Opinión

¿Quién se atreve?

Redacción | Jueves 01 de diciembre de 2011

«¿Quién se atreve a decir que una mujer y catalana no puede dirigir el PSOE?». Estas fueron las palabras que, acompañadas del suave gesto de su marcial brazo, pronunció la Ministra de la Guerra durante la campaña electoral que llevó a su partido a un histórico descalabro del que pretende salir por medio de un congreso en el que, según los entendidos, Carmen Chacón se postulará como futura lideresa socialdemócrata.

Atrapados en su fundamentalismo democrático, apelando a una ficticia libertad de oportunidades que elude la realidad de que, al margen de cuestiones procedimentales, los partidos se mantienen en función del equilibrio entre grupos de poder y oligarquías, los políticos profesionales españoles tratan de presentar como impecable un proceso tras el cual pudiera acceder al poder tanto una humilde alcaldesa de un pueblecito de Cuenca, como la esposa de Miguel Barroso, una de las cabezas de Mediapro.



 

Sea como fuere, la pregunta de Chacón, presentada con calculada ingenuidad, obliga a realizar varias consideraciones:
Por un lado, hemos de recordar que quien la formula es una Ministra del nefasto Gobierno de Zapatero, caracterizado por su exacerbación de todos los separatismos, actitud que cristalizó en el fortalecimiento de ETA, convenientemente instalada en las instituciones, y en la aprobación del Estatuto de Cataluña que tanto apoyó el partido de la señora Chacón, el PSC que ahora se apresta a debatir su verdadera esencia tentado de admitir sin tapujos que se trata de un partido independentista.

Por otro lado, no se puede ignorar que estas dos legislaturas han tenido un grosero tinte sexista que ha llevado a la configuración de unos gobiernos que tenían en la entrepierna uno de sus más firmes criterios estructurales. Las llamadas «ministras de cuota» fue el resultado, haciendo un flaco favor a la verdadera igualdad, aquella que no es aritmética.

Nada impide, pues, que una mujer catalana pueda dirigir el PSOE ni aun a España. Sin embargo, algo debería impedir que las facciones catalanistas tomaran las riendas de un partido tan importante en un periodo de profunda crisis que, al margen de las escapistas excusas que buscan su origen en unos «mercados» que parecen flotar en la atmósfera como negros nubarrones, se debe en gran medida a la putrefacción de la Nación española, a la que tanto han contribuido los partidos separatistas.

La pregunta, lejos de la hueca retórica mitinera, podría ser otra: ¿quién se atreve a excluir del cuerpo político español –por utilizar ahora la metáfora médica- ciertos agentes patológicos que pueden llevar a la mutilación y el debilitamiento de la Nación?

Digámoslo claro. La fortaleza y aun la supervivencia de España es incompatible con el amparo institucional de sus enemigos, algo que tienen muy claro en países tan próximos como Portugal, cuyo artículo noveno dice:

«No se pueden constituir partidos políticos que por su designación o por sus objetivos programáticos, tengan índole o ámbito regional.»

 

¿Alguien se atreve?

 

Iván Vélez