El próximo 20 de Noviembre tendremos una nueva cita electoral en nuestro país. En este caso serán las elecciones que nombrarán a nuestros representantes en el Congreso y en el Senado. Es un momento álgido de la política, como lo son todas las citas electorales, que, por desgracia y una vez más, se verá empañado por un bipartidismo feroz que desvirtúa los resultados y que no ayuda a mejorar la percepción de los ciudadanos sobre la política.
Y ¿Por qué digo que no ayuda a mejorar la percepción de los ciudadanos? En estos días, como suele ser habitual cuando la economía flojea, no descubrimos nada si decimos que el ciudadano medio de este país no tiene una buena imagen de sus políticos.
Esta imagen la empeora más la falta de contacto con el ciudadano, la pérdida del referente que debía ser obligatorio para el político, que los casos de corrupción o los sueldos que puedan o no tener nuestros representantes. Al fin y al cabo, un asunto de corrupción salpica personalmente al que comete el delito, aunque es obvio que no ayuda a la imagen de la política. El asunto al que me refiero atañe a todos y nos hace dudar si, en realidad, no se habrá creado una casta política que lucha por su supervivencia en vez de por cumplir sus promesas, cumplir su programa o atender al ciudadano.
La demagogia en este asunto, como en tantos otros, no es sana y desvirtúa la cuestión principal. Los políticos adquieren su mala prensa porque no responden ante un ciudadano sino ante el jefe circunstancial del partido al nivel que corresponda. Traducido a la vida real, esto viene a significar que el diputado por la provincia X no tiene que preocuparse de que no ha cumplido sus promesas, aquellas que en la anterior campaña gritó y voceó pueblo por pueblo para conseguir el voto, sino que su preocupación debe ser, si quiere seguir bien colocado en las listas y acceder a la cámara, no enemistarse o enfrentarse con otro político que se sitúa, como en una pirámide, justo por encima de él.
¿Cómo consiguen, si esto es así, seguir renovando la confianza de los electores? Los ciudadanos volvemos a elegir a los mismos una y otra vez por diversos motivos (y no todos nos sitúan como víctimas ni hablan bien de nosotros). Una ley electoral injusta que hace que cualquier decisión sobre a quién votar que se salga de los dos grandes partidos suponga, como se dice vulgarmente, tirar tu voto a la papelera. El miedo al otro, la vulgarización de la política que se asemeja cada vez más a un Madrid – Barça. Mediante esta técnica las diferencias ideológicas se diluyen hasta casi desaparecer y el debate político queda, una y otra vez, degradado a un simple partido de fútbol o a un y tú más. El partido por el que simpatizas no hará lo que tú quieres, pero hemos ganado. Existen otras fórmulas más burdas relacionadas con los medios de comunicación –gran debate el generado en torno a la decisión del consejo de RTVE en estos días-
De esta manera, nos encontramos con que España será gobernada o bien por alguien que no nos cuenta que piensa hacer con claridad o, en su defecto, por alguien que tras pasar por varios gobiernos (el último hace cuatro días) promete ahora las soluciones que no ha sido capaz de poner en marcha.
Esto no tiene porque ser así y es fácilmente mejorable. Somos nosotros, los ciudadanos, los que debemos sancionar con nuestro voto este comportamiento optando por otras opciones, las que cada ciudadano crea más convenientes. Valorar si nuestros políticos
han cumplido sus promesas o han traicionado el pacto con los ciudadanos que les llevó al poder. Abrir, en definitiva, el debate político a algo menos virulento y vacio, sacarlo de la bronca diaria y premiar los argumentos sólidos, la acción fraternal entre lo dicho y lo hecho. El día que comience la campaña, por ejemplo, sería mucho más gratificante para la política y el ciudadano, encontrarnos con debates serios y meditados, en vez de con miles de carteles y pancartas que banalizan la política. En realidad la propaganda electoral no es mala en sí misma, puede ser utilizada para informar –de manera rápida y eficaz- sobre las líneas que guiarán un programa, lo que pasa es que la hemos mercantilizado hasta convertirla en un elemento de puro marketing, vacía.
En definitiva, sería positivo que nuestros políticos, los futuros representantes de los ciudadanos, volvieran a restaurar su contrato con estos. Un político debe ser elegido para llevar a cabo su compromiso con la sociedad y no, únicamente, para gobernar cuatro años por donde mejor le parezca. De esta manera, no tiene sentido la eternización en cargos y puestos creando un político profesional, sino que los profesionales de cualquier campo se deberían presentar con una serie de ideas que, de conseguir el apoyo ciudadano, llevará a la práctica sabiendo, en todo momento, que su paso por un cargo se circunscribe a las ideas a aplicar, que no es eterno.
El ser humano es un animal político (Aristóteles) y no está cansado de la política, pero sí de los políticos que la llevan a cabo.
Jacobo Medianero Millán
Coord. IU Mota del Cuervo