El vicepresidente del gobierno de Castilla-La Mancha, José Luis Martínez Guijarro, declaró en Cuenca, el pasado día 24 de enero que la decisión de suprimir el tren convencional Madrid-Cuenca-Valencia era “exclusiva del Ministerio de Transportes”. Esta afirmación del vicepresidente no es toda la verdad, y él lo sabe.
Faltó a la verdad, no por lo que dijo, sino por callar lo que no le conviene y ocultarlo. No es serio responsabilizar exclusivamente al Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, de la supresión del ferrocarril y seguir engañando con su manido discurso de la nostalgia del ferrocarril. Hubiera sido más honrado, hablar de la importancia del ferrocarril y lo que pueden hacer las instituciones regionales por el ferrocarril Madrid-Cuenca-Valencia.
Sabe Martínez Guijarro, que las Cortes de Castilla-La Mancha pueden recoger el sentir de la ciudadanía y aprobar una Proposición no de Ley, dirigida al Ministerio de Transportes Movilidad y Agenda Urbana, para que no proceda a la supresión de la línea y la incluya dentro de la obligación de servicio público; también sabe, que el Gobierno regional de Castilla-La Mancha puede dirigir una carta al Ministerio de Transportes, para que no suprima la línea de ferrocarril Madrid- Cuenca- Valencia y garantizar su permanencia. Ambos procedimientos se utilizaron para impedir que el Ministerio de Transportes cierre la línea de ferrocarril convencional Chinchilla de Monterearagón-Cartagena.
El Pleno de las Cortes, que aprobó la Proposición no de Ley para salvar esa línea de ferrocarril fue un “hito histórico”, porque todos los partidos políticos con representación en la Asamblea regional (Populares, Socialistas y Ciudadanos), se pusieron de acuerdo para recoger la reivindicación de la ciudadanía de Hellín, aprobando una Proposición no de Ley del Grupo Popular, para que se mantenga la línea de ferrocarril Chinchilla-Cartagena, y reivindicaron que la línea “se incluya dentro de las obligaciones de servicio público”.
Todos los diputados aprobaron la Proposición no de Ley, que demandaba la ciudadanía de Hellín, porque consideraron que “el transporte por ferrocarril es el más sostenible”, contamina nueve veces menos que el transporte por carretera y, además, es mucho “más seguro que cualquier otro en un 85%”.
Gracias al consenso logrado, las Cortes y el Gobierno de Castilla-La Mancha adoptaron la decisión valiente de luchar ante el Gobierno de España, para que no suprima la línea Chinchilla-Cartagena, alegando que las comunicaciones por ferrocarril son “vitales para la vertebración y la fijación de la población del territorio” según dijo Martínez Guijarro.
El vicepresidente hizo hincapié en que el acuerdo adoptado era un ejemplo del “buen hacer desde el punto de vista institucional, ... desde el punto de vista del diálogo y de la colaboración entre las distintas formaciones políticas”. Según sus palabras, la generosidad de todos los grupos resultó clave, para contar con un texto que mantiene viva la esperanza de “crecimiento con el tren” que exige la ciudadanía de Hellín.
Pues bien, después de analizar brevemente la histórica sesión de las Cortes regionales del día 16 de septiembre del 2021, las cuestiones que la ciudadanía de Cuenca, podría plantear al vicepresidente del gobierno regional, son las siguientes ¿por qué el ferrocarril de Chinchilla-Cartagena es vital, para la vertebración, la fijación de la población del territorio y mantener viva la esperanza de crecimiento con el tren, pero la línea de Madrid-Cuenca-Valencia no lo es? ¿por qué el diálogo, el consenso y la generosidad se emplea para no suprimir la línea de Chinchilla-Cartagena, pero no se utiliza para salvar la línea de ferrocarril Madrid-Cuenca-Valencia? ¿por qué el gobierno regional es valiente ante el Ministerio, para defender la línea de Chinchilla-Cartagena y no es capaz de defender el ferrocarril Madrid-Cuenca-Valencia?
La explicación más sencilla a estas preguntas podría ser que para el gobierno regional, lo más cómodo y con menos coste electoral es abandonar a su suerte a la provincia de Cuenca, porque es la más atrasada, más despoblada, con menos representación y menos votantes. Por este motivo, Martínez Guijarro se pliega a la destrucción de la línea propuesta por el Ministerio, presiona a las instituciones, cuenta medias verdades y habla de la melancolía del ferrocarril.
Por lo tanto, si la provincia de Cuenca desea la vertebración y fijación de la población y quiere mantener viva la esperanza de crecimiento con el tren, no le queda más opción que la rebeldía cívica. La ciudadanía de Cuenca tiene que conquistar su dignidad, sus derechos y exigir justicia; debe movilizarse por el desarrollo sostenible de los pueblos con el tren, exigiendo que los fondos estatales y europeos se inviertan en la renovación de la línea del ferrocarril Madrid-Cuenca-Valencia.
Fernando Casas Mínguez
Profesor de Ciencia Política.