Los funcionarios son los empleados que el ciudadano
paga para ser la víctima de su insolente vejación.
Pitigrilli
Los funcionarios hoy nos estamos convirtiendo en el chivo expiatorio de esta sociedad en crisis que lo está pasando mal y que parece que lo que quiere es que otros lo pasen peor. Vaya por delante que este artículo lo que pretende es poner en valor a esos miles de trabajadores públicos que hoy parece que tienen la culpa de todos los males.
Llevamos tiempo en que los funcionarios se han convertido en los paganos de una crisis que ellos no han generado y, además, en ningún modo son los responsables de las tropelías empresariales de ciertos sectores productivos. Los funcionarios no hemos creado la crisis financiera, ni de deuda, ni de la construcción sino más bien todo lo contrario. Los funcionarios hemos aguantado estoicamente al ver cómo las grandes empresas y los grandes especuladores vivían por encima de sus posibilidades, llenándose los bolsillos en una burbuja que nadie frenó y que a la gran mayoría les parecía bien. Y mientras, nos convertimos en los parias de una sociedad en la que se nos veía como los pobrecillos que ganaban poco y encima tenían que declarar todas sus retribuciones a la Hacienda Pública. Era el momento de los buenos sueldos y del gran fraude. Pero los funcionarios aguantaron por aquello de su vocación de servicio público.
Todo cambió y por arte de birlibirloque nos convertimos en los que tienen que pagar los platos rotos de los demás y de ahí que tanto los gobiernos de Mª Dolores De Cospedal como de Mariano Rajoy, siguiendo los dictados de la caverna (o taberna) mediática y de la CEOE, se hayan cebado contra los funcionarios. Primero han ido despidiendo, sí, despidiendo, interinos y luego volviendo a bajar el sueldo a los parias, aparte de suprimir muchos derechos adquiridos a lo largo de los años. Y cómo no, siguiendo el estilo de los “populares” de no negociar con nadie ni con nada, todo a hechos consumados, a traición y con engaño, que para eso tenemos la mayoría absoluta.
Lo peor es que cuentan con el gran aplauso de personas que ven en los servidores públicos unos privilegiados, pero esos “privilegiados” se encargan de mover la economía de ciudades como Cuenca en donde se gastan su dinero en tiendas de confección, de alimentación, droguerías, joyerías, bares y restaurantes, por citar algunos casos, por lo que si se reduce el sueldo del funcionario público y se le hace trabajar más horas eso redundará en que éste gaste menos y durante menos tiempo, y está claro que así no salimos de la crisis. Cuando todo iba bien y las administraciones públicas no tenían déficit nunca a nadie se le ocurrió hacer “reparto de beneficios” entre sus trabajadores, pero ahora todos quieren que aportemos más que nadie para paliar la crisis. No señores, si todos tenemos que arrimar el hombro lo arrimamos por igual y no unos más que otros, yo me sacrifico pero ustedes también, y sobre todo que se sacrifiquen los que más tienen que son los que se han forrado en la época de las vacas gordas.
Hoy está de moda denostar la función pública gracias al eco mediático de cierta prensa y de los ejemplares empresarios, pero no se dan cuenta de que si no hubiese empleados públicos muchos de los servicios no se podrían dar. No hablo tanto de policías, profesores, médicos o bomberos, que son los ejemplos que siempre se citan, hablo de los “oficinistas” que se dedican a tramitar ayudas agrícolas que otros piden, a tramitar ayudas para la creación de empresas, funcionarios que nos atienden cuando acudimos a una biblioteca o cuando tenemos que demostrar unos derechos o localizar unos antecedentes, funcionarios que nos atienden cuando presentamos o cotejamos nuestros documentos, o funcionarios que simplemente, por desgracia, nos ayudan a buscar empleo o gestionan el apoyo a las víctimas de la violencia machista. Sí, todos son esenciales y no sobra ni uno, más bien todo lo contrario. Estoy de acuerdo en que en algún caso puede haber demasiados funcionarios, pero eso se soluciona redistribuyendo a los mismos y racionalizando el trabajo, no mandándolos a la lista del paro.
Para “ayudar” a rebajar la nómina de los funcionarios está la imagen creada de que somos unos vagos de solemnidad y que no damos un palo al agua; he de darles la razón en algunos casos, los mismos que en otras profesiones: hay empresarios, albañiles, informáticos, tenderos, periodistas, camareros, etc… vagos e ineptos como en todas partes, ni más ni menos que en los funcionarios, y no por eso la sociedad y los políticos cargan contra ellos, lo que sucede es que cargar contra los funcionarios es lo más fácil y populista, eso sí, muestra una carencia de ideas, cortedad de miras y falta de imaginación por parte de los dirigentes que lo hacen.
Los funcionarios somos esenciales en una sociedad democrática y sirven para igualar a todos los ciudadanos en sus relaciones con las administraciones públicas para que ninguno tenga privilegios y de ahí la independencia del servidor público, que ha accedido a su puesto valorándose su mérito y capacidad frente a otros miles de aspirantes que quedaron fuera o que simplemente no se presentaron a las oposiciones porque se ganaba poco…
Ramón Pérez Tornero
Twitter: @Ramon_Perez_T