Quizás no sea una de las procesiones más participativas de la Semana Santa de Cuenca, pero al igual que ocurriera este domingo de Ramos, los conquenses se han vuelto a echar a la calle para acompañar a la Vera Cruz.
Ya en la misa previa oficiada en la catedral, una decena de fieles y hermanos han estado presentes, preparándose para la que ha sido la vuelta del Lunes Santo tras estos dos años de pandemia.
Tras esta, los banceros han podido empuñar esas horquillas que tanto tiempo llevaban esperando, para volver a recorrer en la intimidad de la hermandad una catedral que se ha quedado muda, con un silencio tan solo roto por las voces del coro de cámara Alonso Lobo.
El murmullo llegaba toda vez que las puertas de la Seo conquense se han abierto de par en par para permitir a la Vera Cruz tomar esas calles que no debería de haber dejado de ocupar estos dos años de atrás.
Y ahí estaban los conquenses, abarrotado una plaza mayor que, en cierto modo, se quedaba pequeña, que callaba en cuanto los primeros banceros comenzaban a bajar esa escalinata frente a la que aguardaba ese pueblo que subía para reflexionar con las siete palabras que Jesús pronunció en la cruz antes de dar su vida por nosotros.
Cuando la Vera Cruz ya descansaba sobre el empedrado del Casco Antiguo, el obispo de la diócesis, José María Yanguas, leía la primera palabra, aquella en la que Jesús pedía a nuestro Padre que perdonara a quienes iban a darle muerte, a quienes no sabían qué estaban haciendo.
Sin paso rápido, pero con la delicadeza y solemnidad que los banceros portan a la Vera Cruz, la talla comenzaba su descenso, haciendo parada en cada templo del recorrido para rememorar las otras 6 palabras que Jesús pronunció en el Gólgota.
La segunda parada llegaba en la ante plaza, frente al convento de las Esclavas del Santísimo Sacramento con el sacerdote José María Martínez Cordente. Esa segunda palabra, esa súplica de uno de los ladrones que, junto a Cristo, iba también a ser sacrificado: “Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso”.
El cortejo procesional comenzaba entonces su descenso por Alfonso VIII, con un ver cruz acompañada en todo momento con el toque de campana, con el incienso, con el recogimiento del tambor. Todo paró frente a San Felipe Neri, donde se hacía la tercera parada frente al templo de San Felipe Neri, donde Israel Casanova Valero, Hermano fundador de la Vera Cruz, replicaba la tercera palabra.
Y el público ahí seguía en cada lado de la calle, en cada metro de acera. Y los más fieles, detrás de la Vera Cruz iban acompañando a la talla, para llegar hasta San Andrés, con la cuarta palabra que salió de Santiago Martínez Palomo, hermano de la Vera Cruz.
El cortejo ha seguido descendiendo el empedrado del Casco Antiguo llegando a la quinta parada en El Salvador, y ahí Julio Fernández, Hermano Mayor presidente del 2020 pronunciaba la quinta palabra. Esa sed de Cristo, la sed natural de cada ser humano, la sed espiritual de consumar la redención.
Antes de dejar atrás el Casco Antiguo, llegaba la sexta parada del desfile frente al convento de la Concepción Franciscana a cargo de otro de los hermanos fundadores de la hermandad, José Manuel Vela Velasco.
El último tramo, casi el más frío y en donde el público no dejaba de acompañar a la Vera Cruz, transcurría por Las Torres, por Aguirre, en donde ya se notaba en el ambiente esa tranquilidad de ver cómo todas las predicciones meteorológicas fallaban y las lágrimas de Cristo no se iban a empañar este Lunes Santo.
Todo para llegar hasta San Esteban cuando el reloj pasaba pocos minutos de la una y media de la madrugada, y en donde ese pueblo que había ido corriendo de palabra en palabra, se volvía a juntar en la plaza de San Esteban para la reflexión final que Cristo hizo en la cruz.
Ahí leía la última palabra de Jesús Antonio Fernández Ferrero, Vicario general del obispado de Cuenca. “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”, pronunciaba el también párroco de la iglesia, para así poner punto y final a un desfile en el que la meditación sobre las últimas palabras en vida de Cristo, que fueron reproducidas entre el respeto de los conquenses y la solemnidad del Lunes Santo conquense.