobre el asunto. Los hechos nos recuerdan, desde luego, a una ciudad con una climatología y geografía como las de Finlandia o Suecia. Pero nada más lejos de la realidad. Estamos hablando de Cuenca.
Donde a pesar de dejar de nevar sobre las 16 horas del domingo, hasta el lunes, la mayoría de las aceras de la ciudad seguían sin limpiar, donde la parte alta de la ciudad permaneció incomunicada durante horas, donde se cortaron calles del centro de la ciudad, como Avenida de República Argentina y Antonio Maura. Donde algo más de una decena de personas atrapadas con sus coches en el Polideportivo "El Sargal" por el lamentable estado de la cuesta por la que se accede a la calle Colón. Donde las pedanías, quedaron abandonadas. Y donde había barrios donde ni siquiera llegaron las maquinas quitanieves.
Todo ello, a pesar de contar con los mismos medios, que años anteriores y, sobre todo, con una nevada que aparte de ser de poca importancia, era más que previsible.
¿Y quién ha sido el responsable, el Marco Manlio de este desastre? Pues la verdad es que no resulta difícil saberlo. Según el Ayuntamiento es el primer teniente de Alcalde, concejal de Urbanismo y Obras y portavoz municipal, Darío Dolz Fernández, uno de los encargados de supervisar las actuaciones destinadas a paliar los efectos de un temporal. Sin embargo, en el organigrama de la administración local, esta competencia corresponde también a la Concejalía de Seguridad y Movilidad, es decir, a Don Gregorio Sebastián. Al final, con dos concejales que deberían haber actuado y un Alcalde por encima de ellos, los resultados han sido verdaderamente bochornosos. Y es que, por desgracia, no se trata de nada nuevo. En realidad, esta lamentable situación obliga a recordar algunas características del gobierno que preside Juan Ávila.
• En 1º lugar, se encuentra su absoluta improvisación. Desde que comenzó su gestión, Ávila ha demostrado una preocupante incapacidad para prever lo que podía derivarse de las acciones y de las de sus concejales. Ese comportamiento está teniendo un coste muy elevado hasta la fecha.
• En 2º lugar, se encuentra la incapacidad para la gestión de la cosa pública. Más allá de algún golpe de efecto, de las fotografías o de sus declaraciones rimbombantes, la administración presidida por Ávila o no sabe o no quiere que esta ciudad funcione. Si Darío Dolz, ha demostrado una pasmosa incompetencia para ocuparse por el problema, y si Gregorio Sebastián no ha movilizado con suficiente rapidez a los efectivos situados a su mando, no cabe otra cosa que pensar que tanto el uno como el otro han pasado a ser el parachoques de Ávila.
• Y en 3º lugar, se encuentra esa habilidad de Ávila para no aparecer nunca en el lugar de los desastres y arrojar el cadáver sobre los demás. Seguramente, la necesidad de pasar un fin de semana en Sevilla, en el Congreso del PSOE, buscando un sitio en política nacional fuese más importante para él, que coordinar un dispositivo ante la nevada que cayó sobre Cuenca días atrás.
Bien, ya nos vamos haciendo la idea de que no se puede esperar otra cosa de él, pero ¿acaso hubiera resultado tan difícil dar la cara tan sólo una vez en lugar de colocar la de otros por si acaso se la rompen? Improvisación, incapacidad para la gestión y eludir la responsabilidad, son las características del alcalde de Cuenca. Pero verdaderamente, lo que resulta más penoso del asunto es que nosotros, los conquenses, estamos sin unas ocas que puedan despertarlo y salvarnos así de sus errores.
Antonio F. Alarcón Pastor