Acaba de presentarse en la Catedral de Cuenca la restauración de dos grandes cuadros de altar, la Piedad y la Adoración de los Magos, pintadas por Fernando Yáñez hacia 1525-1532 para la capilla de los Caballeros de la Catedral de Cuenca. Yáñez está considerado por muchos historiadores como el pintor español más importante del Renacimiento. Le encargaron las obras los hermanos don Luis y don Gómez Carrillo de Albornoz, con el fin de presidir y ornamentar los altares funerarios en que ambos se encuentran enterrados, dentro de la capilla de sus antepasados. La puesta en valor de estas pinturas las ha llevado a cabo durante varios meses el restaurador Luis Priego, ayudado por su equipo de colaboradores. La restauración ha sido producto de un convenio firmado entre el Obispado de Cuenca y la empresa pública Canal de Isabel II de Madrid, que ha financiado los trabajos.
El proceso se inició cuando el Canal de Isabel II le propuso al historiador del arte Pedro Miguel Ibáñez Martínez participar, como comisario de la sección pictórica, en un gran proyecto expositivo dedicado a Leonardo da Vinci, que incluye otras secciones y que culminará con su apertura al público el día 2 de diciembre de este mismo año. Pedro Miguel Ibáñez tuvo claro desde el principio dos cosas: por una parte, que esa sección pictórica debería ir referida a los dos artistas españoles, Fernando Yáñez y Fernando de Llanos, que mejor recogieron las formas y las enseñanzas del maestro; y por otra que, entre las piezas seleccionadas, debían ofrecerse algunas obras novedosas tanto para los especialistas como para el gran público. Nada mejor para cumplir este último objetivo que los dos grandes cuadros de la capilla de los Caballeros, que esperaban la oportunidad de ser restaurados. Tras efectuar la propuesta, tanto al Canal de Isabel II como al Cabildo de la Catedral de Cuenca, con contactos personales con los canónigos Vicente Malabia, director del Museo Diocesano y delegado diocesano del patrimonio, y Miguel Ángel Albares, director de la Catedral, y tras cumplirse las deliberaciones a que hubo lugar, las partes respectivas firmaron el convenio.
El resultado de la puesta en valor de ambas pinturas ya puede contemplarse en la Catedral de Cuenca, antes de su inmediato traslado a Madrid para ser expuestas. Representa un verdadero descubrimiento estético admirar la Adoración de los Magos y la Piedad tras ser eliminada la suciedad del tiempo, así como determinados repintes que distorsionaban su belleza. Incorporan además el atractivo añadido de mantener lo que pocas pinturas antiguas han conseguido: los magníficos marcos platerescos originales, labrados en la madera por el hábil entallador Antonio Flórez. La Adoración de los Magos es la que ha llegado hasta nosotros en mejor estado, y por tal causa pueden singularizarse en ella algunos comentarios. Fernando Yáñez alcanzó con esta obra un grado de refinamiento técnico y conceptual pocas veces igualado a lo largo de su carrera, y dejó una de las piezas en verdad capitales de toda la pintura española del siglo XVI.
Encargada para adornar el altar funerario de don Luis Carrillo de Albornoz, cabeza en ese momento del linaje, el artista la concibió como si en realidad estuviera destinada a ser expuesta en el salón más noble de la casa palacio de los Carrillo, en la placeta que de esa familia tomó el nombre, la del Escardillo. La pintó como una pieza de caballete que puede resistir la observación más próxima, hasta con lupa, con sentido aristocrático y todo el esmero posible. Así es como puede comprobarse la factura perfecta, el sabio empleo del claroscuro, los destellos de la luz en las ricas vestimentas de los Magos, el refinamiento del colorido que incluye el empleo del carísimo lapislázuli y, entre otros muchos logros, cómo Yáñez perfila una a una las hebras de hilo de las mangas, cuando el destino del cuadro era una capilla de luz penumbrosa. La Piedad y la Adoración de los Magos se convierten, a partir de ahora, en dos obras maestras de la catedral de Cuenca que tanto los conquenses como los visitantes deben conocer. Y en el caso concreto de la Adoración de los Magos, se transfigura posiblemente en la joya pictórica de todo el patrimonio artístico de la diócesis.