El tren convencional que comunica Aranjuez y Cuenca, también conocido popularmente como “el regional”, habrá realizado su último viaje el día 19 de julio de 2022, sumándose así al cierre de la línea Cuenca-Valencia desde enero de 2021. Finaliza de esta manera un capítulo de la capital conquense que ha abarcado nada más y nada menos que ¡139 años de trayectoria! La historia de este emblemático medio de transporte, tan fundamental para el desarrollo de nuestra provincia, se remonta al lejano año de 1883.
Por aquel entonces España se encontraba en el régimen político conocido como la Restauración, con el tatarabuelo de Felipe VI, Alfonso XII, al frente de la monarquía borbónica y en el que a través de un sistema caciquil y corrupto, Cánovas y Sagasta se iban alternando sucesivamente en el gobierno. Muy lejos de justificar aquel régimen que no pocos han osado en establecer ciertos paralelismos con el sistema actual (salvando las distancias por supuesto), destacados autores lo han defendido en parte como un medio para garantizar la tan añorada estabilidad después de siglos desangrándonos en inútiles luchas intempestivas.
Pero hoy quisiera hablar de aquel entrañable tren cuajado de recuerdos y añoranzas que tanto ha marcado a la provincia conquense y a sus habitantes. Sería difícil detenerse en un solo episodio, pues posiblemente todos o casi todos los conquenses hayamos pasado en alguna ocasión por sus antiguos vagones. En mi caso, rememoraría dos momentos muy especiales en diferentes etapas de mi vida: las vacaciones familiares en dirección al levante español en el trayecto Cuenca-Valencia cuando era un niño, y más adelante ya en mi temprana juventud, en dirección Cuenca-Aranjuez para ver a una persona muy querida y que tanto me ayudó en momentos muy difíciles.Y al igual que los míos, existen muchos otros más. La lista sería interminable.
Pues no sólo desaparece un medio de transporte. No nos equivoquemos. También se van con él todos los momentos vividos por aquellas personas que por uno u otro motivo viajaron en aquel tren. Recordando a la icónica película de Blade Runner y al diálogo final del replicante antes de morir, ahora todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Cómo olvidar los traqueteos o pitidos que tanto le caracterizaban o los pintorescos operarios con banderines en los andenes para indicar el cambio de sentido o la llegada a un nuevo destino. También los bellos paisajes por los que transitaba y todas las localidades que se iban sucediendo a lo largo de su camino: Chillarón, Huete, Ocaña, Ontígola, Utiel, etc.
Es cierto que la irrupción de la modernidad con la llegada del AVE significó un gran avance, de eso no hay duda, pero “el regional” siempre ocupó un lugar especial en el corazón de los conquenses y de todos aquellos de fuera de la provincia que tuvieron el gusto de compartirlo. Sin detenerme en estériles debates políticos que no llevan a ninguna parte ni echar la culpa a unos o a otros, he aquí una sugerencia para las generaciones venideras: mantengan las instalaciones de las estaciones y algunos tramos de vías como parte de nuestra historia y de los recuerdos de la gente. Tal vez algún día puedan recuperarse ciertos trayectos como atracción turística. En una época en la que parece que el pasado no importa nada y en donde ni siquiera sabemos hacia donde nos dirigimos, al menos que nos quede algo a lo que poder aferrarnos. Hasta la próxima parada.