La Real Academia Nacional de Medicina de España (RANME) ha hecho entrega recientemente de sus premios anuales, que reconocen la excelencia académica e investigadora en distintas disciplinas médicas. Dentro de los Premios Nacionales de Doctorado, en la categoría de “Ciencias Clínicas Quirúrgicas”, el premio ha sido otorgado a la doctora Cristina Díaz del Arco, natural de Cuenca, por su tesis titulada “Valor pronóstico de los factores clinicopatológicos y marcadores inmunohistoquímicos en pacientes con cáncer gástrico operado: modelos predictivos, afectación ganglionar y clasificación molecular”.
La tesis, desarrollada en el Departamento de Cirugía de la Universidad Complutense de Madrid, ha sido dirigida por los doctores Luis Ortega Medina y Mª Jesús Fernández Aceñero, pertenecientes al Departamento de Anatomía Patológica del Hospital Clínico San Carlos de Madrid. La investigación analiza aquellos factores que influyen en el pronóstico del cáncer gástrico en pacientes occidentales, proporcionando herramientas para diseñar modelos predictivos con mayor precisión. Estos hallazgos tienen la capacidad de mejorar tanto el diagnóstico como las estrategias terapéuticas en el manejo clínico de esta enfermedad.
Nacida en Cuenca, Cristina Díaz del Arco inició sus estudios de Secundaria y Bachillerato en el Instituto Alfonso VIII de la misma ciudad. Más adelante, cursó sus estudios de Medicina en la Universidad Complutense de Madrid, donde obtuvo en 2023 el doctorado con la calificación de “cum laude” además de recibir el Premio Extraordinario de Doctorado de la Facultad de Medicina.
En la actualidad, desempeña su labor como facultativo especialista de Área en Anatomía Patológica en el madrileño Hospital Clínico San Carlos y ejerce como Profesora Asociada en la Universidad Complutense de Madrid. A lo largo de su carrera, ha realizado la publicación de más de 70 artículos científicos en revistas especializadas junto con la presentación de más de 100 comunicaciones científicas en congresos nacionales e internacionales. Entre los reconocimientos recibidos se subrayan el Primer Premio a la Excelencia para Residentes del Hospital Clínico San Carlos y el Premio Alberto Anaya al mejor artículo publicado en la Revista Española de Patología.
A lo largo de mi tiempo en el instituto, tuve la suerte de contar con muchos mentores que dejaron huella en mi vida. De hecho, cuando escribí los agradecimientos de la tesis, mencioné a la educación pública y a todos mis maestros, porque realmente fueron la base de mi carrera y me dieron una formación increíble. Si tuviera que destacar a algunos, empezaría por Esperanza Matamala, la profesora de Biología y Geología. Ella fue quien me introdujo en el fascinante mundo de la biología, y fue incluso profesora de mi padre. Luego, no puedo dejar de mencionar a Alicia Anguita, la profesora de Francés. Gracias a ella descubrí un idioma precioso, pero además, me ayudó a conocer la música de grandes cantautores como Jacques Brel, que todavía escucho con infinito cariño. Una profesora muy cercana, que utilizaba muchos recursos audiovisuales y logró transmitirnos su pasión por la cultura francófona. También quiero destacar a Abelardo Martínez, el profesor de Ética. Sus clases eran una verdadera inspiración; nos enseñaba a pensar de manera crítica y creativa, algo fundamental que aún valoro mucho. Y, por supuesto, no puedo olvidarme de Ángel Luis Mota, un profesor absolutamente único. Sus clases eran divertidísimas y, sobre todo, él era un auténtico humanista, un tesoro conquense.
Fuera del instituto, también estudié en el Conservatorio de Música de Cuenca. Teresa Untoria fue mi profesora de piano durante diez años y literalmente me vio crecer. Y quiero destacar también a Fernando Cabañas, mi profesor de Lenguaje Musical y antiguo director del Conservatorio. Aunque tenía fama de ser muy estricto, su manera de enseñar la teoría musical era maravillosa.
Durante el instituto cambié varias veces de idea sobre qué estudiar. Lo que acabé teniendo claro es que me apasionaban tanto la Biología como la Filosofía, las Filologías y la Lengua y Literatura. El problema era que, desgraciadamente, las carreras “de letras” no parecían ofrecer muchas salidas profesionales, así que opté por Medicina, que, al menos en teoría, me parecía una carrera que combinaba la ciencia con el humanismo.
La verdad es que no disfruté tanto de la carrera como esperaba. Los primeros años, con las asignaturas más básicas, fueron los que más me gustaron. Sin embargo, cuando llegué a los años clínicos, con las prácticas en hospital y las asignaturas más centradas en la medicina asistencial, me costó más. Me fascinaba entender cómo funcionaba el cuerpo humano y cómo surgían las enfermedades, pero el trabajo médico en urgencias o en las plantas de hospital no me motivaba. Fue entonces cuando me di cuenta de que probablemente estaba hecha para especialidades como Anatomía Patológica, Radiología o Medicina Nuclear. Incluso consideré Medicina de Familia por su enfoque social, por la idea de formar parte de una comunidad y cuidar de sus vecinos. Pero al final, el diagnóstico a través del microscopio me pareció la forma más profunda de entender la enfermedad. La Anatomía Patológica para mí combina lo mejor de la medicina clínica y asistencial con lo mejor de la teoría de la biología y la patología, además de ofrecer enormes posibilidades de investigación. Durante los cuatro años de residencia en el Hospital Clínico San Carlos, encontré mi camino, me apasioné por la especialidad y, sobre todo, fui inmensamente feliz.
Cuando estás en el lugar adecuado, aprendiendo sobre lo que te gusta, todo se hace más fácil. Durante la residencia el ambiente entre los médicos adjuntos y los residentes era excelente. Se hacían muchas actividades docentes, y los adjuntos, que son ahora mis compañeros, me enseñaron muchísimo sobre Anatomía Patológica. En cuanto a la investigación, tuve la suerte de encontrarme allí con otra conquense, Mª Jesús Fernández Aceñero, cuya carrera investigadora es envidiable. Fue ella quien me contagió ese ímpetu por investigar, y con su apoyo y el de mi jefe, Luis Ortega Medina, fui poco a poco volviéndome más independiente y aprendiendo en ese campo. Empecé a trabajar en la tesis en los últimos años de la residencia y la continué cuando ya era adjunta.
Es cierto que no todo es fácil. Las mayores dificultades suelen estar en encontrar tiempo para otras cosas, sobre todo si tienes otras inquietudes, como en mi caso son la música o la lectura. Y una vez que sales de la residencia también se reduce el tiempo para investigar, ya que tienes muchas más responsabilidades y menos tiempo libre.
Creo que ahora mismo estoy en una etapa de transición. Como médico adjunto y profesora, he ido asumiendo más responsabilidades, lo que, como mencionaba antes, ha reducido el tiempo que puedo dedicar a la investigación. Además, la carrera investigadora no se trata solo de iniciar proyectos y publicar artículos científicos. Aunque no quiero dejar de hacerlo, también me apetece centrarme en aspectos que antes no había podido explorar, como las iniciativas docentes, dirigir trabajos de investigación de alumnos y residentes, colaborar con grupos de investigación más grandes o de otros ámbitos, o incluso la divulgación. De momento, dentro de la universidad, me ha surgido la oportunidad de codirigir una tesis muy interesante entre las facultades de Filología y Medicina, y de colaborar con un grupo de investigadores de Farmacia. Este impás me está dando la oportunidad de reflexionar sobre cómo quiero enfocar el futuro de mi carrera y de buscar nuevos retos. Poco a poco.
Ni en mil páginas habría espacio suficiente para tratar a fondo este tema, pero creo que el reto más importante es mantener y promover la universalidad, equidad y calidad de nuestro sistema sanitario en un contexto de medicina moderna y exigencias de resultados rápidos. Habría que aumentar y redirigir la inversión para disponer de medios técnicos estables y adecuados, mejorar las condiciones laborales para que los profesionales sanitarios puedan ofrecer una atención de calidad sin largas esperas y realizar una planificación más eficiente del sistema y del personal. Esto incluye, por ejemplo, impulsar la atención primaria, cubrir bajas y jubilaciones de manera ágil, hacer atractivas las plazas más difíciles de cubrir o dimensionar correctamente los servicios para evitar sobrecargas. Estas medidas pueden ser coste-efectivas, pero hay que pensar a largo plazo.
También me gustaría destacar algo esencial: el profesional sanitario necesita tiempo para cumplir con su función docente, que es crucial en medicina, y para investigar. La investigación no debe limitarse solo a la investigación básica realizada en centros especializados; la investigación clínica que se lleva a cabo en hospitales y centros de salud, más allá de los ensayos clínicos, también debe impulsarse dentro de las instituciones. Es el puente necesario entre la investigación básica y la medicina real que se practica con los pacientes, y también tiene un impacto directo en la calidad de la atención que se les ofrece.
Creo que esta es la pregunta más difícil. A mí me encanta lo que hago, pero reconozco que supone una gran responsabilidad, muchas horas de trabajo no remunerado y unas condiciones laborales que, en muchas ocasiones, son inestables. Les diría que la Medicina es una carrera maravillosa, pero que no todo será fácil. Ni las clases, ni la especialidad, ni mucho menos el trabajo como adjunto. Probablemente tendrán que hacer malabares para mantener a la familia, como casi todo el mundo, y también tendrán que luchar para que se implementen medidas que mejoren la atención sanitaria de la población. Y, a pesar de sus esfuerzos, es posible que no siempre sean escuchados.
Aun así, les diría que no hay nada más bonito que dedicarse a esto. Ser médico es un privilegio, aunque no en el sentido en que la mayoría de la gente lo entiende. Ser médico es un privilegio porque te permite ver el mundo y al ser humano con una profundidad distinta, más compleja y especial. Te da una visión única de la vida, de la salud y del sufrimiento, y esa perspectiva es un regalo que no se puede comparar con nada más.