Según nos cuentan Juan Carlos Guisado y María José Bermúdez, las reformas y trabajos de consolidación llevados a cabo en esta Ermita Mausoleo de Llanes durante los últimos años no han sido los más correctos. Las intervenciones de consolidación de la obra y de restauración se han llevado a cabo con proyectos arquitectónicos, no arqueológicos, lo que hubiera sido lo más correcto, según afirman estos dos acreditados arqueólogos.
En primer lugar la rampa de acceso a la cripta debería estar cubierta para impedir que el agua de lluvia penetre en su interior, principal motivo de que esta parte subterránea del edificio esté inundada. En segundo lugar la cubierta debería ser de tejas, que fue la forma de cubierta original del edificio cuando se construyó en el siglo IV, como lo atestiguan los restos cerámicos hallados. Al haberse instalado una cubierta de piedra, que es la que cubre actualmente el mausoleo, además sin la necesaria voladura, el agua entra en los paños de muro, de forma que estos se colman de agua y contribuyen a que ésta se deslice hasta la cripta.
Otro factor a tener en cuenta es la capa vegetal que tenía el edificio en su parte trasera, en la que se hallaron varios enterramientos en los últimos trabajos arqueológicos realizados. La zona de estas nuevas tumbas se ha cubierto de gravilla, eliminando el manto vegetal que retenía el agua, lo que facilita también la filtración a esta planta inferior del monumento. Además, el desagüe de la cripta, un pequeño canal subterráneo o specus, coetáneo con el baptisterio, que se realizó para facilitar la evacuación de las ceremonias bautismales, pues el mausoleo tuvo esta función bautismal tras perder su uso como tumba monumental, permanece atascado, lo que impide la salida de agua. Según nos dicen Juan Carlos y María José la más urgente actuación que debería realizarse en el mausoleo sería eliminar esta masa de agua, para así acabar con la humedad que amenaza el derrumbe del edificio.
Una serie de deficiencias que es necesario corregir sin queremos que este mausoleo se conserve, pues si no se solucionan estos problemas, según nos cuentan los dos arqueólogos, el agua seguirá degradando los muros y acabará con su destrucción. Cinco años, como mucho, dan de vida estos expertos al edificio antes de que se venga abajo por la humedad, un lustro para solucionar estos problemas de entrada de agua e inundación en una de las más emblemáticas construcciones del mundo romano en la provincia de Cuenca, que fue declarada Bien de Interés Cultural con categoría de Zona Arqueológica en 2008, dada su importancia y su necesidad de conservación. Un mausoleo romano que lleva en pie más de dieciséis siglos desde su construcción, que puede acabar desapareciendo por las inadecuadas intervenciones llevadas a cabo sobre él.
Antonio Matea Martínez