Tras ultimar detalles en la última semana, y principalmente en la tarde del viernes, la Peña Ciclista Contraviento afrontaba, con muchísima ilusión, su segunda marcha cicloturista. ¡Todo unos veteranos en el sector!
Los boletines meteorológicos amenazaban días atrás con alguna nube que podría afear la mañana, pero el poder de la “marea amarilla” es muy grande y el sábado amanecía con un cielo despejado acompañado de una temperatura agradable.
Desde bien temprano, los integrantes de la peña se aunaban en la organización de la marcha. Montar la carpa, preparar el coche de dirección de carrera, lista de inscritos, dorsales, altavoces… todo debía estar preparado; no era el momento de fallar. Y así fue, gracias a la colaboración de “nuestra pequeña gran familia” todo fue más fácil.
La emblemática Plaza del Parador se convirtió rápidamente en el centro neurálgico de de la peña; donde ciclistas de todos los colores y lugares llegaban para pasar el control de asistencia y confirmar así su apoyo en el día grande de Contraviento. La música amenizó el calentamiento de unos, las charlas pre-carrera de otros y el desayuno que las azafatas brindaban a los participantes.
Una vez llegó la Guardia Civil de Tráfico, el médico y la enfermera dieron el OK y el presi detalló las últimas instrucciones; los corredores se dispusieron, cual pelotón de vuelta grande, para tomar la salida. Había nervios, para que negarlo, tantos meses de ilusión y trabajo no aseguraban una mañana sin incidentes; pero todo estaba cuidado al más mínimo detalle y eso otorgaba confianza a organizadores y participantes.
Pues bien, sobre las 8:45 h., el director de carrera hizo sonar el silbato y el coche de control se puso en marcha, junto a toda la caravana ciclista, para comenzar la prueba.
El pelotón, todavía frio, desfiló por la fuente del Parador para tomar, de manera neutralizada, la carretera rumbo a la primera localidad del recorrido: Las Pedroñeras.
La Peña Contraviento, representado con __ participantes, comandaba de manera orgullosa el pelotón en los primeros kilómetros. Era su marcha y el pequeño momento de gloria se hacía presente más pronto que tarde.
Con un ritmo cómodo se rodó por las cuestas del río entre el bullicio de las conversaciones de unos y otros. No era una competición sino una fiesta del ciclismo y así quedó demostrado en los primeros kilómetros. Una vez Contraviento desocupó las primeras posiciones, distintos ciclistas se alternaban para saludar a la cámara, coger el rebufo del coche o reinar por unos instantes el pelotón. Buena gente, mejor ambiente.
Se cruzó, de manera rápida, la localidad de Las Pedroñeras gracias a la fundamental labor de motos y policía local que guiaban con mimo al pelotón como si fuera su más preciado trofeo. Una vez pasado el pueblo, la marcha puso rumbo a Belmonte y aunque la carretera no estaba demasiado bien, el ritmo tranquilo evitó cualquier problema. El primer tramo libre, que llevaría hasta la subida del castillo de Belmonte, ya se olía y los “galgos” subían posiciones en el pelotón. Aunque muchos habían anticipado que guardarían fuerzas para el final no pudieron evitar el gusanillo competitivo y todos bajaban piñones de manera disimulada.
La bandera verde hacía su primera aparición y la “suelta” espoleó al pelotón que afrontaría alrededor de 5 kms. hasta el primer avituallamiento líquido. A excepción de una caída sin importancia unos y otros acomodaban su ritmo en función del terreno y del bidón de “gasolina” previsto para los 111 km. totales de la marcha. La corta, pero dura subida al castillo se completó sin problemas y todos disfrutaron al llegar arriba de un avituallamiento reconfortable que sirvió para comentar el primer tramo libre y coger un poco de resuello.
La caravana ciclista se ponía de nuevo en marcha en dirección a Osa de la Vega, por una carretera con buen firme y sin apenas tráfico. El sol hacía ya acto de presencia y le daba calor y color a una fantástica mañana; ahora bicis y maillots lucían en todo su esplendor pintando de colores a un gris asfalto que miraba atónito a sus veloces inquilinos. Las risas y comentarios inundaban el pelotón, era momento de disfrutar aunque no por mucho.
Antes de entrar a Osa un giro repentino a la derecha presentaba una carretera estrecha, una alta cebada que saludaba al viento y un asfalto negro y pegajoso que anunciaba guerra. El director de carrera sacaba pito y bandera y la prueba quedaba lanzada de nuevo en el tramo libre más duro del recorrido.
El calor apretaba, el asfalto se agarraba y todos sufrían, pero esto es ciclismo, es lo que hay. Los de adelante a palos y los de atrás a ritmo y en grupetas para afrontar de la mejor manera posible los famosos subibajas de Fuentelespino. Los ciclistas iban llegando al segundo avituallamiento, para descansar y coger de nuevo fuerzas con un bocadillo de jamón, bebidas, plátanos y barritas. El que no comió es porque no quiso.
Una vez más, el pelotón se ponía en marcha para completar la última parte de la etapa. El grupo de forma controlada surcaba de nuevo las carreteras manchegas rodeadas de toda clase de colores; verdes intensos de cosecha que contrastaban con marrones irregulares de barbecho. Toda una delicia para la vista.
El pelotón consumía kilómetros de manera constante, serpenteando entre curvas, repechos y cruces; el calor apretaba y nada detenía al grupo. Así se llegó hasta Alconchel de la Estrella que vio fugaz como la serpiente multicolor desaparecía y la normalidad reinaba de nuevo en la pequeña localidad. Ahora era el turno de Villalgordo del Marquesado, apenas una calle cruzaba el pueblo, pero fue suficiente para que los lugareños salieran al encuentro del acontecimiento ciclista. Miradas atónitas, alguna arenga espontánea y mano al bolsillo de los más jóvenes para fotografiar con el móvil un recuerdo imborrable.
Todo discurría según lo previsto y de esta manera, con un radical giro a la izquierda, se superaba la localidad de Villar de la Encina que no tuvo el honor de disfrutar del pelotón en las entrañas del pueblo. Así era el recorrido… Al poco de superar esta localidad llegó la anécdota de la jornada que no será fácil de olvidar.
Una moto de la Guardia Civil paraba en mitad de la carretera levantando los brazos en señal de parón, todos se preguntaban el porqué mientras avisaban a los de atrás. A pesar de la dificultad que entrañan los parones repentinos este se produjo de manera muy suave gracias a dirección de carrera y la colaboración de todos.
Pues bien, aquella duda sobre el motivo del parón pronto se despejó, una curva escondía un rebaño de decenas de ovejas que no querían perderse el acontecimiento que pasaba por sus pastos. Esto yo no me lo pierdo pensarían, pues no tenían la más mínima intención de moverse de la carretera. Ante la pasividad del pastor, motos, coches y ciclistas intentaban abrirse paso entre el ganado, un auténtico caos que desembocó en una estampida del rebaño que acongojó a más de uno. El pelotón quedo cortado en más de un grupo mientras cada ciclista ponía pies en polvorosa por donde podía. Finalmente un nuevo parón metros más adelante unificaba de nuevo al grupo entre risas y comentarios de los presentes que no daban crédito a lo ocurrido.
Con este curioso altercado, el pelotón se acercaba ya al último tramo libre de la etapa y por lo tanto a su final. Era el momento decisivo para unos y el momento de relajarse para otros, los galgos hacían uñas para estar bien colocados en la aparición del banderazo, mientras atrás se preparaban para ver en primera plana el destrozo que se produciría en el pelotón. El banderazo llegó y ante el asombro de todos, el gran pelotón duró bastante tiempo junto, subiendo a ritmo los repechos de bienvenida a Pinarejo. Poco a poco el gran grupo perdía unidades aunque el tamaño del mismo aún sorprendía; unos 30 ciclistas llegaron a Pinarejo en el montón delantero mientras por detrás la carretera ponía a cada uno en su sitio.
Los distintos grupos llegaron a Sta. María de manera muy rápida, los relevos y la carretera descendente ayudaban a alcanzar grandes velocidades. Y el guión en esta ocasión se cumplió, delante los ataques se sucedían para intentar adelgazar la cabeza de carrera, pero con tanta gente era casi imposible. Por detrás cada pequeño grupo tenía la esperanza de coger al de delante pero en estas carreteras llanas todos corrían mucho.
Finalmente la “tete de la course” vislumbró la gasolinera de La Alberca que anunciaba guerra en la entrada del pueblo. Los últimos ataques morían absorbidos de manera rápida, demasiados interesados en la victoria como para quedarse mirando ahora. Llegaba la última recta, de unos 700 m., que picaba hacia abajo y ayudaba a coger mucha velocidad; era la hora de colocarse bien para afrontar con garantías el sprint final. Llegaba la zona vallada y la multitud vitoreaba los últimos metros; Roberto de Contraviento se adelantó a los demás en un derroche físico impresionante pero todo trono tiene un rey y Alberto en un despliegue descomunal superó por apenas una rueda a Roberto que tuvo más cerca que nunca su primera victoria. Por detrás Javi de Contraviento entraba tercero muy cerca de los dos primeros para completar un podio amarillo de ensueño.
Cada grupo posterior peleó el sprint como si de la victoria se tratase y así lo agradeció el público que aplaudió a cada ciclista que cruzaba la meta.
Al final, de nuevo todos a la Plaza del Parador para beber algo y compartir los detalles de la marcha; caras agotadas pero satisfechas inundaban cada rincón de la Plaza. La música le daba sabor a una mañana perfecta y Cintia, speaker y maestra de ceremonias, se hacía con el control de la situación. Llegaban los sorteos y todo el mundo esperaba algún premio gordo, que los había. Cada afortunado subía al podio para recoger su recompensa ante la mirada resignada de los demás. Cuenta kilómetros, jamones, botellas de vino, quesos, rolletes, un casco Catlike y un viaje fueron algunas de las delicias que se sortearon. Enhorabuena a los premiados.
Ahora tocaba una ducha en el Pabellón Municipal y a la Serrezuela a disfrutar de un ya famoso arroz caldoso de la alcaldesa. Pronto los merenderos se fueron llenando y las barrigas también. Unos y otros disfrutaron de una sobremesa relajada entre risas y comentarios para completar un día inolvidable.
Carlos Fuente Máinez