En uno de los capítulos de “Los Simpsons”, Homer esgrimía un motivo por el cual no reducir el límite de velocidad: “es cierto que se salvarán unas cuantas vidas, pero miles de personas llegarían tarde”.
Este argumento aparentemente ridículo encierra uno de los problemas más estudiados por la política económica, precisamente Hayek explicaba la paradoja de los accidentes de tráfico: si se quieren acabar con las muertes al volante, la manera más eficaz de hacerlo es prohibiendo los coches, pero esto supondría una pérdida general de calidad de vida por parte de toda la población.
La toma de decisiones en política baila constantemente en este límite, es decir, debe intentar minimizar los perjudicados y maximizar los beneficios generales de todos los ciudadanos. El problema es que generalmente se suele dar la circunstancia que en la toma de decisiones unos pocos salen muy perjudicados mientras que la inmensa mayoría sale algo beneficiada (y viceversa).
La democracia moderna, entendida como el gobierno de minorías organizadas contra mayorías desorganizadas, tiene un claro exponente en las dificultades que tiene España para hacer reformas estructurales, debido a la cantidad de intereses creados y consolidados, ya sean sindicatos, empresarios o funcionarios, puesto que son estos grupos los que tienen un mayor estímulo en mantener su status quo.
Desde la creación del Estado del Bienestar, esta paradoja económica ha estado presente en la toma de decisiones políticas sobre impuestos, donde el mayor peso recae inevitablemente en la gran masa que supone las clases medias asalariadas, por lo que cualquier subida de impuestos siempre va a ser gradual para evitar que este grupo de población se vea agraviado especialmente.
Es por ello por lo que me alegro de la existencia de movilizaciones producidas por la crítica ante la subida de impuestos llevada a cabo por Juan Ávila, es más, no contemplo una protesta más justificada que una provocada por la subida de impuestos, de hecho, es la más genuinamente democrática; y es que fueron los impuestos los generadores de los sistemas parlamentarios modernos, no hay que olvidar que ya las Cortes de León fueron creadas para establecer un control y una defensa ante la subida de impuestos.
En el caso de nuestra ciudad, -que probablemente se enfrente a la mayor subida de impuestos desde la supresión del Fuero de Cuenca-, se está llevando a cabo un interesante movimiento que está canalizando el evidente descontento ante esta situación, actuando en distintos frentes, donde destaca el trabajo realizado en las redes sociales, de una manera más fresca de lo que estábamos acostumbrados en nuestra ciudad, con lemas como el ya famoso #juannonostoqueslosibis.
En estos momentos la situación económica del Ayuntamiento de Cuenca es tan mala como la del resto de los consistorios, pero no es de quiebra, es decir, posee activos y derechos superiores a su deuda, por lo tanto, una subida de impuestos no es la última alternativa, más bien es la más fácil. Por otro lado, el volumen de la subida de impuestos más parece propia de alguien que tiene asumida esa política y no de una persona que trata de evitar a toda costa este extremo, como afirma nuestro alcalde.
Pero la situación es más sangrante si tenemos en cuenta cómo llegó Ávila al poder: lo hizo prometiendo una política radicalmente distinta a la que está llevando a cabo, en realidad, poco después de llegar al consistorio hizo una enmienda a la totalidad de su programa, y, en la práctica, una moción de censura a sí mismo, perdiendo, por tanto, cualquier legitimidad para pedir sacrificios a los ciudadanos, por lo tanto, hasta que no rectifique, cualquier movilización estará justificada.
Pablo Muñoz Miranzo
Twitter: @pmmiranzo